El cepillo seco y a 45 grados, la mejor forma de cuidar las encías
Edición Impresa | 21 de Septiembre de 2025 | 04:53

Cada vez que uno se sienta en el sillón del dentista, los consejos parecen repetirse como un mantra: cepillarse los dientes al menos dos veces por día, usar hilo dental y elegir un cepillo suave. Pero detrás de estas recomendaciones no hay capricho, sino evidencia científica sobre cómo la técnica correcta de higiene bucal puede marcar la diferencia entre una boca sana y un futuro de problemas dentales y encías inflamadas.
Los especialistas explican que la razón por la cual se sugiere cepillar con el cepillo seco —es decir, sin mojarlo antes— es que las cerdas mantienen mejor su rigidez y logran un arrastre mecánico más efectivo sobre la placa bacteriana. Mojar el cepillo, en cambio, ablanda las fibras y reduce la capacidad de limpieza en los primeros segundos de uso. A esto se suma la recomendación clave de colocar el cepillo a 45 grados respecto de la unión entre dientes y encías. Ese ángulo no es arbitrario: permite que las cerdas ingresen suavemente en el surco gingival, esas pequeñas “bolsitas” donde se acumulan restos de comida y bacterias que luego desencadenan inflamación y enfermedad periodontal.
Lo que nunca debe hacerse es cepillar directamente las encías con movimientos fuertes. La presión excesiva puede lastimar el tejido blando, provocar retracción gingival y dejar expuesta la raíz del diente, aumentando la sensibilidad y el riesgo de caries radiculares. Por eso, los odontólogos insisten en elegir siempre cepillos de cerdas suaves: la idea no es raspar, sino limpiar con movimientos controlados que eliminen la placa sin dañar la superficie del esmalte ni el tejido gingival.
La limpieza de las muelas merece un capítulo aparte. Sus surcos y fisuras son terreno fértil para la acumulación de restos de alimentos, razón por la cual se recomienda dedicar unos segundos extra a repasarlas con movimientos circulares y de arrastre. Aun así, el cepillo no logra llegar a todas partes. La placa bacteriana tiende a alojarse entre los dientes, en espacios donde ni las cerdas más delgadas penetran. Ahí entra en juego el hilo dental, herramienta indispensable para cortar el ciclo de acumulación bacteriana y prevenir tanto caries interdentales como inflamación gingival.
En definitiva, la rutina diaria de higiene bucal no debería pensarse como un trámite mecánico, sino como un cuidado preventivo integral. Cada indicación —desde el cepillo seco hasta el ángulo correcto, pasando por el hilo dental y la elección de cerdas suaves— responde a un objetivo concreto: remover la placa bacteriana antes de que se convierta en el origen silencioso de caries, gingivitis o periodontitis. Una técnica correcta no solo asegura dientes y encías saludables, sino que también evita complicaciones que, como ya muestra la evidencia científica, pueden tener impacto mucho más allá de la boca.
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