De Rusia a La Plata, una vida entre suelas y zapatos
La familia Roguin llegó a la ciudad escapando de José Stalin en la década del '30. Durante años vendieron suelas en la calle. Después se establecieron en un emprendimiento familiar que ahora cumple 70 años
| 8 de Febrero de 2001 | 00:00

Cuentan que el día que Manuel Roguin abandonó Kiev para abordar un barco que lo llevaría primero a Francia y después a La Plata, lo hizo después de escuchar el insistente rumor de que partidarios del dictador José Stalin se proponían quemar la aldea. Sin mirar atrás armó las valijas y con sus cuatro hijos cortó todos los lazos que lo unían al pueblo donde había nacido y donde llegó a adquirir cierto prestigio y estabilidad como panadero.
Con la incertidumbre en el horizonte, Manuel Roguin encontró una tabla de salvación en un hermano que, años atrás había emigrado a una ignota ciudad de América del Sur: La Plata. Hacia allí se dirigió y en los años siguientes se dedicó a la venta de suelas de zapatos. Primero como vendedor ambulante. Más tarde con un emprendimiento familiar que lo sobrevivió, se convirtió en el más antiguo de la ciudad en su rubro y acaba de cumplir 70 años.
Con sus 90 años, Benjamín Roguin, es actualmente el símbolo de ese emprendimiento -la "Casa Roguin, almacén de suelas" ubicada en 2 entre 44 y 45- para la familia. Aunque hace algunos años que no se para detrás del mostrador, sus familiares dicen que él es el alma del negocio. Desde que vendía suelas en la calle junto a su padre Manuel, hasta que le tocó en suerte repartir mercaderías en carro por la zona de Berisso y Ensenada. Y más tarde, al frente del emprendimiento familiar.
LA TRANSFORMACION DE UN OFICIO
La familia también fue testigo en esos años de la transformación de un oficio hoy casi en extinción: el de los zapateros remendones.
"Cuando el abuelo Benjamín empezó a trabajar en esto, los zapatos se mandaban a reparar habitualmente y la actividad era muy próspera", cuenta Federico Yutsiz, nieto de Benjamín y actualmente a cargo del negocio.
"Más tarde llegaron los materiales sintéticos y la importación de calzado barato que cambió el mercado y obligó a diversificarse. Hoy seguimos siendo un almacén de suelas, pero no sólo se provee a casas de composturas de calzado, sino también a fabricantes, tapicerías y ortopedias. Y hasta le vendemos cuero a artesanos y marroquinerías"
El mayor cambio, dice Yutsiz, se produjo en los últimos cinco años. A partir de entonces "no es que haya disminuido el número de zapateros, pero sí mermó de manera importante el trabajo que ellos tienen. Y nosotros los proveemos a ellos, así que eso también se nota en el negocio".
Es que actualmente, afirma Yutsiz, son pocos los que prefieren arreglar un zapato antes que comprar uno nuevo.
"En general lo hacen los que compran zapatos muy buenos, sobre todo nacionales. Y también la gente que es muy detallista y a la que le gusta mandar a fabricar zapatos a medida", explica.
De hecho, la diversificación no resulta un obstáculo en el seno de una familia que debió diversificarse en más de una oportunidad.
"El iniciador del emprendimiento, que fue Manuel Roguin, era panadero en la Unión Soviética. Pero cuando tuvo que irse, perseguido por los brotes antisemitas que fueron frecuentes en la rusia de Stalin, llegó a La Plata 'con una mano atrás y otra adelante', obligado a hacer cualquier cosa. Por eso lo primero que hizo en La Plata fue dedicarse a la venta ambulante en una carreta. Vendía lo que fuera y de a poco fue prosperando hasta dedicarse a las suelas", dice Federico Yutsiz.
Con la incertidumbre en el horizonte, Manuel Roguin encontró una tabla de salvación en un hermano que, años atrás había emigrado a una ignota ciudad de América del Sur: La Plata. Hacia allí se dirigió y en los años siguientes se dedicó a la venta de suelas de zapatos. Primero como vendedor ambulante. Más tarde con un emprendimiento familiar que lo sobrevivió, se convirtió en el más antiguo de la ciudad en su rubro y acaba de cumplir 70 años.
Con sus 90 años, Benjamín Roguin, es actualmente el símbolo de ese emprendimiento -la "Casa Roguin, almacén de suelas" ubicada en 2 entre 44 y 45- para la familia. Aunque hace algunos años que no se para detrás del mostrador, sus familiares dicen que él es el alma del negocio. Desde que vendía suelas en la calle junto a su padre Manuel, hasta que le tocó en suerte repartir mercaderías en carro por la zona de Berisso y Ensenada. Y más tarde, al frente del emprendimiento familiar.
LA TRANSFORMACION DE UN OFICIO
La familia también fue testigo en esos años de la transformación de un oficio hoy casi en extinción: el de los zapateros remendones.
"Cuando el abuelo Benjamín empezó a trabajar en esto, los zapatos se mandaban a reparar habitualmente y la actividad era muy próspera", cuenta Federico Yutsiz, nieto de Benjamín y actualmente a cargo del negocio.
"Más tarde llegaron los materiales sintéticos y la importación de calzado barato que cambió el mercado y obligó a diversificarse. Hoy seguimos siendo un almacén de suelas, pero no sólo se provee a casas de composturas de calzado, sino también a fabricantes, tapicerías y ortopedias. Y hasta le vendemos cuero a artesanos y marroquinerías"
El mayor cambio, dice Yutsiz, se produjo en los últimos cinco años. A partir de entonces "no es que haya disminuido el número de zapateros, pero sí mermó de manera importante el trabajo que ellos tienen. Y nosotros los proveemos a ellos, así que eso también se nota en el negocio".
Es que actualmente, afirma Yutsiz, son pocos los que prefieren arreglar un zapato antes que comprar uno nuevo.
"En general lo hacen los que compran zapatos muy buenos, sobre todo nacionales. Y también la gente que es muy detallista y a la que le gusta mandar a fabricar zapatos a medida", explica.
De hecho, la diversificación no resulta un obstáculo en el seno de una familia que debió diversificarse en más de una oportunidad.
"El iniciador del emprendimiento, que fue Manuel Roguin, era panadero en la Unión Soviética. Pero cuando tuvo que irse, perseguido por los brotes antisemitas que fueron frecuentes en la rusia de Stalin, llegó a La Plata 'con una mano atrás y otra adelante', obligado a hacer cualquier cosa. Por eso lo primero que hizo en La Plata fue dedicarse a la venta ambulante en una carreta. Vendía lo que fuera y de a poco fue prosperando hasta dedicarse a las suelas", dice Federico Yutsiz.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE