La costa sur de Puerto Rico, entre playas, sabores y tradición

Lejos del turismo masivo de San Juan, se despliega un itinerario de sitios vírgenes, reservas naturales, cascos históricos y una gastronomía en auge que combina tradición y modernidad

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La costa sur de Puerto Rico aparece como un secreto a voces para quienes buscan un destino fuera de los circuitos turísticos más masivos de la isla. Alejada del bullicio de San Juan, esta franja costera que se despliega desde Yabucoa hasta Cabo Rojo ofrece una experiencia que combina gastronomía de autor, pueblos históricos, playas espectaculares, reservas naturales y la calidez de su gente. Para recorrerla, el auto se vuelve un aliado indispensable: el transporte público es limitado y las rutas invitan a perderse entre contrastes de montañas verdes, paisajes semiáridos y el azul intenso del mar Caribe.

Guayama, ciudad costera y con un rico patrimonio cultural, se ha convertido en un epicentro gastronómico gracias a restaurantes que recuperan tradiciones locales con toques modernos. Uno de ellos es El Gallo Pinto, un proyecto del chef Ángel David Moreno, que acaba de ser finalista de los prestigiosos premios James Beard en la categoría de mejor chef del sur de Estados Unidos. Allí la cocina puertorriqueña se fusiona con técnicas francesas y afrocaribeñas en platos que sorprenden tanto como el ambiente: la calidez de una casona colonial en pleno centro histórico. La experiencia puede coronarse con un paseo por la plaza de recreo Cristóbal Colón y una parada en Rex Cream, la heladería fundada en 1964 que popularizó sabores tan únicos como el helado de maíz dulce y salado con canela.

UN PAISAJE SURREALISTA

El viaje hacia el oeste conduce a Cabo Rojo, otro de los tesoros del sur. El faro Los Morrillos, construido en 1881, se alza sobre acantilados de piedra caliza de más de 60 metros de altura y regala una de las vistas más espectaculares del Caribe. A sus pies, las salinas —en funcionamiento desde tiempos de los taínos— conforman un paisaje casi surreal, con montículos de sal y senderos que invitan a caminar al atardecer. Cabo Rojo también es sinónimo de playa: allí se contabilizan más de un centenar de opciones, desde las más familiares hasta calas escondidas, además del ambiente festivo del poblado de Boquerón, donde conviven bares bohemios, festivales como el del Orgullo Gay y el tradicional desfile de San Patricio.

BIODIVERSIDAD ÚNICA

La riqueza natural no termina en las playas. En el trayecto entre Guayama y Santa Isabel aparece el Bosque Estatal de Aguirre, una reserva de manglares y estuarios que conecta con la bahía de Jobos y que resguarda una biodiversidad única en la región. Los recorridos guiados permiten adentrarse en un ecosistema vital, donde conviven aves migratorias, reptiles y especies marinas que muestran la cara menos conocida de Puerto Rico.

Quienes han vivido siempre en la costa sur coinciden en que su mayor atractivo no son solo los paisajes o la gastronomía, sino la hospitalidad de sus habitantes. “Nuestro mayor activo es la gente, que hace que la gente se sienta como en casa”, resume Milexys Rosado Romero, anfitriona de una estancia en Cabo Rojo. Esa sensación de cercanía, unida al ritmo más pausado de la vida cotidiana, convierte cada kilómetro en una oportunidad de descubrir la esencia de Puerto Rico.

 

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