Crece la tendencia de las parejas DINK No quieren ser padres
Edición Impresa | 24 de Agosto de 2025 | 05:34

Alejandra Castillo
alecastillo95@hotmail.com
Iván de Pineda es un hacedor de éxitos, como modelo de destacadas marcas internacionales, conductor de televisión y también en su vida personal: no habitó escándalos, es querido en el medio y desde hace veintiséis años está en pareja con Luz Barrantes. Sin embargo, casi no hay entrevista en que un periodista no arremeta con la pregunta: ¿por qué no sos padre?
Iván responde con la misma elegancia y sutileza que desplegaba en las pasarelas del mundo, reduciendo el tema a una cuestión de deseos. “No es una deuda pendiente ni una carga”, explicó recientemente.
Con insistencias parecidas deben lidiar casi todas las parejas que deciden no tener hijos, por razones tan particulares y variadas como las historias mismas. Y cada vez son más, aunque el fenómeno no sea para nada nuevo: desde 1980, en Estados Unidos llaman a este modelo familiar DINK, “Dual income, no kids”, cuya traducción en español sería “Doble Ingreso, Ningún Hijo”. En general, son personas de entre 25 y 45 años que disfrutan de cierta estabilidad económica y financiera, con un estilo de vida que valora el tiempo de ocio de calidad y, simplemente, no desean maternar o paternar.
“ACTO DE RESPONSABILIDAD MUTUA”
Tomás (37) y Romina (33) se casaron hace cinco años y, desde hace poco más de dos, lograron una estabilidad profesional y una independencia económica que -entienden- podrían tambalear con la llegada de un hijo.
“Encima, mi idea es seguir estudiando”, aporta ella, que no se imagina, ni quiere, tener que “hacer malabares para coordinar los horarios. Los dos somos del interior, tenemos a nuestras familias lejos y tendríamos que pagar guarderías o niñeras para cumplir con las obligaciones o disfrutar de tiempo libre”.
Tomás reconoce que más de una vez fantaseó con esto de ser papá, pero comparte las inquietudes de Romina y sabe que garantizarle el tiempo de cuidado a un bebé implicaría quitárselo a rutinas que para él son importantes, como ir al gimnasio, viajar o compartir tiempo con sus amigos.
“Son muchas las parejas conformadas y consolidadas que deciden no tener hijos”, confirma el psicólogo platense Mel Gregorini, lo cual considera “un acto de responsabilidad mutua, que tiene que ver con un cuidado sexo afectivo”. No obstante, resalta la importancia de “respetar los tiempos biológicos de cada una de las partes”, en particular el de la mujer, atendiendo a que esté verdaderamente “convencida de no aceptar la maternidad como una forma de vida y desde qué lugar hace esa elección”.
“En general, quienes tienen una idea bien consolidada en ese sentido es por un mutuo acuerdo”, dice Gregorini, que linkea tal opción con un estilo de vida que determinadas parejas no están dispuestas a perder -como “viajar o poner energía en la pareja”-, porque no se lleva bien del todo bien con las ataduras ni con los abultados gastos que demanda un hijo.
“Es un tipo de vínculo muy actual, ajustado a la época”, opina el profesional, sobre todo en personas de menos de 40 años. Cita como ejemplo a una paciente suya que se declara convencida en el deseo de “conocer el mundo, más que de estar atada al compromiso que implica un hijo a una hija”. Dicho de otro modo, entiende a la maternidad como una suerte de freno para determinado disfrute económico o social. Gregorini considera que es una postura tan saludable como la de otra franja que recurre a la inseminación artificial “para cumplir con una vocación materna, porque no puede constituirse en pareja”.
Una y otra (por mencionar apenas dos en un largo etcétera) “son decisiones profundas”, dice Mel. En cualquier caso, “hay que plantearse cómo vivir con ellas”.
MANDATOS Y ENTORNOS
Silvina (56) y Emilio (57) tienen un largo camino recorrido juntos. Se conocieron a mediados de los ‘80 en un curso de computación y durante casi una década compartieron grupos de amigos, antes de formalizar una relación. Comenzaron a convivir en 1999 y, en 2007, se casaron. Compraron su casa, viajaron y se sostuvieron cuando murieron sus padres. Hacen casi todo juntos. Y nunca tuvieron hijos.
“Al principio decíamos que si, que en algún momento, pero después empezamos a viajar y decidimos que no”, cuenta Emilio, mientras intenta desprenderse de la botamanga a la gata adulta que se mudó con ellos tras la muerte de su suegra.
Apunta Silvina que, más allá de la expresión casi de rigor, nunca intentó quedar embarazada, ni resultó un conflicto la elección de no ser padres.
“Algunas veces dijimos ‘cuando seamos viejos vamos a estar solos’, pero nadie tiene la certeza de que los hijos vayan a acompañarlos o a cuidarlos”, reflexiona.
En Argentina, el promedio de hijos e hijas por mujer cayó fuertemente en lo que va del siglo: pasó de 2,1 en 2001 a 1,4 en 2022, según el último Censo. Se calcula que nacen 260.000 bebés menos que hace una década y no sólo porque las parejas deciden no procrear. También bajó la cantidad de familias numerosas: en 2001 había 1.533.421 mujeres con más de cinco hijos. En 2022, fueron 608.617.
Frente a este panorama, analistas, opinólogos y funcionarios suelen encender alguna que otra luz de alerta. Hace un año, la vicejefa de gobierno porteño, Clara Muzzio, compartió en X su preocupación por este tema planteando una dicotomía ciertamente polémica: “En la Ciudad de Buenos Aires mueren más (personas) de las que nacen y hay más perros que niños. Esto no puede ser bueno”.
Los entornos de las parejas DINKS también pueden incurrir en preguntas invasivas o reflexiones con tufillo a reproche.
Silvina y Emilio, por suerte, no tuvieron que lidiar con ello. “Nunca nadie nos preguntó por qué ni para cuándo, pero a algunos amigos les pasó; porque hasta hace relativamente poco era casi como una obligación”.
Según Gregorini, en general “las familias no preguntan, pero igual se meten, porque a otras generaciones les cuesta entender que son decisiones muy subjetivas frente a cómo relacionarse en el mundo. Los jóvenes sí entienden que se puede vivir de otra manera, sin los mandatos que antes había que cumplir”. En cualquier caso, remarca el psicólogo, “lo importante es saber si puedo responder o no al llamado de ser padre o madre. Puedo elegir no serlo y nadie puede decirme nada”.
En el caso de Emilio y Silvina, decidieron no tener hijos por considerar que “es una responsabilidad muy grande durante muchos años, que no quisimos asumir. Por ejemplo, los dos estamos de vacaciones y si quisiéramos irnos ahora mismo a algún lado, podríamos hacerlo”.
Quizás sea por eso que “prácticamente todo el mundo nos dice que tenemos una vida de adolescentes. Yo no lo creo, pero es cierto que compartimos mucho tiempo juntos y nos llevamos muy bien. De hecho, no podíamos entender por qué la pandemia destruyó a tantas parejas”, reflexiona.
¿Y SI UNO CAMBIABA DE OPINIÓN?
En cuestiones tan trascendentales, no es difícil imaginar a un integrante de la pareja cambiando de opinión.
“Por suerte no pasó”, dice Emilio, “pero si ella hubiera querido ser madre, o hubiera tenido un deseo muy fuerte, muy a mi pesar hubiera aceptado, porque somos dos y hay que ir para adelante”.
A su lado, acota Silvina: “De todos modos, hubiera surgido el conflicto. El ‘vos quisiste esto’ o el ‘yo te lo dije’”.
En su consultorio, Gregorini suele escuchar ese tipo de “autocuestionamientos”, de uno y otro lado.
“Existen las dos vertientes- reconoce- las mujeres que se arrepienten porque se les pasó el tiempo con la pareja que -entienden- no era la indicada y otras que se preguntan qué hubiera sido de sus vidas si no tenían hijos. Son preguntas válidas y ligadas con el deseo, tan primitivo en el humano”.
No está de más aclarar que deseo no es lo mismo que instinto: “Somos seres del lenguaje y nos edificamos a través de esta construcción mental”, de modo que querer o no querer tener hijos, responde a una “cuestión de índole social y cultural”.
“La sociedad cambió”, cierra Gregorini, “son posturas ante esta nueva temporalidad, que no tienen nada de bueno ni malo. Son decisiones”.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE