Tribus urbanas: el desafío de convivir

Durante la última semana el ataque de un grupo de skinheads (cabezas rapadas) a un adolescente "rolinga" (seguidor de los Rolling Stones) en Buenos Aires volvió a poner a las tribus urbanas en el centro de la escena. Cómo viven en La Plata y quiénes las integran. La relación entre cada una de ellas. Y las esporádicas fricciones que no llegan a alterar la coexistencia en una ciudad donde el elemento más violento -el skinhead- no tiene presencia

Por: OMAR GIMENEZ

Se lo veían venir. Instalados en la esquina de 8 y 50, en el frente de los Tribunales Federales, donde pasan las horas practicando pasos de hip hop, Orco, Carla, Will, Gerónimo y Sonny notaron que las reformas edilicias hechas en un local bancario de enfrente dejaban sin espacio a los pibes de la tribu dark (oscura) que se reunían tradicionalmente en ese lugar con sus tachas, sus caras maquilladas, sus sobretodos negros y sus remeras de Marilyn Manson. No fue difícil imaginar que eso traería problemas. Problemas que se concretaron un rato después, apenas los dark cruzaron la calle para instalarse frente a los Tribunales, en ese espacio que los bailarines callejeros habían hecho suyo a fuerza de acrobacias, con sus rodilleras, sus pantalones holgados, sus gorras y sus vinchas. Y hubo gritos y hubo desacuerdos y hubo algún empujón. Hasta que Gerónimo, uno de los cultores del hip hop, llamó a la reflexión al grupo: "si nos peleamos por el lugar nos van a terminar echando a todos. Así que pongámonos de acuerdo para compartirlo", propuso y la sugerencia prendió. Hoy de la escalera para arriba es territorio dark. De la escalera para abajo, territorio hip hop. Y todos en paz.

Con las rutinas heridas por el efecto post Cromañón que dejó a la ciudad casi sin recitales y en plena redefinición de sus espacios, los integrantes de las tribus urbanas platenses, forjadas en torno a distintos subgéneros del rock, se las arreglan para sostener una coexistencia pacífica, apenas alterada por algunas fricciones puntuales entre grupos rivales sin mayores incidencias. Es una realidad bastante distinta, describen los propios integrantes de estos nucleamientos, a la que se vive en Buenos Aires, donde el fenómeno volvió a colocarse en el centro de la escena a partir de una serie de hechos violentos protagonizados por skinheads esta semana. El más resonante de esos sucesos terminó con un adolescente stone golpeado y apuñalado por tres cabezas rapadas de entre 25 y 30 años. Apenas un día después, un chico judío de 15 años resultaba perseguido e insultado por gente del mismo grupo que fue detenida acusada de violar la ley antidiscriminatoria.

Para los integrantes de las tribus urbanas platenses hay un elemento que marca la diferencia entre una ciudad y otra: en La Plata es rara la presencia de skinheads -considerado el grupo que hace de la violencia contra otras tribus su medio de expresión- y eso permite que la coexistencia sea tranquila, con excepción de alguna disputa por el territorio, alguna cargada de esas que nunca faltan o el viejo ejercicio de subestimar o ignorar lisa y llanamente al de la vereda de enfrente.

Más allá de las cuestiones que hacen a la convivencia entre grupos, los integrantes de las tribus describen los usos y costumbres de cada nucleamiento, su filosofía y las características actuales de un fenómeno cuyo origen antropólogos y sociólogos ubican en los años '60 . Y que definen como la aparición de nuevos sujetos sociales por encima de las clases, que construyen su identidad a partir de la adscripción a ideologías light (livianas) basadas en consumos culturales, proceso acentuado por la globalización.

La pertenencia a los grupos, considerada parte de una etapa de socialización, se caracteriza por ser coyuntural. Y en ese marco, no resulta extraño que las identidades se construyan acentuando más las diferencias que las similitudes, dicen los especialistas. Ni tampoco que algunos integrantes migren de un grupo a otro por breves períodos y sin mayores conflictos.

Y si bien estos elementos permanecen constantes, lo que cambia es el mapa de los tribus. Si alguna vez hippies, heavys y "conchetos" fueron los únicos, eso quedó definitivamente atrás.

Hoy las denominaciones y los grupos se multiplicaron. Pero una enumeración básica de las presentes en La Plata no puede omitir a los stones o rolingas, góticos, modernos, punks, hip-hop, heavys, darks y cumbias, principales exponentes de un fenómeno que ya forma parte del paisaje urbano.

BAILANDO EN LA VEREDA

Como si se tratara de un Tony Manero del siglo XXI, Gerónimo (22) pasa la mayor parte de su día trabajando como operario en una hilandería del barrio de Olmos y esperando ansioso la hora de salida para dedicarse a lo que más le gusta. El hip hop, ese estilo de baile callejero nacido en el Bronx que para que sea auténtico hay que aprender a bailar en la calle. Como cualquiera de los 40 B-boys (cultores del género) que se reúnen a diario en la plaza del Teatro Argentino, frente a los Tribunales de 8 y 50 o en Plaza Moreno, Gerónimo dedica hasta siete horas diarias a bailar. Y baila sin música, acompañado por los sonidos que emite usando la boca y las manos algún compañero y que imitan al bajo y a la batería de la música "dance".

"La consigna es 'cebarse', ponerse las pilas para que los pasos salgan bien", dice Will (17) mientras "tira" "torres" y "mortales" en la esquina de 8 y 50, pasos que generan distintos tipos de reacciones entre los que pasan: están los que se paran a mirar, los que convocan a los bailarines para animar alguna fiesta, los que miran de reojo y con desconfianza sus atuendos y los que responden a las destrezas con la más absoluta de las indiferencias.

Seguidores de músicos como Eminem o Snoopy Doggy Dog en el plano internacional y de bandas como Sutil o Plan B en el ámbito platense, los B-boys locales dicen que el secreto de los cultores del hip hop es "llevarse bien con todos, aunque a veces los rolingas, los cumbias o los conchetos, que no nos entienden, nos bardean".

Sonny (17) y Carla (21), que integran un grupo de hip hop callejero que ya bailó en clubes y fiestas admiten que también tienen otros objetivos: "poder trabajar y vivir de esto y ya hay discotecas y bares que nos contratan", cuenta la chica, que estudia diseño gráfico y sueña con ser bailarina profesional del estilo.

CON EL ESPIRITU DEL BARRIO

Los 194 muertos de la tragedia de Cromañón dejaron huellas en la rutina de las tribus urbanas y la de los "stones" o "rolingas", una de las más numerosas, se considera de las más golpeadas por los efectos derivados de la tragedia.

"Hoy casi no hay recitales, porque para tocar en los pocos lugares habilitados los grupos tienen que pagar hasta 250 pesos de sonido. Y los recitales eran el principal punto de encuentro de los stones, que hacían un culto de seguir a la banda de su barrio", dice Augusto Merlo (19), estudiante e integrante de una banda platense de esa tribu.

Identificados con los Rolling Stones en el ámbito internacional y con grupos como Esquina Marginal o Alienados en el ámbito platense, los stones se mueven en la actualidad en un circuito conformado por tres bares céntricos donde pasan rock'n'roll. Y ante la falta de recitales se repliegan a las esquinas de los barrios, donde despliegan el ritual de compartir la cerveza y de cultivar esa imagen típica en la que resultan indispensables el flequillo, las zapatillas de básquet y la chalina.

"Con las otras tribus está todo bien, sobre todo con la murguita y los rastas. Acá por suerte no hay skinheads, entonces los roces se reducen a algún encontronazo con los punks", dice "Chavo" Romero (25), que alterna su función de músico de una banda de rock con la de ayudante en una fiambrería.

"Los que a veces nos bardean son los punks", coincide Augusto Merlo, "en los recitales compartidos ellos cantan eso de 'que se muera Mick Jagger la puta que lo parió" y es obvio que es para nosotros, pero nunca pasa de los cantitos. Eso lo inventó (la banda punk) Dos Minutos, cuando compuso un tema que los punks siguen cantando "Che, rolling stone/ te ganaste el cajón/ tu cuerpo se está pudriendo/la larva lo está comiendo".

Con todo, no es eso lo que más preocupa a Javier Martínez, un empleado de 28 años de Villa Elvira que se declara 'stone a morir' y que dice que después de toda una vida de ir continuamente a recitales le pesa la actual sequía de propuestas.

UN CULTO A LA MELANCOLIA

"Antes no me paraban los taxis, desde hace un tiempo tampoco me paran los colectivos", dice serio Gonzalo (16), en pleno tránsito de ser un chico dark a convertirse en un integrante de la tribu gótica, esos que se destacan por utilizar ropa larga negra, tachas y mucho maquillaje.

"Inmortal" (que también milita entre los góticos y deplora que lo mencionen por su nombre) tiene 23 años y es desde hace tiempo integrante de esa tribu urbana en La Plata. Estudiante de letras, cuenta que la movida gótica en la ciudad pasa en la actualidad por algunas fiestas privadas y esporádicas reuniones organizadas en bares, a veces con la presencia de bandas en vivo, principalmente el grupo platense Corpus Christi.

Poco movimiento, reconoce, que los obliga a compartir recitales con bandas de Heavy Metal, a frecuentar tiendas de ropa y accesorios metaleros y los epicentros de la movida gótica en Buenos Aires, donde se hace indispensable cuidarse de la agresividad de los skinheads.

Seguidores de bandas como Lacrimosa y Ramstein los góticos dicen hacer un culto de la melancolía y la oscuridad, al tiempo que coquetean con el sadomasoquismo, cuenta "Inmortal", aunque reconoce que "en todo esto hay mucha careteada y son varios los que parecen góticos solamente por la ropa que se ponen".

La reivindicación del dolor también aparece en otras tribus. A. (14), se define como alterno punk (seguidora de bandas como El Otro Yo) y dice que "cortarse es una liberación del alma". Después muestra los antebrazos desgarrados a puro golpe de hoja de afeitar. Casi enseguida se vuelve a tapar las cicatrices, pudorosa y pide no aparecer en las fotos.

Para góticos, alternos y darks en La Plata no existen mayores conflictos con otras tribus, siempre y cuando soporten las cargadas de "rolingas" y "cumbias" dirigidas a sus atuendos medievales.

Nikuzz (16), se define también como alterno punk y considera que, en definitiva, la tolerancia entre tribus no depende del subgrupo al que se pertenece sino de la mentalidad de cada uno: "en cada tribu vas a encontrar gente con la mente abierta, dispuesta a aceptar a los diferentes y otros con la cabeza cerrada a los que les cuesta más. Pero no me parece que eso pase solo en las tribus y creo que se ve en todos lados".

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