Milei en la encrucijada: los desafíos del liderazgo político y el desgaste con los gobernadores

Mariano Pérez de Eulate

El Gobierno parece no tomar nota de su debilidad parlamentaria, que se mantendrá al menos hasta fin de año cuando se reconfigure el Congreso luego de las elecciones de medio término. Gracias al favor de la oposición dialoguista, que prefirió alinearse con un presidente con altos índices de aprobación, logró leyes fundacionales durante su primer año de gestión e incluso el respaldo para sostener vetos a iniciativas no deseadas por el Poder Ejecutivo. La Rosada actúa como si esa realidad persistiera hoy. Pero en el medio pasó mucha agua bajo el puente.

Sobre todo por comportamientos propios de los libertarios, que mezclaron soberbia y maltrato, aquel escenario para el Gobierno asoma ahora cambiado, modificado.

Javier Milei es un presidente que carece de gobernadores del mismo signo político. Hubo mandatarios aliados durante los meses iniciales: los más alejados del kirchnerismo -PRO, UCR- y, claro, se incluye aquí a un par de signo peronista. También bancadas legislativas que actuaron casi como un oficialismo no declarado en el Congreso, como el macrismo, bloques provinciales y demás. Incluso buena parte del radicalismo, aún a costo de profundizar y efectivizar sus propias divisiones internas.

Pero, hoy por hoy, las relaciones entre Milei y esos actores son más parecidas a un divorcio que a una convivencia.

Un claro problema

Para el Presidente, esta distancia es un claro problema. No sólo le dificulta la salida de leyes que pretende el Ejecutivo. Lo peor, dada la coyuntura, es que aparentemente le ha anulado la capacidad de sostener con respaldo legislativos eventuales vetos a normas que la oposición más dura -y ahora no tan dura también- le pudiera encajar de prepo por hacer pesar su número mayoritario.

En efecto, Milei está bastante mal con los gobernadores que antes se le alineaban, con sus socios del PRO y con la mencionada UCR. Consecuencias de una forma de construcción política que tiende a la pretensión de imponer sumisiones más que al diálogo acuerdista; de seducir con promesas que luego no se cumplen; de pedir colaboración y luego “guerrear” en el pago chico a aquel que dio la mano salvadora.

El reparto de fondos

Lo más emblemático en este sentido ha sido la reciente ofensiva de todos los gobernadores del país, los 24, con una posición unificada para reclamar por el reparto de fondos. Puntualmente, por lo devenido del impuesto a los combustibles y los llamados Aportes del Tesoro de la Nación (ATN), un forma discrecional de distribución de dinero desde la Nación hacia las provincias. Sin importar el color político, todos se pusieron de acuerdo para impulsar una ley que les garantice esos fondos más allá del humor presidencial. Que, por supuesto, será rechazada por la Rosada. 

Ese frente, el de los intereses de los estados sub-nacionales, estaba muy dividido hasta hace nada. Los gobernadores siempre buscan su propia supervivencia económica-política-financiera y por eso administran la relación con el poder central a conveniencia. Milei había hecho posible aquella división mimando a algunos (en forma inédita varios peronistas lo venían apoyando, como el catamarqueño Jalil o el tucumano Jaldo) y freezando a otros, en una lógica general donde la obra pública para las provincias se frenó y el derrame de fondos se aplica con cuenta gotas por aquella obsesión de cuidar el equilibrio fiscal.

“Rosca propia en muchas provincias”

Pero un exceso de “tacañería” con la billetera, la estrategia de patear las promesas siempre para adelante y, en especial, una tremenda angurria política hizo que aquella disociación se convirtiera en unión. Este último punto, el político, es muy importante. Porque la Rosada, en su cruzada por moldear un Congreso más afín en los comicios nacionales de octubre, ha preferido armar rosca propia en muchas provincias enfrentando a los mandatarios locales en lugar de asociarlos, aún cuando hasta hace nada éstos le han dado manos importantes en el Congreso. “Falta de gratitud” o “Traición”, así se decodifica eso en aquellos territorios.

“Eligieron poner al partido político por encima del futuro del país”, repiten cerca de los gobernadores que hasta hace pocas semanas acompañaban con votos o abstenciones las iniciativas complementarias al programa económico general de La Libertad Avanza. 

Ese ambiente revulsivo que ha impregnado ahora a los aliados de hasta ayer nomás interpela al Gobierno porque hay en el Congreso proyectos impulsados por la oposición que pueden complicarlo fiscalmente pero también políticamente.

El aspecto fiscal

En materia fiscal, porque atentan contra la idea de achicar gastos al máximo, medida aplaudida por organismos como el Fondo Monetario Internacional, el prestamista al que el ministro Toto Caputo le debe prender una vela a diario para que siga con el programa financiero acordado. Y, en términos políticos, porque la postal de los opositores imponiendo medidas al presidente Milei sólo puede traducirse como debilidad, un liderazgo mellado. 

En este lote de iniciativas opositoras se incluyen la reforma previsional con sentido reparatorio, el aumento de los fondos a las universidades y para el Hospital Garrahan (este último un tema hipersensible, que el Gobierno podría haber solucionado con más tacto y “expertise” política), la reforma de la legislación sobre los decretos de necesidad y urgencia (DNU), que significaría un incordio para Milei -quien ha utilizado esa lapicera con obsesión- porque le daría al Congreso más poder para restrigirlos, y un par de proyectos más.

Son todos temas que Milei, muy consciente de su número minoritario en ambas Cámaras, asegura que vetará si se convierten en ley porque atentan contra el equilibrio fiscal. Gastos no planeados, gastos inviables, dicen en la Rosada. Pero, lo dicho: ante la segura insistencia opositora en el Congreso luego de esos eventuales vetos presidenciales, aquellas manos alzadas que antes le permitieron mantener el triunfo de su lógica de motosierra, como ya sucedió con el anterior intento de mejorar jubilaciones y ampliar partidas universitarias, hoy parecen estar lejos.

Los ya célebres “87 héroes” de Diputados, esos que la vez pasada blindaron los vetos, hoy parecen una quimera imposible de alcanzar. Salvo que cambien ciertas formas. La pelota está del lado del gobierno, parecen estar diciendo los gobernadores y los otrora aliados incondicionales.

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