Un ejemplo para la mayor pureza de los arroyos y ríos
Edición Impresa | 10 de Julio de 2025 | 04:39

Un año después de que lo hicieran los atletas olímpicos, los primeros bañistas se sumergieron en aguas del río Sena, en pleno centro de París, que legalizó el baño en ese curso de agua por primera vez desde 1923. En tres zonas del pleno centro bañistas y turistas pueden hacer uso en forma gratuita de instalaciones que ofrecen ocio y refresco en la ciudad, acosada hoy, como gran parte de Europa, por temperaturas tórridas.
Desde luego que la medida es corolario de un programa de lucha contra la alta contaminación que sufrían las aguas del Sena, que durante décadas fue símbolo de la contaminación orgánica e inorgánica que sufrió, así como del intenso tráfico fluvial que siempre lo surcó, decidiéndose entonces realizar intensas y costosas tareas para transformarlo otra vez en un río limpio.
Son muchas las grandes ciudades del mundo cruzadas por grandes ríos y entre ellos se encuentran la capital argentina, Buenos Aires, con el Riachuelo como verdadero emblema no sólo por su altísima contaminación, sino por la sucesión de proyectos anunciados para su limpieza que jamás fueron puestos en práctica. También baña las costas porteñas el Río de la Plata, con altísimos niveles de contaminación.
Nuestra ciudad cuenta con numerosos arroyos que, asimismo, registran una altísima contaminación, a partir de restos de hidrocarburos y otros derivados inorgánicos, así como del vertidos de residuos cloacales y sustancias orgánicas de desecho, tal como lo vienen denunciando pobladores desde hace muchas décadas.
Antiguos pobladores dieron testimonio de que algunos arroyos, como el Rodríguez (ex Venecia) de City Bell, hasta las pasadas décadas del 30 y el 40 sirvieron como pequeños balnearios por la pureza de sus cursos de agua. Y eso se perdió a partir del volcado de toda clase de efluentes industriales y de desperdicios sobre esos arroyos, sin que ninguno de ellos fuera preservado. En todos los arroyos, los responsables de esos vertidos no son sancionados o pagan multas ínfimas.
Frente a éste y los muchos otros casos de degradación comprobados en nuestra zona, la conclusión no es difícil. Resulta indispensable que las autoridades tomen medidas para fiscalizar en forma continua el estado que presentan los arroyos de la Región, para evitar, entre otros objetivos, que el vuelco de sustancias contaminantes, orgánicas o inorgánicas, conviertan a esos cursos de agua en peligrosas fuentes de contaminación.
En el caso del polo petroquímico, se ha dicho ya muchas veces que nadie puede ni desea bregar por la interrupción de emprendimientos industriales, que son indispensables para el desenvolvimiento económico. Pero, al margen de los accidentes que han ocurrido y ocurren en todo el mundo, existen fórmulas para viabilizar a esas plantas y, al mismo tiempo, disminuir las emisiones nocivas que puedan afectar a la salubridad pública. El ejemplo actual brindado por la ciudad de París, que no consideró utópico descontaminar las aguas que corren por una ciudad con millones de habitantes, se encuentra a la vista. Aún con falta de recursos, las ciudades pueden mediante la fiscalización y el control de los vuelcos clandestinos que se realizan, mejorar en forma sustancial el estado de los cursos de agua. Por lo pronto, aunque parezca una verdad de Perogrullo, si esa tarea no se inicia será imposible modificar nada y todo será para peor.
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