El oficio más antiguo pasó por La Plata

Por

Nicolás Isasi

La inusual fila de gente sobre la calle 44 un domingo por la noche, en medio de un fin de semana largo, da cuenta de la devoción que el público platense muestra por el teatro. Al entrar al Teatro El Escape, donde se mostraba “La irredenta”, la música de un violonchelo y un piano presenta las condiciones de la escena: una mujer abatida sobre sus piernas sollozando en el silencio de la noche.

La obra plantea una relación irritante y por momentos patética entre 3 mujeres y un travesti que ejercen la prostitución. La acertada escenografía de Lucila Ortega y Florencia Speroni fue fiel al texto con una casa de pocos recursos que deja entrever la vida cotidiana de estos personajes, entre viejos cortinados, varios muebles destartalados, paredes con vetustos empapelados, algún que otro vestido sobre el perchero y una vieja foto que intenta mantenerse firme a su marco a pesar de las constantes caídas.

El texto de Beatriz Mosquera (dramaturga y profesora de filosofía) presenta cuatro personajes que muestran la miseria humana en todas sus aristas. Luisa “La Irredenta”, como la llaman en su entorno, parece sensible, dispuesta y cambia de parecer a cada instante. Es débil pero soñadora y parece no perder la esperanza aún cuando puede llegar a perder la visión. Azucena es una ilusa que pretende encontrar al príncipe azul en uno de sus clientes. Se viste de princesa y tiene la valija preparada para mudarse y formar un hogar con niños alrededor. Dolores hace honor a su nombre: un travesti que atraviesa su peor momento tras la pérdida de su antiguo novio. En honor a él, imita animales y llora por todos los rincones. Por último se encuentra Lola, madama y líder del grupo, que regentea y lleva el registro de todos los clientes. Es la que recibe el dinero y la que reparte las ganancias. Organiza, propone, dirige y también imparte la desgracia. Sus palabras son duras y a veces hieren. Pero todas están sometidas entre sí.

Cada una lucha por ser feliz a pesar de las circunstancias, pero ninguna lo consigue. Se mienten las unas a las otras vendiéndose una falsa felicidad, tan artificial como el maquillaje que usan noche tras noche para seducir. En última instancia, no es más que una máscara que disfraza la mentira. La decisión de incluir música en la obra, mérito de Carolina Huerta, la directora, aporta soltura y dramatismo en diversas escenas. El constante cambio de ritmos acentúa la inestabilidad, por momentos desmesurada, que el propio texto propone.

Las interpretaciones dejaron en claro las diferencias actorales en cada uno de los protagonistas. Luisa fue dúctil y llegó a ser sutil en ciertos momentos pero al igual que Dolores, caía en la sobreactuación. El caso de Azucena fue creciendo a medida que avanzaba la obra y vale destacar se atrevió a un desnudo parcial, a pesar que en el texto original propone sea completo. La actriz en la piel de Lola fue verosímil, dinámica y de gran histrionismo llevando el mando de esta puesta. Entre velas, muñecas, ropas y unos vasos de whisky, La Irredenta logró salirse con la suya y enfrentar su destino, sin dejar de ser aquella misma mujer.

Dolores
Isasi
Lola
Teatro El Escape

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE