Valiosa alternativa para enfrentar el fenómeno de la violencia juvenil

Los enfrentamientos de jóvenes que, hace poco tiempo, se atacaron con palos y piedras en el centro platense, fueron tan sólo algunas de las evidencias más visibles de una violencia adolescente que, como creciente fenómeno social, se ha venido imponiendo en los últimos años y que ha tenido no sólo a las calles como escenarios para exhibirse.

De allí que cobre especial relevancia el trabajo que desarrolla un grupo de estudiantes y graduados de la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata, destinado a resolver conflictos de violencia en una escuela secundaria de nuestra región, pero que se trasladará a otros establecimientos educativos, a través de una unidad de atención que, según se detalló en la noticia publicada en este diario, intenta resolver conflictos mediante un mecanismo de diálogo facilitado, alternativo al sistema judicial penal tradicional.

El programa busca revertir el modo de trabajo que existe actualmente en materia de delincuencia juvenil y, a la vez, procura instrumentar mecanismos de prevención y tratamiento acorde a las características de cada uno de los chicos involucrados. El concepto de diálogo y prevención aparece así como alternativa eficaz a la judicialización de los conflictos, que en muchos casos deriva en el posterior encierro de niños y jóvenes en institutos de menores.

En muchas oportunidades y, justamente, a raíz de los serios incidentes que se registraron en nuestra ciudad, que dejaron en varias ocasiones el saldo de heridos y lesionados, con vehículos particulares seriamente dañados en las batalles campales que protagonizaron grupos juveniles, se sostuvo en esta columna que la situación no se resolvía exclusivamente con la intervención de la Justicia. Se señaló que, tal como lo recomiendan los especialistas, no son únicamente la policía y la justicia las que pueden resolver, ellas solas, estos fenómenos antisociales que protagonizan los jóvenes.

Bien se conoce que muchas veces los boliches, los recitales y también, en oportunidades, las mismas escuelas, suelen ser los escenarios centrales en los que se desatan con dolorosa frecuencia episodios violentos que tienen a los adolescentes como víctimas y victimarios. Y en ese marco, seguramente, un principio para comenzar a encontrar soluciones a esta problemática, signada por las agresiones de los jóvenes entre sí, y colateralmente hacia los demás, sería asistir a esa generación para que tome mayor conciencia sobre lo que significa participar de una cultura de la violencia.

Está clara, por consiguiente, la importancia que pueden adquirir todas aquellas alternativas educativas que -tomando debida nota de las crecientes expresiones violentas que signan en este tiempo las relaciones entre los jóvenes- busquen fórmulas que apunten a variar una tendencia tan negativa. Pero es obvio que no pueden faltar los padres y los docentes de los menores, en una tarea que demanda, también, la presencia de los restantes organismos educativos, que deberían aportar las herramientas necesarias para que los responsables de los menores puedan desarrollar la misión con los conocimientos y medios necesarios.

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