“La recuperación te cambia la mirada sobre todas las cosas”
| 9 de Octubre de 2016 | 01:14

“El diagnóstico de cáncer de mama me shockeó bastante y me desestructuró muchísimo. Por suerte. Porque a partir de ahí me rearmé”, dice Lía Del Prado, quien sobrevivió a un cáncer de mama y hoy lidera Remeras Rosas, un grupo de mujeres platenses que se sumó al programa internacional “A breast in a boat”, una iniciativa que surgió en Canadá a raíz de un trabajo de investigación del doctor Donald C. McKenzie, quien demostró que la práctica de remo en botes dragón ayudaba a prevenir las secuelas de la enfermedad.
Mientras trabaja para obtener el bote dragón que permita a las remeras rosas platenses salir por fin a remar, Lía repasa su experiencia con la enfermedad en un relato que desborda vitalidad.
“Me tomé la lucha contra mi enfermedad como una cuestión personal, si bien mi familia siempre me apoyó. Mi idea desde el principio fue una sola: ¡pila! ponerle garra a la pelea. Pero es cierto que el paciente con cáncer vive en momento más exigente del tratamiento picos emocionales, que lo llevan de lo más alto en lo anímico a lo más profundo del pozo. Con todo, hay que dejar en claro que desde lo biológico, lo emocional, cada uno transita el camino de una manera distinta, como puede. En lo más arduo, siente que se le paraliza la vida. Cuando llega la recuperación, cambia la mirada sobre todas las cosas, se piensa en disfrutar el tiempo de otra manera. A mi, la experiencia me abrió la cabeza. Empecé a hacer coas que antes no hacía por miedo o porque las postergaba, o porque le daba demasiada trascendencia a la mirada de los otros”, sostiene Lía, que es psicopedagoga.
Para Jenny Bolatti, también interante de Remeras Rosas, el hecho de ser médica le hizo vivir la enfermedad de una manera diferente.
“Por un lado, tenía más conocimiento, pero al mismo tiempo tenía miedo como cualquier otro paciente. En un momento decidí dejar de leer por mi cuenta sobre la enfermedad y me puse en manos de mis médicos sólo pensando en seguir el tratamiento por mi y por mis hijos, adolescentes, a los que traté de decirles toda la verdad desde el principio transmitiéndoles la mayor tranquilidad posible”.
Jenny dice que perder el pelo a causa de la quimioterapia fue lo que menos le importó. Se rapó y siguió adelante tratando de mantener la rutina normal, aunque a veces se sintió afectada por la forma en que la gente “no dejaba de mirarme”.
Tras dejar el tumor atrás y mientras sigue con medicamentos y controles. Jenny dice que el impacto del cáncer es fuerte sobre los afectos: “atravesar una experiencia así pone a prueba a todos los vínculos, los afianza o los destruye. Cuando todo pasa se nota que algunos se terminaron y otros se fortalecieron”.
En lo personal, en tanto, afirma que “el cáncer era el cachetazo que necesitaba para tener una mirada diferente de las cosas. Necesitaba dejar de ser tan autosuficiente y la enfermedad me hizo pararme de una forma distinta frente a mi y frente a mi gente”.
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