Tres hipótesis para otra crisis: el cine tuvo uno de los peores julios de su historia

Las salas cortaron 21% menos tickets que el año pasado durante las vacaciones. Películas flojas, cambio de hábitos y, claro, la economía, entre las razones

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Por PEDRO GARAY

pgaray@eldia.com

Los recurrentes informes sobre la muerte del cine han sido largamente exagerados: pasó la tele, pasó el cable, pasó el VHS, el DVD, el BluRay, y allí sigue el cine. Cuando llegaron las plataformas, otra vez se decretó el final, y una vez más allí está el cine, dando batalla.

Pero, claro, tanta lucha ha dejado sus secuelas: el ritual del cine no ha muerto, pero se ha transformado. Ya no es el centro de las salidas. La variedad de su cartelera ha disminuido, con mucho cine de superhéroes y acción, intentando atraer al público joven y ofrecer experiencias que no se pueden conseguir, todavía, en el living de casa: 3D, 4D, sonido envolvente, sillones para sentarse cómodamente, cada vez más tipos de comida. A pesar de estos intentos, durante la última década, el espectador permanece fugitivo.

En el marco de esa crisis de largo aliento (una señal de los tiempos, al parecer: todo lo viejo y conocido, las estructuras sólidas del siglo XX, se desvanecen en el aire mientras avanzamos en este nuevo milenio, o quizás eso le parezca históricamente a cualquier adulto que ve extrañado los apetitos de las nuevas generaciones) los cines esperan siempre con ansias las vacaciones de invierno: temporada alta de estrenos, es paisaje habitual ver largas colas y cartelitos de “agotado” en las salas. Es el período más taquillero del año. Pero este invierno, no: ha sido el peor julio en 19 años en la taquilla, y uno de los peores de la historia.

Se cortaron en total 4.662.498 tickets en los cines argentinos, según cifras fiscalizadas por Ultracine: si no se toman en consideración las cifras pandémicas (2020 y 2021), es el peor julio desde 2009, y el tercer peor julio en este cuarto de siglo. Lejos, muy lejos, los 9 millones y medio de tickets que se cortaron en 2015, el record, pero, para referencia, hasta hace dos temporadas se venían cortando más de 8 millones de entradas, sin falta, desde 2015. En 2023, ya fueron 7 millones. Y el año pasado, casi 6 millones.

Este año, la venta de entradas cayó así, respecto a 2024, un 21%, cifra más que preocupante para la industria, pero la tendencia es clara y en baja. ¿Por qué? Las razones parecen complejas, pero sin lugar a dudas tres factores han incidido en la caída de los últimos años: la oferta, la economía y los hábitos.

UNA OFERTA SIN MAGNETISMO

Julio, fecha de nuestras vacaciones de invierno, coincide con las vacaciones de verano, las largas, de Estados Unidos. Por eso Hollywood guarda sus grandes estrenos, sobre todo los juveniles, para estas fechas: es el mes de Disney, de las películas de Marvel, de las grandes apuestas de la industria del cine estadounidense.

Este año, sin embargo, la oferta no llegó a entusiasmar. Pixar, en crisis de taquilla hace rato (cada lanzamiento suele ser su peor performance en las boleterías), ofreció “Elio”, pero fue apenas la séptima película más vista del mes. En julio vendió 283 mil boletos, nada más, para un total desde su estreno de 407 mil entradas: “Toy Story 4”, récord de venta hasta “Minions”, cortó casi 5 millones de tickets, para tener una referencia.

Marvel, otra que suele ofrecer los platos fuertes del invierno, tampoco sedujo a la audiencia con “Los 4 Fantásticos”, y eso que la película marcaba la entrada de la familia fantástica a su Universo Cinematográfico: vendió algo más de 476 entradas para quedar quinta en el ranking, aunque en solo dos semanas. Por encima quedaron “F1”, “Superman” y “Cómo entrenar a tu dragón”: ninguna pasó el millón de espectadores (solo lo hizo “Jurassic World Renace”, lo más visto de las vacaciones). La última película del top 10 de julio, “Sé lo que hicieron el verano pasado”, vendió solo 67 mil entradas desde el 17 de julio.

Aunque igual hubo salas concurridas (en la Ciudad, fue una de las actividades predilectas) y aunque los grandes estrenos siguen siendo los más convocantes, lejos están los cines de los números de antaño: este año fue flojo, ninguna película generó esa sensación de “evento” que persigue la industria. Pero la tendencia en baja se explica más allá de la cartelera de este julio: hay un agotamiento de los espectadores en torno a la fórmula de Hollywood.

Tras medio centenar de películas, se reventó la burbuja superheroica, entre historias apresuradas, repetición y saturación. Y Disney y Pixar están en crisis, repitiéndose, hace años: la Casa del Ratón, de hecho, se refugia en adaptaciones de carne y hueso de sus clásicos animados, apelando a la nostalgia. Pero “Blanca Nieves” anduvo tan mal que suspendió futuras adaptaciones. Hacia el futuro, no cae una idea, pareciera: salvo alguna excepción, todos los estrenos importantes están ligados a alguna franquicia. Son apenas el último chorizo de la máquina de hacer chorizos: la apelación a la nostalgia y a lo familiar funcionó un buen rato, pero quizás ahora el público esté algo atorado, y quiere cambiar la dieta, colar alguna verdura o por lo menos comer pizza.

PLATAFORMAS Y CAMBIOS DE HÁBITO

Lo familiar, además, lo tienen en casa, y mucho más fácil, sin salir, con un click del remoto, con las plataformas, espacio que al principio ofrecía algo de osadía y distinción, en busca de nuevos suscriptores, pero que en los últimos años se ha sumado a esta apuesta “segura”, aunque en decadencia, por lo familiar, lo nostálgico, lo formulaico.

Las plataformas, como otros cambios en el entretenimiento casero (la tele primero, el cable, los DVDs y así), han impactado profundamente en la taquilla. Lo que antes solo podía ofrecer el cine (variedad, entretenimiento, grandes presupuestos), ahora está en las plataformas. A menudo, incluso, se pueden ver en casa las mismas películas que están en el cine, a través de alguna estrategia menos que legal.

Las plataformas han cambiado los hábitos del consumidor: para ver algo, ahora el espectador prefiere quedarse en casa, más cómodo y barato. La transformación se venía dando de forma lenta, hasta que estalló la pandemia: proliferaron entonces los servicios on demand, el público las adoptó de forma masiva porque no había otra cosa para hacer, y la carrera de armas de las plataformas favoreció a la audiencia, que tiene opciones aparentemente infinitas para ver cada noche (no son tan distintas entre sí, y esa aparente infinitud es problemática, pero eso queda para otro día).

CRISIS OTRA VEZ

Las plataformas son más cómodas pero, sobre todo, más baratas: ahí otra clave de la crisis. Y esta es, quizás, la que mejor explica la crisis en tierras argentinas. La taquilla en el cine ha caído en todos lados, pero la caída de este julio en nuestros cines ha sido profunda, crítica para empresas que han sufrido en el último lustro el cierre total durante el COVID y las posteriores crisis cambiarias. Bares y restaurantes vendieron en julio hasta 30% menos: también el cine cayó, aunque en la Ciudad fue una de las pocas actividades que registró colas, como se informó en este medio hace 5 días.

Es la explicación más directa, claro: con entretenimiento al alcance de la mano, ir al cine, con chicos, con pochoclos, implica un desembolso importante de dinero incluso con las promociones y los cupones. Es una decisión. Una que, tal vez, se toma una sola vez en vacaciones: el cine, así, deja de estar en el centro de las posibles salidas, con los padres buscando alternativas económicas, o gratis, para mantener entretenidos a los chicos sin escuela.

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