El inoxidable tartán: de símbolo escocés a la última foto de Isabel II
Edición Impresa | 21 de Septiembre de 2025 | 04:58

Las tierras altas de Escocia son el jardín de la Gran Bretaña. Desde hace casi dos siglos, es el lugar elegido por la familia real para vivir durante el verano. Y también para morir.
En los últimos días de agosto de 2022, cuando ya estaba por finalizar las vacaciones, la reina Isabel II comenzó a sentirse muy débil. Le planteó a Carlos la necesidad de regresar a Londres cuanto antes ya que morir en Escocia significaba un contratiempo logístico que no quería causar. Finalmente la convencieron de que siguiera los dictados de su corazón y dejara este mundo entre esas colinas verdes donde había sido feliz cada uno de sus 96 veranos.
En Balmoral, el castillo escocés de los Windsors, fue donde el 6 de septiembre se tomó la última foto de Isabel II. Dos días después fallecería y esa imagen recorrería el mundo. En ella la reina lucía una de las prendas más icónicas de su vestuario: la típica falda tableada conocida como kilt y confeccionada con un tejido conocido como tartán.
El rey Jorge IV / Web
DE MÍSTICA, SERIES E HISTORIA
Aunque antiguamente tartán se denominaba exclusivamente al tipo de tela, hoy se usa también para denominar al diseño de líneas entrecruzadas, más anchas o más finas, que van formando cuadros y a la que solemos decirle “escocés”, precisamente por su origen.
Hay mucha mística con el uso de los tartanes. Películas y series como Highlander (1986), Corazón Valiente (1995) y, en especial, Outlander, nos han dado una versión un poco deformada de la historia del tartán. Si nos quedamos con esa versión creeremos que, desde la Edad Media, las familias se identificaban con un diseño determinado y con un color que los distinguía. Y que si un Mac Donald usaba una kilt con los colores de los Mac Gregor hubiera sido como si Maradona se hubiera puesto la camiseta de River.
Nada más alejado. Las primeras prendas eran una especie de manta de lana con líneas sencillas y cada uno usaba el diseño que buenamente conseguía.
Recién en el siglo XVI se empieza a poner más atención en los colores y en hacer más estéticos los entre cruzamientos. Es también cuando la manta se convierte en falda tal como la conocemos hoy.
En el siglo siguiente los regimientos militares empiezan a adoptar un determinado color para identificarse. Así surge una cierta estandarización que dura poco porque los ingleses les prohiben el uso del tartán.
Como toda prohibición, generó el efecto contrario: los escoceses se avivaron de que el tipo de tejido y diseño les daba identidad como nación y su uso se transformó en símbolo de resistencia.
Pero el boom del tartán se produce en el siglo XIX gracias al autor de novelas de aventuras Walter Scott, quien recoge la tradición y logra que se produzca un “revival” folclórico de la iconografía de las Tierras Altas. Además, el propio Scott convence a los jefes de los clanes de que cuando el rey Jorge IV visite Edimburgo, lo reciban vestidos con kilt de diferentes colores según cada clan. Contrariamente a lo esperado, a Jorge IV le pareció encantadora la propuesta y en 1822 se hizo retratar con el tartán Stewart, asociado a su familia.
Parece que el rey era un influencer porque pronto se desata la “tartanmanía”. Todos quieren lucir el tartán del clan al que pertenecen o creen pertenecer. Pronto, los avispados comerciantes publican un catálogo con diseños clan por clan. Como estrategia de marketing dicen que lo copiaron de un antiquísimo manuscrito pero la realidad es que lo inventaron.
Carlos III en una foto a los 6 años / Web
LAS ÚLTIMAS DÉCADAS
Funcionar, funcionó. Incluso entre la realeza. El príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, fue un gran entusiasta del tartán. Precisamente él diseñó el tartán Balmoral que lucía Isabel II en su última foto y que es privativo del monarca y su familia directa.
Todos los monarcas descendientes de Victoria han usado tartán en sus viajes a Escocia e, incluso, han inspirado nuevos diseños. En el Registro Escocés de Tartanes figuran 23 patrones de la familia real.
Gracias a las nuevas técnicas de estampado los colores se han vuelto más vibrantes. El tartán Stewart y los que llevan el nombre de la reina Isabel II tienen como color principal el rojo, los verdes han homenajeado a las princesas de la familia y el rey Carlos III ha elegido tonos tierra más apagados para el tartán que lleva su nombre.
El actual rey es el monarca a quien más ha entusiasmado esta tradición y es muy común verlo en kilt durante los meses de verano en Balmoral. Ya a los 6 años fue retratado luciendo esta prenda y ha contagiado su entusiasmo tanto a Diana, que tenía muchísimo conjuntos escoceses en sus primeros tiempos de casada, como a Camila que suele usar los patrones reales en cuellos de abrigos, en tocados y faldas.
Carlos III junto a su esposa, la reina Camilla, en Escosia / Web
A quien no logró trasmitir el entusiasmo fue a su hijo Guillermo. Lo vimos de niño posando en kilt pero más por obligación que por convencimiento. Pero la tradición seguirá viva con Kate, su esposa, a quien vimos varias veces luciendo los tartanes reales.
El típico diseño de rayas entrecruzadas está en continua evolución. Nunca ha dejado de estar de moda y los grandes diseñadores como Chanel o Burberry lo han reversionado con éxito. Incluso ha cruzado los mares y tuvo su boom en Argentina en la década del 70. Y cada tanto, vuelve.
Sin ir más lejos nuestra Lali Espósito usó en sus últimos recitales un conjunto lencero de corpiño y falda realizado en tartán y con aplicaciones de cristales Swarovski. Los seguidores de Lali se han retrotraído al siglo XVIII y han vuelto a interpretar al tartán como símbolo de la resistencia. La realidad es que es un diseño tan versátil que está más allá de la brecha.
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