Torturas, palizas y hambre en cárcel de El Salvador

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El inmigrante salvadoreño Kilmar Ábrego García, deportado ilegalmente a El Salvador durante la Administración de Donald Trump, denunció haber sido víctima de torturas en la megacárcel construida por el gobierno de Nayib Bukele para encerrar a pandilleros, según varios documentos judiciales revelados ayer.

El hombre relató que lo desnudaron, le afeitaron la cabeza, lo golpearon, lo obligaron a arrodillarse durante varias horas en medio de la noche y perdió unos 14 kilos mientras estuvo en la famosa prisión CECOT en El Salvador.

Ábrego, quien llegó en 2012 a EE UU y se estableció en Maryland, donde se casó y formó una familia, fue deportado a El Salvador en marzo por la administración Trump en un “error administrativo”. En junio regresó a EE UU para enfrentar cargos federales: está acusado de tráfico de personas en Tennessee.

Él alega que es inocente y que todo es un montaje del gobierno de Trump para justificar el error que se cometió al deportarlo.

Al momento de su expulsión impulsada por la gestión de Trump, Ábrego estaba protegido contra la deportación por una orden judicial de 2019. Su caso de alto perfil saltó a la palestra nacional, desatando un acalorado debate sobre la ofensiva migratoria de Trump y la carrera para deportar a personas, a veces sin el debido proceso.

Mientras estuvo en la cárcel CECOT, conocida por sus brutales condiciones, Ábrego fue sometido a palizas brutales, privación del sueño, nutrición inadecuada y tortura psicológica, según afirmaron sus abogados en una denuncia enmendada presentada el miércoles.

Esta denuncia forma parte de una demanda federal interpuesta por la esposa de Ábrego contra la administración Trump ante el Tribunal de Distrito de Estados Unidos para el Distrito de Maryland.

La denuncia afirma que, al llegar al CECOT, Ábrego fue obligado a desnudarse, le entregaron ropa de prisión, le patearon las piernas con botas y le golpearon la cabeza y los brazos para que se cambiara más rápido.

Presuntamente, también le afeitaron la cabeza y lo llevaron a rastras a una celda mientras lo golpeaban con porras de madera. Al día siguiente, tenía “moretones y bultos visibles por todo el cuerpo”, según la denuncia.

En esa celda, él y otros 20 salvadoreños eran golpeados por los guardiacárceles, se les negaba el acceso al baño, según Ábrego. En el documento judicial también se indica que los reclusos estaban confinados en literas de metal sin colchones en celdas superpobladas sin ventanas y con luces brillantes encendidas las 24 horas del día.

Mientras estuvo allí, los funcionarios de la prisión le dijeron repetidamente a Abrego que “lo trasladarían a celdas que contenían pandilleros que, le aseguraron, lo ‘destrozarían’”. Los abogados dijeron que Abrego observó a los prisioneros lastimarse violentamente unos a otros sin intervención del personal.

 

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