Mamá hay una sola, a pesar de todo
Edición Impresa | 7 de Septiembre de 2025 | 00:54

Por MATILDE Q.
El Mondongo
Mi mamá siempre fue difícil. Tiene un carácter que puede cambiar en segundos: pasa de la ternura a la furia, de la calma a la crítica implacable. Ahora que envejece, me toca cuidarla. La contradicción me golpea cada día: me pide ayuda, pero también me rechaza, me necesita y al mismo tiempo me lastima con palabras que duelen. Vivo en La Plata y la paso a visitar en Tolosa. Preparo su comida, la acompaño al médico, reviso que no le falte nada. Pero salgo de su casa agotado, con el corazón apretado. A veces pienso que cuidar a alguien no siempre es sinónimo de amor fácil. También es bancarse la ingratitud, aprender a poner límites, reconocer que uno no puede con todo. Me siento culpable cuando deseo tomar distancia. Quizás lo más complicado sea aceptar que mi mamá nunca será la madre ideal que uno imagina. Será esta mujer compleja, cambiante, a quien igual elijo acompañar. Aprender a quererla en su imperfección es la lección más dura, pero también la más necesaria.
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