Momento crítico para la ficción argentina

Fue el peor año para las series argentinas. Las hubo malas, regulares y hasta algunas muy buenas (“Historia de un Clan”, por ejemplo) pero el problema no tuvo tanto que ver con su calidad como con sus audiencias: el rating no acompañó durante todo el año a la ficción argentina, que cambió de lugar constantemente en la grilla para darle lugar a otros productos que entibiaran la pantalla.

Las señales de la decadencia de las tiras argentinas, claro, venía de antaño. Desde “Graduados”, ninguna serie nacional había superado los 20 puntos de rating y, de hecho, hoy casi ningún programa alcanza esa marca: apenas “ShowMatch”, el show más exitoso de la tevé, consigue pasar esa marca regularmente. El resto ni se acerca.

Hay, en ese sentido, un achatamiento de las expectativas. Hace cinco años, una tira en el prime time, como “Viudas e hijos del rock and roll”, que midiera 15 puntos de rating, era un absoluto fracaso. Hoy es una marca aceptable, esperable. Hasta buena. Si “Esperanza Mía”, considerada uno de los éxitos del año, mide por debajo de esa marca...

EXODO

El éxodo de los televidentes excede a las tiras: la tevé argentina no puede competir con las nuevas pantallas, un drama que afecta al mundo entero. La audiencia tiene una oferta vastísima y eso lleva a que los shows masivos sean cada vez menos, una rareza.

Pero también hay un estancamiento en la ficción argentina: las series estadounidenses hoy pasan por su mejor momento y desnudan lo que muchos autores de tiras revelan es el reinado de los productores. Ellos, decían a principio de año a este medio, dictan las reglas de la ficción según qué personaje mide más, y no por su arco narrativo, construyendo productos sin eje ni corazón. Además, explicaban algunos autores, la producción argentina ha virado hoy hacia una estética “canchera” y moderna, que incorporó el costumbrismo: en un principio atrajo al televidente (recordemos, por ejemplo, el éxito de “Gasoleros”), pero que hoy, en la época de las apuestas televisivas jugadas, parece una fórmula repetida, cómoda para algunos productos de Pol-ka (el mismo tono domina, por ejemplo, desde “Esperanza Mía” a “Noche & Día”) y Underground (prácticamente calcó la fórmula de “Graduados” para “Viudas”).

El televidente compara y elige. Y hasta este año, muchos pensaban que la única razón del éxodo de rating eran las nuevas pantallas: pero entonces la tevé vernácula recibió un golpe de knock out. Porque desde afuera aterrizó “Las mil y una noches”, una telenovela clásica, de las que solían copar las tardes televisivas argentinas. En las palabras de Pablo Lago, autor de “La Leona”, de próxima aparición en la pantalla, “una telenovela en la que se habla bien y no hay sexo”, un producto que, decía quien ha firmado los libros de “Lalola” y “Locas de amor”, “no le podías vender a nadie”.

LOS TURCOS

De hecho, la novela apareció en el aire como una apuesta veraniega: Telefé y El Trece acordaron no realizar estrenos fuertes en la temporada estival, donde la gente se dedica a la playa y no tanto a mirar tele, y el canal del solcito tiró al aire la desconocida tira, a las siete de la tarde.

El furor por la novela, que escaló inmediatamente de los 12 puntos de rating a los 20, obligó a Adrián Suar, programador de El Trece y director de Pol-ka, a sacar del prime time a su propio programa, “Noche & Día”, para poner allí a los turcos.

Primer llamado de atención: la tira argentina, muy parecida a la exitosa “Poliladron”, medía mal y quedaba relegada a la franja de las 23. Lo mismo sucedería con “Entre caníbales”, por ejemplo: una gran apuesta de Telefé que fracasó en materia de rating. El fracaso numérico no solamente condenó a esas ficciones sino que significó un real riesgo para las producciones nacionales: los “enlatados”, series que provienen de otro país, tienen, incluso las más exitosas, un precio de adquisición muy menor al valor de realizar una ficción propia.

Tras “Las mil y una noches”, de hecho, aterrizaron en la tele varias ficciones de afuera (desde “Ezel” hasta la exitosa “Fatmagul”), un poco por moda, pero mucho por conveniencia: con las pantallas ya frías, gastar poco significa arriesgar menos y sobrevivir un rato más. Si la falta de convocatoria de las tiras argentinas se extiende en el tiempo, el conveniente enlatado será una decisión cada vez más popular.

Ante el éxito de “Las mil y una noches”, varios autores argentinos salieron a pedir por un regreso a las fuentes: la telenovela, decían, es el género masivo por excelencia, el que debe ocupar la franja central, una zona desconcertante en 2015. Telefé, por caso, bajó los brazos temprano en el año, luego de perder por primera vez en cuarenta meses el rating mensual: aceptó la derrota en el horario central, el que llenó de programas de concurso (de bajo costo de producción y un rating aceptable, hasta mayor al de sus tiras) y cruzó los dedos para que las sucesivas derrotas mensuales no redundaran en que perdiera el liderazgo del año (una batalla que se dirime este mes). El Trece, en tanto, llenó el vacío que dejaron los turcos con Tinelli, el único capaz de realizar números de otra época en la tevé argentina aunque, claro, el también añora ese pasado donde llegaba, sin transpirar, a los 30 puntos.

En este marco, las grandes apuestas en términos de elenco e inversión pasaron desapercibidas para el público argentino: desde las mencionadas “Signos” y “Entre caníbales” hasta “Viudas”, pasando, por ejemplo, por “Historia de un clan”, de altísima calidad pero que apenas pasó los 10 puntos de rating, “Cromo”, o “Variaciones Walsh”, que contó con un grandísimo elenco pero debutó en la fría pantalla de la TV Pública. Hace años, en la cola del banco o camino al trabajo, los argentinos solíamos charlar de “Grande Pa”, “Poliladron” o “Los Simuladores”. Hoy, las charlas televisivas giran en torno a “Breaking Bad”, “Homeland”... o “Las mil y una noches”. Y la culpa no es toda del capitalismo...