Hace un siglo finalizaba la famosa “Belle Epoque”
| 1 de Julio de 2014 | 00:00

Por HERNAN LUNA (*)
B elle Epoque significa en francés “Epoca Bella”, con un matiz, además de estético, de pujanza económica y satisfacción social, es una expresión nacida antes de la Primera Guerra Mundial para designar el periodo de la historia de Europa comprendido entre la última década del siglo XIX y el estallido de la Gran Guerra de 1914.
Esta designación respondía en parte a una realidad recién descubierta que imponía nuevos valores a las sociedades europeas (expansión del imperialismo, fomento del capitalismo, enorme fe en la ciencia y el progreso como benefactores de la humanidad); también describe una época en que las transformaciones económicas y culturales que generaba la tecnología influían en todas las capas de la población, y también este nombre responde en parte a una visión nostálgica que tendía a embellecer el pasado europeo anterior a 1914 como un “paraíso perdido” tras el salvaje trauma de la Primera Guerra Mundial.
ASPECTOS POLITICOS
Luego de la Guerra franco-prusiana, Europa vivió un período de paz que favoreció los avances científicos, técnicos, sociales y económicos, particularmente en Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia, Austria-Hungría e Italia. Cabe indicar que, en esa época, prácticamente todas las naciones con gran influencia política a nivel mundial eran europeas, las rivalidades (políticas o económicas) entre estas potencias obligaban a guardar un “equilibrio de poder” que, precisamente, impidió durante cuatro décadas que tales diferencias fueran disputadas mediante una guerra.
Es preciso mencionar que en ese período países como China y Japón estaban aún lejos de lograr los niveles de poderío a escala mundial que mostraban los grandes Estados de Europa, siendo su influencia tan sólo a escala regional y en competencia con las naciones europeas. Inclusive Estados Unidos era ya una potencia industrial, pero cuya pujanza era superada en diversos aspectos por Gran Bretaña, Alemania o Francia.
Fue en esa época cuando las grandes naciones europeas alcanzaron su máximo dominio y superioridad a nivel mundial, lo cual se ve reflejado en el hecho que, tras el reparto de África, prácticamente todos los imperios coloniales europeos estaban sólidamente definidos y sojuzgados antes de 1914.
Durante la Belle Epoque, el imperialismo era considerado una política de Estado aceptable y válida para los políticos europeos y para grandes sectores de la población. El imperialismo era justificado en tanto se le consideraba como generador de valiosas fuentes de materia prima, así como de nuevos mercados para la creciente producción industrial, lo cual era crucial para países europeos que carecían de aquellas y con mercados internos ya bastante explotados.
En toda Europa, la “mano de obra” se organizó en sindicatos o en partidos políticos: en este período aparecen los primeros partidos políticos socialistas europeos, cada vez más influyentes. También se organizan en movimientos políticos las corrientes ideológicas propias del conservadorismo y del liberalismo, en lo político y económico.
ASPECTOS SOCIALES
La tendencia era hacia un optimismo ambicioso respecto al porvenir, conforme las innovaciones tecnológicas. El positivismo y el cientificismo hicieron su aparición y empezaron a ganar adeptos entre los intelectuales. La Belle Époque se hizo notar en la arquitectura, cafés, cabarets, talleres y galerías de arte, salas de conciertos y salones frecuentados por la burguesía y la incipiente clase media.
La antigua aristocracia europea aún conservó una gran influencia política; no obstante, con el auge del capitalismo a gran escala, los aristócratas debieron compartir por vez primera diversos privilegios junto a una burguesía ambiciosa y más poderosa que otrora, la cual exigía una participación importante en las decisiones políticas gracias a su vigor financiero.
Los cambios tecnológicos y económicos acentuaron las diferencias entre ciudad y campo, ricos y pobres, la migración de campesinos a las ciudades se hizo necesaria para cubrir la urgencia de mano de obra para las industrias, y este fenómeno puso amplias masas humanas en contacto directo con los adelantos tecnológicos de las urbes. Las grandes ciudades del mundo experimentaron desde 1890 constantes aumentos de población.
A pesar que la brecha entre pobres y ricos se mantenía, se hacía sentir la necesidad de que el naciente proletariado urbano participara de esas transformaciones: el auge tecnológico hizo necesario el fomento de la educación en todos sus niveles, mientras que las noticias del mundo exterior se difundían más fácilmente gracias al ferrocarril, al cable submarino y al telégrafo. Toda esta difusión de conocimiento empezaba a generalizarse al aumentar la alfabetización para atender las necesidades de una economía moderna, mientras crecía el número de publicaciones de consumo popular.
ASPECTOS ECONOMICOS
En la práctica todos los sectores económicos se hallaban interrelacionados por una mayor facilidad y velocidad en las comunicaciones a través del buque a vapor, telégrafo, ferrocarriles, teléfono, a una escala planetaria que nunca antes se había conocido.
La tecnología hacia que los costos del transporte se redujeran drásticamente y que las mercancías de toda especie pudieran recorrer enormes distancias. Con ello los mercados internacionales abarcaron no sólo a los estados industrializados, sino también a las colonias y países periféricos.
El período de “paz y progreso” llego a su fin de modo repentino, con el estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914. Los inventos maravillosos del desarrollo tecnológico, como el avión, perdieron su imagen mágica cuando fueron utilizados para matar. Algunos historiadores señalan como el final de la Belle Époque el naufragio del Titanic, en 1912, percibido como el comienzo de la desconfianza humana hacia la tecnología.
(*) Docente de la Universidad Nacional de La Plata.
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