Nuevo capítulo en la polémica por la basura
Cómo funciona una planta de transferencia. Debate en la Región
| 30 de Diciembre de 2007 | 01:00
"Hay que desmitificar al proceso de transferencia de residuos como posible generador de contaminación". La polémica por el destino de la basura domiciliaria de la región sigue sumando capítulos; ahora, desde el gobierno bonaerense -que impulsa la construcción de una planta de traspaso de desperdicios en Ensenada, como paso previo al cierre de su relleno sanitario- se afirma que la oposición de grupos ambientalistas al proyecto "es en gran parte infundada" y que surge del desconocimiento de los mecanismos que se prevé aplicar.
La planta que se pretende erigir en el distrito ribereño sería la primera fuera de la capital federal, y replicaría el diseño de las tres existentes en los barrios porteños de Colegiales, Pompeya y Flores como eje del plan que avalan los municipios de La Plata, Berisso y Ensenada, la CEAMSE y el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible -ex secretaría de Política Ambiental- para dejar de apilar basura, en un plazo de siete meses, en los terrenos de diagonal 74 y arroyo El Gato.
La propuesta que fue entregada a los vecinos de la "Asamblea Ambiental" hace diez días, durante una tensa audiencia que tuvo lugar en la Suprema Corte bonaerense, prevé el cese de la recepción en Ensenada de basura procedente de Florencio Varela para el 15 de enero próximo; igual medida para los residuos que llegan desde Berazategui, a partir del 31 de enero de 2008; y la construcción, en el actual predio de CEAMSE, de una planta de transferencia de basura del Gran La Plata hacia el relleno sanitario de José León Suárez-Campo de Mayo.
Los dos primeros puntos no generaron discusiones: fueron considerados un "adelanto" por quienes buscan la desactivación del vertedero, y ya se considera un hecho que desde el primer día de febrero el relleno ensenadense quedará liberado de los desechos de esos dos distritos del Conurbano. La polémica se desató por el tercero: los vecinos insisten con que el objetivo debe ser que "cada municipio se haga cargo de su basura", y hablaron del "riesgo latente de mantener en la CEAMSE de Ensenada actividades que impliquen la recepción de basura".
En este contexto, las ONGs comunicaron de manera oficial a la Suprema Corte que no firmarán ningún convenio "que no resuelva esos problemas". Y advirtieron que "las plantas de transferencia ubicadas en la capital federal, y otras que se mencionan como 'ejemplos de gestión ambiental', no están ubicadas dentro de un Centro De Disposición Final como se pretende en Punta Lara".
Desde la comuna ensenadense, en tanto, se apoyó el emprendimiento, pero se aclaró que "el objetivo de lograr el cierre definitivo del relleno sanitario no es materia de negociación" y que el plazo de siete meses "debe ser improrrogable". Además, entre otros puntos, se instó al gobierno bonaerense a "concluir la repavimentación de la diagonal Domingo Mercante", y a la CEAMSE a "ejecutar el plan de forestación del predio, incorporándolo al entorno como parque ribereño".
EN EL CORAZON DE COLEGIALES
A pocas cuadras de la estación Colegiales, sólo el paso reiterado de camiones recolectores y portacontenedores de color verde oscuro con el logo de la CEAMSE sugiere la presencia de la planta de transferencia. Ubicada en el 290 de la calle Cramer, en un angosto corredor paralelo a las vías del ramal Retiro-José León Suárez del ferrocarril Mitre, está rodeada por terraplenes arbolados y "protegida" por una morfología urbana rebuscada: cortadas, complejos habitacionales, antiguos silos reciclados en costosos edificios de departamentos, manzanas irregulares, galpones ferroviarios.
Según recuerdan los responsables de la planta, el desarrollo inmobiliario de la zona se dio "mucho después" de que se inaugurara, en abril de 1979, en casi dos hectáreas de la entonces "villa de Colegiales". Ahora, está a un par de cuadras de la avenida Dorrego, frontera del híper-cotizado "Palermo Hollywood".
El esquema es sencillo: los camiones encargados de la recolección urbana ingresan al predio, se pesan, descargan y se vuelven a pesar; los choferes toman el ticket de control correspondiente a la operación, y se van. La basura que dejaron -a razón de unas ocho toneladas por cada camión standard o "cola de pato"-, es cargada en contenedores de 23 a 26 toneladas -que, sumando el vehículo portante, llegan a pesar 45- y enviada a un relleno sanitario.
El proceso de transferencia en sí no implica mayor despliegue tecnológico: los camiones recolectores estacionan "de cola" en una playa de estacionamiento elevada, con varias dársenas; vuelcan su carga en una tolva de acero rectangular que es rociada permanentemente con agua, para asentar el abundante polvo; cuando la tolva está cargada, un pistón empuja los desperdicios hacia uno de los extremos, por donde caen -gravedad mediante- hacia una celda inferior; y desde allí, otro émbolo los empuja dentro del contenedor, adosado mediante grampas removibles.
"El criterio actual para la construcción de las plantas es que, aún habiendo camiones en espera, ninguno quede estacionado en la vía pública" explica Carlos Alberto Fontán, un ingeniero con casi tres décadas de experiencia en la CEAMSE que hoy es subgerente de Transferencia y Transporte en el ente estatal: "en el caso de Ensenada, las dimensiones del predio hacen sencillo respetar esta premisa".
En la playa de descarga de residuos -techada y rodeada por tres paredes-, el olor es tan penetrante como desagradable. Fuera de allí, prácticamente no se lo percibe, excepto en el área de carga de contenedores, donde una multitud de palomas y gorriones picotea los escasos fragmentos de basura que caen de las tolvas. Allí también se derrama líquido -unos diez mil litros por cada dos mil toneladas de basura que atraviesan el proceso de transferencia- que es recogido para su tratamiento.
La planta que se pretende erigir en el distrito ribereño sería la primera fuera de la capital federal, y replicaría el diseño de las tres existentes en los barrios porteños de Colegiales, Pompeya y Flores como eje del plan que avalan los municipios de La Plata, Berisso y Ensenada, la CEAMSE y el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible -ex secretaría de Política Ambiental- para dejar de apilar basura, en un plazo de siete meses, en los terrenos de diagonal 74 y arroyo El Gato.
Los dos primeros puntos no generaron discusiones: fueron considerados un "adelanto" por quienes buscan la desactivación del vertedero, y ya se considera un hecho que desde el primer día de febrero el relleno ensenadense quedará liberado de los desechos de esos dos distritos del Conurbano. La polémica se desató por el tercero: los vecinos insisten con que el objetivo debe ser que "cada municipio se haga cargo de su basura", y hablaron del "riesgo latente de mantener en la CEAMSE de Ensenada actividades que impliquen la recepción de basura".
En este contexto, las ONGs comunicaron de manera oficial a la Suprema Corte que no firmarán ningún convenio "que no resuelva esos problemas". Y advirtieron que "las plantas de transferencia ubicadas en la capital federal, y otras que se mencionan como 'ejemplos de gestión ambiental', no están ubicadas dentro de un Centro De Disposición Final como se pretende en Punta Lara".
Desde la comuna ensenadense, en tanto, se apoyó el emprendimiento, pero se aclaró que "el objetivo de lograr el cierre definitivo del relleno sanitario no es materia de negociación" y que el plazo de siete meses "debe ser improrrogable". Además, entre otros puntos, se instó al gobierno bonaerense a "concluir la repavimentación de la diagonal Domingo Mercante", y a la CEAMSE a "ejecutar el plan de forestación del predio, incorporándolo al entorno como parque ribereño".
EN EL CORAZON DE COLEGIALES
A pocas cuadras de la estación Colegiales, sólo el paso reiterado de camiones recolectores y portacontenedores de color verde oscuro con el logo de la CEAMSE sugiere la presencia de la planta de transferencia. Ubicada en el 290 de la calle Cramer, en un angosto corredor paralelo a las vías del ramal Retiro-José León Suárez del ferrocarril Mitre, está rodeada por terraplenes arbolados y "protegida" por una morfología urbana rebuscada: cortadas, complejos habitacionales, antiguos silos reciclados en costosos edificios de departamentos, manzanas irregulares, galpones ferroviarios.
Según recuerdan los responsables de la planta, el desarrollo inmobiliario de la zona se dio "mucho después" de que se inaugurara, en abril de 1979, en casi dos hectáreas de la entonces "villa de Colegiales". Ahora, está a un par de cuadras de la avenida Dorrego, frontera del híper-cotizado "Palermo Hollywood".
El esquema es sencillo: los camiones encargados de la recolección urbana ingresan al predio, se pesan, descargan y se vuelven a pesar; los choferes toman el ticket de control correspondiente a la operación, y se van. La basura que dejaron -a razón de unas ocho toneladas por cada camión standard o "cola de pato"-, es cargada en contenedores de 23 a 26 toneladas -que, sumando el vehículo portante, llegan a pesar 45- y enviada a un relleno sanitario.
El proceso de transferencia en sí no implica mayor despliegue tecnológico: los camiones recolectores estacionan "de cola" en una playa de estacionamiento elevada, con varias dársenas; vuelcan su carga en una tolva de acero rectangular que es rociada permanentemente con agua, para asentar el abundante polvo; cuando la tolva está cargada, un pistón empuja los desperdicios hacia uno de los extremos, por donde caen -gravedad mediante- hacia una celda inferior; y desde allí, otro émbolo los empuja dentro del contenedor, adosado mediante grampas removibles.
"El criterio actual para la construcción de las plantas es que, aún habiendo camiones en espera, ninguno quede estacionado en la vía pública" explica Carlos Alberto Fontán, un ingeniero con casi tres décadas de experiencia en la CEAMSE que hoy es subgerente de Transferencia y Transporte en el ente estatal: "en el caso de Ensenada, las dimensiones del predio hacen sencillo respetar esta premisa".
En la playa de descarga de residuos -techada y rodeada por tres paredes-, el olor es tan penetrante como desagradable. Fuera de allí, prácticamente no se lo percibe, excepto en el área de carga de contenedores, donde una multitud de palomas y gorriones picotea los escasos fragmentos de basura que caen de las tolvas. Allí también se derrama líquido -unos diez mil litros por cada dos mil toneladas de basura que atraviesan el proceso de transferencia- que es recogido para su tratamiento.
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