Las farmacias más antiguas de la Ciudad conservan piezas de museo

Recuperar tesoros del pasado, piezas que marcaron una época, y convertirlas en mojones de la historia de comercios emblemáticos, es una tendencia que se afianza cada vez más en nuestra región. Las farmacias platenses constituyen uno de los mejores ejemplos; negocios familiares en muchos casos, conservan en sus salones de atención al público o sus trastiendas accesorios que atizan la curiosidad de los clientes, jerarquizan los locales y son una forma de homenajear el tesón de los pioneros.

Antiguas balanzas, dosificadores, frascos y pipetas, incluso publicidades, forman parte del patrimonio de estos establecimientos.

En la esquina de diagonal 74 y 20, a metros de plaza Yrigoyen y en una cuadra que aún conserva su contorno de hace muchos años, se yergue desde los años ‘30 la farmacia Abella.

El apego y el respeto por la tradición motorizaron la creación, en el primer piso del local de 1 y 44, del sorprendente museo de la farmacia

María Kocovski, quien hizo camino al andar y se convertiría con el tiempo en una de las farmacéuticas de mayor trayectoria, la adquirió en 1946 y la atendió hasta 1988. Entonces tomó la posta su hija Lilia, hoy próxima a pasar la antorcha a su propio hijo, Agustín. Lilia explica que siempre rondó la idea de montar una suerte de muestra con las antigüedades que se apiñan en el sótano y en algunos muebles de esos que ya no se encuentran fácilmente, por tamaño, materiales ni grado de detalle: hay por todas partes, entre otras cosas, frascos color caramelo rotulados con los nombres de diferentes sustancias, principios activos y preparados; una balanza de precisión con pesas diminutas; una de pie, de origen norteamericano, fabricada por la casi bicentenaria firma John Chatillon & Sons; un dispositivo de madera y metal para fabricar comprimidos a partir de recetas magistrales.

EN ARTURO SEGUI

En Arturo Seguí, decir Rural Iglesias es invocar “la” farmacia por excelencia de la localidad ubicada al noroeste del casco histórico platense. “Mi papá Benjamín fue, más de medio siglo atrás, el primer farmacéutico de la zona” recuerda María Eugenia Iglesias desde el local de 9 de Julio y Sarmiento, muy cerca de la escuela; yo tomé la posta hace ‘nada más’ que 33 años, ya que él falleció muy joven y hubo que sacar adelante el negocio. Por eso decidí estudiar Farmacia”.

Algunas de las piezas que pasaron por las manos de Benjamín aún son parte del patrimonio de Rural Iglesias. “Las atesoramos porque nos recuerdan la historia de nuestra familia, pero también la de todo Seguí, para nosotros es un orgullo tener tanto arraigo acá” subraya María Eugenia: “también son un recordatorio de que la fuerza, las ganas y la vocación de mi padre lo trascendieron. Incluso mi esposo Fabián estudió Farmacia aunque inicialmente iba a encara otra profesión. Y mis hijos, Ezequiel y María Florencia Martinenco, están siguiendo la carrera”.

CON INSPIRACION EN DISNEY

La historia de la farmacia Gatti nació en 1935, tal como lo hacen notar su logo y parte de su mobiliario, que conecta la tradición con lo contemporáneo. Siempre estuvo emplazada en su tradicional local de 1 y diagonal 80 -remodelado en 1978 por inspiración de la farmacia que funciona en el Disneyworld de Orlando, EEUU-; incluso desde antes de adoptar la denominación actual, que lleva desde que la adquirió Roque Francisco Gatti, existía allí una farmacia.

El apego y el respeto por la tradición motorizaron la creación, en el primer piso del local que enfrenta la Estación de Trenes, del sorprendente museo de la farmacia, un espacio en el que se conservan elementos de laboratorio con los que se preparaban las afamadas recetas magistrales del establecimiento: frascos, balanzas, y otras herramientas vinculadas con la historia de una era pasada.

Los tesoros que guardan algunas farmacias no están todos al alcance de la vista de los clientes, y en algunos casos ya piensan en armar pequeños museos públicos en sus locales, materia de evaluación de diferentes propietarios.