Pese a la suba del dólar, los industriales no salen del ahogo y siguen debajo de los niveles de 2022

El reciente salto del dólar minorista a los $1.300 encendió una luz de esperanza en el sector industrial argentino, que arrastra una pesada mochila de baja actividad y costos crecientes. Sin embargo, el alivio de esta suba, cercana al 9% en menos de un mes, dista mucho de ser la solución definitiva para los males de la industria. Desde la Unión Industrial Argentina (UIA), el panorama sigue siendo de cautela: el aumento de costos, la escasa actividad y la presión de las importaciones continúan siendo las principales preocupaciones.

La industria no logra levantar cabeza. Si bien hubo un leve repunte de la actividad en abril y mayo, los niveles se mantienen por debajo de fines de 2023 y muy lejos de 2022 y 2023. La capacidad instalada sigue con un preocupante nivel de ociosidad. Para colmo, la falta de un tipo de cambio competitivo y la apertura comercial abren la puerta a una avalancha de productos importados, asfixiando la producción local. A esto se suma el encarecimiento del crédito, producto de las elevadas tasas de interés necesarias para contener la divisa.

La percepción sobre el impacto del dólar varía según la actividad. Para Elio del Re, de Adimra, la mejora del tipo de cambio oficial no es un "cambio sustancial" para el sector metalúrgico; la prioridad sigue siendo recuperar la demanda y contar con políticas industriales previsibles. Miguel Ángel Rodríguez, de Sinteplast, es contundente: "El incremento del tipo de cambio no compensa aún la deficiencia del costo argentino", con precios estancados y costos que no ceden. Incluso para grandes exportadoras como Aluar, cuyo presidente, Javier Madanes Quintanilla, minimiza el efecto del dólar ante la magnitud de otros desafíos internacionales como los aranceles.

El traspaso de la suba del dólar a los precios se ha visto limitado por una demanda interna en mínimos históricos. La UIA explica que, aunque el dólar suba, los mecanismos de ajuste de precios y salarios están rezagados. La recuperación del consumo no llega: el empleo sigue estancado y la inversión privada no se reactiva.

Frente a la imposibilidad de competir con importados, muchas empresas han optado por un drástico cambio de modelo: cierran sus líneas de producción y se reconvierten en meros centros de distribución y comercialización de productos terminados, reduciendo drásticamente su personal manufacturero.

El sector industrial tiene claro que la solución no pasa solo por el tipo de cambio. La reactivación del consumo y una reforma fiscal que alivie la presión tributaria son las claves para poder competir en igualdad de condiciones con los productos importados. La expectativa es que, solo con un escenario de menor presión fiscal, la industria argentina podrá respirar y crecer.

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