Bullying y malestar en las aulas: los desafíos de un debate urgente sobre la convivencia y los límites
Edición Impresa | 17 de Agosto de 2025 | 03:41

Además de develar falencias en el aprendizaje “duro” de varias materias, los resultados de las pruebas nacionales Aprender ponen sobre los pupitres una problemática escena que interpela al sistema educativo argentino: el 63% de los estudiantes de 6° grado de primaria reportó haber sufrido alguna forma de agresión –verbal, física, simbólica o virtual– y un 36% se sintió discriminado dentro del ámbito escolar.
Recopilados y analizados en el documento “Desafíos de convivencia en la escuela primaria: discriminación y conflictos entre pares”, por Mercedes Sidders (Innovations for Poverty Action), María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén (Argentinos por la Educación), los datos tomados en 2023 bosquejan un paisaje extendido de malestar y conflictividad entre pares.
Aunque el 94% de los alumnos dice sentirse cómodo con docentes y personal escolar, y el 99% afirma tener amigos en la escuela, el informe advierte que estas vivencias positivas no alcanzan para neutralizar los impactos adversos de las agresiones recurrentes. Más de la mitad de los chicos consultados dijo haberse sentido excluido alguna vez, un 40% incómodo o fuera de lugar, y un 36%, solo o aislado. Los motivos más frecuentes de discriminación fueron el aspecto físico, los intereses personales y la identidad de género.
“En la Argentina aún predomina un abordaje reactivo del conflicto escolar”, explica Sidders: “Los docentes intervienen, se convoca a las familias, se redacta un acta, pero no se trabaja el fondo del problema. Faltan prácticas restaurativas, instancias de diálogo sostenido, y programas que involucren a toda la comunidad escolar desde una lógica de corresponsabilidad”.
escenario vital
Para la platense Tamara Sparti, licenciada y profesora en Psicología, es clave sin embargo no mirar estos datos de forma aislada: “La escuela es un escenario vital, no un espacio aséptico. Es ahí donde se produce el encuentro con la diferencia, y por tanto, también con la desigualdad. Por eso, el conflicto no es un problema a erradicar, sino una oportunidad para enseñar a vivir juntos. Si el sufrimiento infantil aparece en la escuela, es porque ese espacio permite alojarlo. Lo importante es qué hacemos con eso: no reprimirlo ni encapsularlo, sino trabajarlo institucionalmente”.
Sparti rescata además que la escuela es uno de los pocos espacios que aún sostiene un sistema de normas colectivas, algo cada vez más ausente fuera de ella. “Aunque muchas veces ese sistema sea transgredido, existe. El límite –cuando se establece con sentido– no solo prohíbe, también cuida. Prohibir lo que daña no es censura, es reparación. Y cuando el límite es claro, permite que circule la palabra. Es en ese sentido que los equipos docentes y directivos deben garantizar que la escuela sea un lugar seguro para tramitar los afectos”.
El docente y asesor pedagógico platense Facundo Stazi introduce una lectura filosa sobre la pérdida de marcos de autoridad: “En muchas escuelas se desdibujó la figura del adulto como referente. En un aula sin límites, reinan las pasiones. Los chicos no encuentran contención, porque los grandes no se animan a ejercer la autoridad. No hablo de castigo, hablo de reglas claras, de una presencia activa, de acuerdos entre docentes y familias”.
todo tiempo pasado
Stazi también sugiere una mirada retrospectiva sincera, para no caer en lecturas nostálgicas o moralizantes. “Antes había agresión, pero estaba naturalizada. Hoy los chicos pueden ponerle nombre. Eso no significa que haya más violencia que antes, sino que ahora tienen herramientas para hacerla visible. Hoy nos reímos de ese profesor que en algún momento le tiró un borrador en la cabeza a algún compañero… Excelentes profesores que hoy no durarían dos horas. Y esos pibes llegaban a la casa y ni le decían a la madre que les habían tirado un borrador, porque sabían que si la madre se enteraba, se ganaban otra cagada a pedos. Ahora, con las redes, nada termina, tenemos una conexión total y absoluta que extiende los límites espaciales y temporales de la agresión, de la violencia. Por lo tanto, hay avances; pero si los adultos no están preparados para acompañar este nuevo contexto, el sistema colapsa”.
En ese marco, el informe advierte que en algunas provincias –Chaco, Santiago y La Rioja– los índices de discriminación superan el 45%. Y señala que mientras en escuelas estatales el promedio de estudiantes que dijeron sentirse discriminados asciende al 42%, en el sector privado desciende al 21%. Además, un 34% de los alumnos reconoció haber agredido a algún compañero durante el último año.
Las autoras del informe destacan experiencias internacionales como el programa KiVa en Finlandia, que logró reducir hasta un 42% los casos de bullying mediante estrategias preventivas. “La convivencia no se mejora con castigos ni con ‘políticas de mano dura’, sino con trabajo sostenido, compromiso colectivo y una escuela que escuche, actúe y repare”, afirma Sidders.
Pero para Stazi, el problema también es de expectativas: “Seguimos imaginando una escuela que no existe. La escuela nunca fue el bosque de las hadas. Es un espacio cerrado, con muchas prohibiciones absurdas, muchas veces sin sentido. Hay que repensar las rutinas, sí, pero también animarnos a hablar de control. No le tengamos miedo a esa palabra: sin pautas claras, no hay aprendizaje posible. Y los chicos lo notan. Y sufren una escuela que no los escucha, y cuando los escucha, no tiene respuestas”.
caja de herramientas
Desde otra perspectiva, Sparti retoma el valor de la Ley de Educación Sexual Integral para abordar el universo afectivo en la escuela. “Es una herramienta fundamental con la que contamos quienes trabajamos en el ámbito educativo de nuestro país, a la hora de abordar la afectividad en la escuela: en especial en el eje precisamente llamado ‘Valorar la Afectividad’. Entendemos el mundo de los afectos como un aspecto fundamental en el aprendizaje, pero sostenemos que no se trata de algo medible, regulable. No compartimos la idea de la ‘gestión de las emociones’ como si fueran variables. El afecto no se mide, pero se trabaja. Y la ESI nos enseña que lo que nos afecta puede doler, pero también construir. Hacer lugar a lo que duele es, en sí mismo, una forma de enseñar”.
“El clima escolar no es un complemento, es el núcleo de toda experiencia educativa”, afirma Paola Zabala, directora de la Comunidad Antibullying Argentina: “hoy, las respuestas institucionales siguen siendo formales y reactivas. Se habla con los docentes, se envían notas a las familias, se hacen reuniones. Pero no alcanza con contener el conflicto: hay que transformarlo en una oportunidad pedagógica”.
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