La locura y los hijos que matan a sus padres

Por

jorge folino (*)

¡ Están todos locos! La frase la expresaba, de manera segura y altisonante, una mujer en programa televisivo que transmite noticias y comentarios a la mañana. Se refería a los hijos que matan a sus padres.

Yo la escuchaba a principios de esta semana, tratando de obtener noticias argentinas, mientras hacía tarea de investigación sobre violencia en la Universidad de Cuenca, Ecuador.

Sentí que la difusión de semejante frase desde el espacio televisivo, con llegada masiva a personas de las más variadas condiciones y experiencias que no tienen oportunidad de involucrarse en el diálogo, podía tener efectos perniciosos y, más aún, en tanto faltaba a la verdad de manera contundente, era una desconsideración a quienes sufren la violencia intrafamiliar, a quienes la estudian y a quienes la juzgan, a quienes padecen trastornos mentales y a todos.

refutar una frase

Por eso escribo esta columna. No pretendo refutar a la mujer que emitió la frase; de ella no se su profesión, ni su experiencia ni siquiera si se cree en la frase o si la emitió en una quasi dramatización.

Pretendo, sobriamente, refutar una frase que no coincide con el conocimiento actual.

En primer lugar cabe destacar que la frase lleva implícita la sesgada opinión que la violencia homicida que sorprende a la sociedad es producto de la psicosis. Un preconcepto de esa naturaleza no hace sino obstaculizar la evaluación de los factores que realmente llevan a la violencia.

La violencia homicida y los trastornos mentales son fenómenos multidimensionales, con causalidad tan compleja y efectos tan dolorosos que cualquier aseveración que pretenda generalizar de esa manera muy probablemente sea reduccionista y tendenciosa. La frase en cuestión, además, es estigmatizante.

Diversos estudios informan que entre el 3% y el 18% de los jóvenes de familias biparentales han agredido a sus padres

 

Una aproximación al estudio de estos casos se hace explorando la violencia general de jóvenes a sus padres, tanto en su frecuencia como características.

Diversos estudios en países occidentales informan que entre el 3% y 18% de los jóvenes de familias biparentales han agredido a sus padres. El porcentaje aumenta al 29% en familias monoparentales.

En la amplísima mayoría de ellos no se diagnosticaron trastornos mentales psicóticos, tampoco diferencias en el hábito de consumo de sustancias al compararlos con jóvenes que cometen otro tipo de delitos.

Sí se encontraron algunas características como alta prevalencia de percepción de hostilidad o de falta de afecto por parte de sus padres, menor habilidad para anticipar y comprender las consecuencias de sus conductas sociales y de elegir los medios apropiados para alcanzar sus metas; particularidades en la interacción familia.

Pero debe quedar en claro que todos estos hallazgos son parte de un conocimiento incipiente.

Otra manera, más directa, es estudiar exclusivamente a los jóvenes que mataron a sus padres.

casos estudiados

Sin acudir a ningún estudio internacional, simplemente revisando los casos estudiados en la provincia de Buenos Aires hace no muchos años, puedo describir al hijo que mató a su padre en defensa propia; al que mató a su padre para defender a su madre; al que mató en respuesta a perdurables abusos; al que mató por intereses económicos y hasta al que mató a la madre porque se oponía a su noviazgo.

No quepan dudas que la casuística también incluye al joven que mató padeciendo un severo trastorno psicótico o una discapacidad intelectual, pero la realidad verificada es muy lejana a lo que expresa la frase.

Aspiro a que llegue el tiempo que aspectos tan dolorosos para la comunidad sean transmitidos en los medios de comunicación masivos con mayor prudencia. Mientras tanto, sirva la refutación a una frase perniciosa.

 

(*) El autor es profesor de Psiquiatría en la Universidad Nacional de La Plata

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