El folclore académico se dio cita en la Ginastera

Por NICOLÁS ISASI

El Teatro Argentino ofreció el domingo un concierto atípico presentando un programa de compositores nacionales y extranjeros que llevaron las ideas folclóricas de los países en que residieron, a sus mayores conciertos y obras académicas.

La primera obra fue una danza de la ópera “Huemac” del italiano Pascual de Rogatis (1881-1991) que vivió muchos años en nuestro país. La misma está basada en una leyenda azteca y se estrenó en el Teatro Colón allá por 1916. Comienza con un tipo de vaivén entre las cuerdas que produce un efecto de ensoñación donde se destacan: el arpa, en una delicada interpretación de Ramiro Enríquez, y los efectos de percusión más atractivos de todo el concierto. El final presenta quizás la parte más operística, quasi cinematográfica, donde las melodías y el acompañamiento narran a pesar de la falta de bailarines.

A continuación, se presentó el concierto Aymará para violín y orquesta de Luis Gianneo (1897-1968), pianista y director de orquesta argentino, fundador de la Orquesta Juvenil de Radio Nacional y profesor de nuestro Conservatorio, entre tantas otras instituciones musicales. La obra tiene un carácter netamente folklórico, tanto en las melodías principales como en aquellas secundarias. Federico Mouján, violinista adjunto de la orquesta estable del Teatro Argentino, ofició de solista en esta ocasión. Comenzó algo destemplado, pero fue acomodándose rápidamente a partir de la entrada del clarinete, aprovechando el colchón armónico que ofrecían los violonchelos.

Los esperados aplausos antes de tiempo, sirvieron para reafirmar la afinación del solista. Carlos Vieu, director de la orquesta, logró conducir la obra de forma correcta. El segundo movimiento comenzó con una melodía a dúo con las flautas y continuó con el clarinete. Luego las maderas se unieron y dieron paso a las cuerdas. El final fue sutil y los agudos del violín llegaron a un pianissimo hasta extinguirse.

Allí comienza el allegro non troppo vivo, quizás el movimiento más heterogéneo de todo el concierto. El final posee una repetición de motivos anteriores, y es algo apresurado a comparación de la presentación de temas anteriores, sin fuerza especial. En el saludo, Vieu dejó al solista al centro y se sentó en el lugar de la pianista probablemente insinuándole que toque algo para la platea, a lo que Mouján extendió la mano con un tímido saludo y salió ovacionado.

SEGUNDA PARTE

En la segunda parte del programa se presentó la obra más rica y famosa de Antonín Dvorák (1841-1904), compositor nacido en lo que era el Imperio austrohúngaro (actual República Checa). Considerado como uno de los compositores más importantes de la segunda mitad del Siglo XIX su sinfonía n° 9 en mi menor (del nuevo mundo) fue la última composición que realizó, al igual que la Novena de L.V. Beethoven (“Himno a la alegría”). En ambos casos, no sólo se trata de sus últimas composiciones, sino que estos trabajos sinfónicos fueron de las obras más destacadas en sus carreras.

El inicio tiene un carácter dulce y armonioso, el tempo acelera paulatinamente y se destaca la sección de metales, principalmente cornos franceses y trombones. En el allegro molto las cuerdas llevan la voz principal y los timbales junto a los metales realizan un trabajo extraordinario expuesto tanto en el fortissimo de ese movimiento como en las notas más débiles al comienzo del largo. Allí se presenta una melodía dulce y melancólica con aires de nostalgia en la voz del oboe. Silvia Candelo fue sin dudas la gran protagonista de este momento quien además del oboe, toca el corno inglés en la misma obra. Luego viene el pizzicato (pellizcado) de los contrabajos con la melodía esperanzadora de las maderas, y concluye el movimiento con la presentación de un nuevo material que luego será recurrente más adelante, utilizando un orgánico de cámara (grupo reducido de instrumentos).

En una suerte de contrapunto, que no fue muy intenso a comparación de otras versiones, se presenta el scherzo molto vivace, uno de los movimientos más reconocidos por la audiencia. Allí las maderas ejecutan un tema melódico con características típicas del folklore norteamericano. Cabe recordar que el compositor trabajó en Estados Unidos entre 1892 y 1895, período en el cual compuso la sinfonía del nuevo mundo, como director del Conservatorio de Nueva York a pedido de Jeannette Thurber quien fuera fundadora de dicha institución. Probablemente el inicio de ese tema característico y preponderante, sea la idea del nuevo mundo que Dvorák tenía y todos los movimientos previos se trataban de un mundo más oscuro y profundo. Cualquier similitud con la realidad de la época, puede haber sido pura coincidencia.

En el final, el allegro con fuoco presenta los metales del comienzo pero ahora con una melodía más clara y brillante, dejando el paso a un clarinete, prolijo pero medido, que continúa con la melodía principal. El fuego, como lo indica el tempo llega al final donde las cuerdas y metales explotan con el sonido del timbal. Por último, luego de los aplausos, Vieu presentó y felicitó a Pablo Romero (solista adjunto de la fila de violonchelos) quien se despedía de la orquesta platense esa misma noche. Ovacionado, con regalos y dejando caer alguna que otra lágrima, sus últimas notas fueron parte de un maravilloso concierto.

 

NUEVO CONCIERTO

QUE: Concierto de cámara a cargo del barítono Sebastián Sorarrain y la pianista María del Carmen Calleja.
CON: Obras de Franz Schubert, Franz Liszt, Federico Mompou, Henri Duparc y Francis Poulenc.
CUANDO: Mañana, a las 20
DONDE: Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino

Antonín Dvorák
Luis Gianneo
NICOLAS ISASI
Orquesta Juvenil
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República Checa
SEGUNDA PARTE
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Teatro Colón

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