El espacio público es de todos, no de ningún particular

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Un nutrido inventario de inconductas e incidentes entre vecinos, considerados faltas y hasta delitos de menor cuantía que fue detallado ayer por este diario, dejó a la vista la necesidad de que desde la Comuna, se impulsen programas de revalorización del concepto de espacio público, que concierne al comportamiento de la población en las calles, veredas, paseos, ramblas y plazas de la Ciudad. Para estos casos tan numerosos, corresponde decir que esa suerte de libre albedrío puede derivar de la falta de controles y sanciones.

Tal como se reseñó en el informe, esa ausencia de cultura cívica se traduce en forma cotidiana en discusiones de frentistas y en peleas por cuestiones que tienen que ver con reservas de espacios para estacionar, talas de árboles, mal estacionamiento y demás conflictos intervecinales, que podrían disminuir en forma radical en la medida en que se expanda en la población un mayor respeto a las reglas que ordenan la convivencia.

La investigación realizada por este diario incluyó en ese inventario unas veinte infracciones tales como pintar de amarillo los cordones frente a garages que no existen; colocar vallas u otros artilugios para “proteger” cocheras; decidir las obras en construcción colocar vallas que obstruyen toda la vereda, desde el frente municipal hasta el cordón; reservar estacionamientos con cualquier objeto y obstruir las rampas de discapacitados estacionando vehículos.

Entre otros casos se mencionó el de los bares que sin permiso municipal colocan mesas y sillas en las veredas; estacionar autos sobre las veredas; realizar podas de árboles sin autorización de la Comuna; “inventar” rampas de garajes inexistentes; los taxis y remises que improvisan paradas no reglamentada; camiones en doble fila y además fuera de horario descargando mercaderías y falsos carteles de estacionamiento reservado, entre muchas otras.

Como se ha dicho, en ocasiones se puede estar frente a delitos penales que afectan al concepto de espacio público, tales como el vandalismo (grafitis, daños al mobiliario urbano), ocupación ilegal de espacios para fines lucrativos propios, como la venta ambulante no autorizada, el cuidado de coches y otras actividades ilícitas en las calles como arrojar basura o generar ruidos molestos.

No sería extraño suponer que mucha gente ignora la categoría penal que alcanzan estas actitudes y, como disuasión, acaso sería oportuno darlo a conocer desde organismos del Estado.

Si los problemas no son enfrentados y resueltos cuando parecen menores, el tiempo los agrava y suelen convierten en mucho más complejos. Existen sobrados ejemplos que así lo atestiguan.

Está entonces en claro que los vecinos debieran conocer que la Ciudad es de todos, que no le pertenece a ningún particular. Y que el espacio público es sagrado, en le medida en que necesita que se cumpla con las leyes que lo preservan como un territorio para la convivencia, no para los arrebatos y controversias.

 

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