Un drama sin fin

La lista de cien muertos por accidentes viales en la Región comenzó a escribirse el 5 de enero pasado, cuando un pibe de 16 años murió al caer de su moto mientras corría una picada

Walter Zucchini era el menor de diez hermanos de una familia humilde de City Bell. El 4 de enero pasado había cumplido 16 años. Al día siguiente, mientras disfrutaba de su moto nueva, perdió el control en 12 y 476 y, sin casco de protección, salió despedido para morir impactado contra el suelo. Fue la primera de las cien muertes que se cuentan ahora. La primera vida que se cobró la locura del tránsito local en su versión 2013.

Uno de sus hermanos, Darío, construyó cerca del lugar de la tragedia, a metros del paso a nivel de la estación City Bell, un altar para recordarlo y pedir justicia. El lugar es una memoria hecha con carteles, fotos y grafitis repletos de dolor.

Walter había comprado aquella moto hacía nada más que tres semanas. Era su locura, su primer vehículo; el sueño cumplido después de meses de trabajo juntando cartón y botellas en el carro de su familia. Recién terminaba el segundo año del secundario y tenía todas las vacaciones de verano para disfrutarla. Pero aquella tarde se puso a jugar picadas con otros chicos del barrio y todo terminó de la peor manera.

“Mi hermano no estaba solo corriendo picadas -cuenta Darío-. Es cierto que no tenía el caso puesto, pero a él lo encerraron al llegar a la curva y después lo dejaron tirado en una zanja. Nosotros queremos justicia, reclamamos, pedimos. Pero la verdad es que hasta ahora a nadie le importó la muerte de mi hermano”.

Así como no llevaba casco, Walter tampoco se encontraba habilitado para conducir. Manejaba sin licencia. “La travesura de un chico”, explican sus familiares, quienes quedaron destrozados con su muerte y hoy buscan que alguien pague por su muerte.

Fue, como se dijo, la primera del año. El primer caso que inició este conteo que parece no querer terminar jamás. Después vino otra. Y otra. Y muchas más. Como una epidemia en la que todos nos volvemos más chiquitos y vulnerables y a la que, como si fuésemos seres sin conciencia ni protección, la organización civil Luchemos por la Vida le adjudicó en los últimos 15 años un total de 112.276 muertos en el país. El promedio es lapidario: 21 muertos por día en accidentes de tránsito.

Pero nadie es un número o una simple estadística. Y detrás de cada caso, al acercarse nomás, aparecen las historias como las de Walter y las voces que, como la de su hermano Darío, conmueven e impresionan.

“Mi hermano era un pibe sano, buenísimo, al que todo el mundo quería de corazón. Realmente no lo podemos entender, en especial cuando uno ve a los otros pibes del barrio que siguen jugando picadas como si nada”. La vocecita de Darío es un lamento que no tiene fin. Como tampoco tiene fin esta epidemia para la que parece no haber antídoto ni freno. El conteo arrancó el 5 de enero y ayer llegó al número cien. Pero sigue. Suma nombres. Y lo más probable, a esta altura, es que sume muchísimos más.

SIN FRENO
En los 4 meses siguientes a la muerte de Walter, otros 22 motociclistas murieron en La Plata. La mayoría eran jóvenes como él. Y casi ninguno llevaba casco.

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