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La Ciudad |se agrava la polucion en los cursos de agua locales

La degradación de los arroyos platenses, una bomba ambiental que nadie desactiva

Expertos advierten que la contaminación es potencialmente irreversible si no se actúa ya mismo

Por FRANCISCO LAGOMARSINO

9 de Octubre de 2016 | 01:38

Dos docenas de arroyos surcan el partido de La Plata. Sistema circulatorio de una región de tierras fértiles y productivas, pocos escapan al signo de la contaminación, tanto en los entornos urbanos como en los rurales. El avance de los invernaderos y los cultivos sobre las zonas de bañados que les dan origen, la presión de las urbanizaciones -tanto formales como precarias o espontáneas- sobre sus riberas, las conexiones cloacales clandestinas, los efluentes fabriles, configuran un panorama que los especialistas observan como preocupante, y potencialmente irreversible si no se actúa a tiempo. Ese tiempo, advierten, debería ser ahora.

El avance de la polución en los cursos de agua locales no sólo tiene efectos negativos en el terreno del paisajismo, la recreación, o la capacidad de conducción para desagotar los excedentes pluviales tras las tormentas intensas: es clave para la calidad ambiental. Los arroyos, pajonales, cañadas, zanjones y canales pueden acarrear veneno o purificación, vida o muerte. Juegan un papel en la depuración del ecosistema, recargan las napas, distribuyen nutrientes.

El caso del Gato es emblemático; si bien con 106 kilómetros cuadrados su cuenca no es la más extensa del distrito -ese lugar le corresponde a la del Pescado, con 211 km2, y sigue la del Abascay, con 181- es la que abarca la mayor parte del casco histórico y sus inmediaciones. Este “Riachuelo” local es, en su tránsito urbano, una combinación de desagüe pluvial y sumidero séptico.

Esta caracterización en la que coinciden vecinos, científicos y funcionarios se verá consolidada cuando terminen las obras en curso; el revestimiento en hormigón -inevitable por motivos hidráulicos, según los ingenieros que diseñaron los trabajos- impedirá, en esos tramos, una eventual recuperación ecológica “integral” aunque cediera el grado de suciedad de sus aguas y las de sus aportantes Pérez y Regimiento, igualmente sucios y largamente entubados.

Ante el poco alentador estado de cosas, las soluciones propuestas pasan por múltiples esferas: controles estrictos, exigencia de plantas depuradoras para las fábricas que vuelquen efluentes, ampliación de redes cloacales y saneamiento de las pluviales, puesta en marcha de planes de manejo y preservación de los bañados que se ubican en las nacientes, intervenciones biológicas, parquización de riberas y orillas.

Así como el Gato enciende luces rojas a lo largo de casi todo su recorrido, el Pescado (también llamado Tío Pedro) se sitúa en el otro extremo del semáforo. Declarado por la Legislatura provincial hace casi dos décadas “paisaje protegido”, sigue razonablemente limpio a pesar de la presencia de un emprendimiento industrial -que cuenta con planta depuradora de vertidos-, y es un ejemplo de lo que fueron los demás cursos de agua antes de padecer la acción degradante de la actividad humana.

“El Pescado continúa siendo una especie de referencia en cuanto a baja contaminación” apunta desde el Instituto de Limnología local (ILPLA) Alberto Rodrigues Capítulo, investigador del Conicet y docente en la facultad de Ciencias Naturales: “en los demás arroyos, la situación es más mezclada, a veces con diferentes grados de polución en diferentes tramos. El Carnaval, por ejemplo, está bastante bien, y el Martín se le acerca; ambos nacen en zona de quintas y el mayor peligro por el momento es la presencia de pesticidas y biocidas, algo similar a lo que pasa con el Abascay”.

Ex director del ILPLA, el profesional hace hincapié en la necesidad de preservar los bañados en que nacen los cursos de agua, por su capacidad de autodepuración. Y subraya que no toma mucho tiempo convertir un reservorio vital en un zanjón de aguas yermas. “Hasta hace una década, incluso hasta hace cinco años, el arroyo Rodríguez tenía una fauna interesante de invertebrados y peces; pero se ha degradado notablemente con los vuelcos en su naciente y los embalses artificiales que se le han practicado. Se ha perdido casi todo, cambió el color del agua, y cuando las sudestadas permiten el ingreso de peces desde el Río no alcanzan a repoblar el curso, mueren enseguida”.

“En nuestro medio no hay cultura de rehabilitación” lamenta Rodrigues Capítulo: “no todo estaría perdido si se protegieran cabeceras y zonas de bañados, que se fueron drenando por el avance de quintas y poblaciones y han desaparecido al menos en un cincuenta por ciento”. El ILPLA estudia actualmente modelos de recuperación de entornos fluviales con la introducción de determinadas especies vegetales.

“Es indispensable elaborar un plan de resiliencia, que es diferente a los de contingencia que van atrás del daño consumado”, dispara Horacio Beláustegui, titular de la Fundación Biósfera: “el agua dulce es un recurso a preservar para recarga de napas, uso recreativo, deportivo y tantos otros, pero si no se trabaja en lo estructural no sirve ir cada tanto a recoger basura de tal o cual arroyo”.

“No hay monitoreos periódicos eficaces y mucho menos políticas de manejo... ¿o acaso existe el manejo de cuencas en nuestra región?” se pregunta el ambientalista: “la respuesta salta a la vista cada vez que vemos el color de las espumas y percibimos los olores en el agua. El nuestro es un territorio muy heterogéneo; pueden estar las leyes, pero si los organismos con competencia se reúnen un par de veces por año en una oficina y no hay contacto con el territorio, no sirve. Sin integración con la comunidad, para hacerla parte de un conjunto de acciones, enseñanzas y controles, no se arregla nada”.

LA COSTA TURBIA

La contaminación de la ribera del Plata es uno de los síntomas más evidentes de la enfermedad que se propaga por los arroyos. Desechos domiciliarios, cloacales e industriales y organismos patógenos -bacterias fecales que superan con holgura los valores recomendados por la subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación para “aguas de uso recreacional”- se mezclan en la arena barrosa y los juncales que sobreviven a lo largo de las costas berissenses y ensenadenses.

Los expertos vinculan la llegada de esos contaminantes con los emisarios cloacales que desaguan en la costa, pero también con los arroyos y canales contaminados. Las “plumas” negras que dejan ver las fotografías satelitales en las desembocaduras de conductos artificiales y cauces naturales no dejan lugar para dudas.

En el ILPLA explican que todo lo que las lluvias barren del área continental va hacia la costa, y que la reducción en la vegetación marginal, a menudo por trabajos de “embellecimiento” de playas, hace que ese “filtro verde” sea cada vez menos eficaz. “Si bien el Río de la Plata tiene una reconocida capacidad de autodepuración” destaca Nora Gómez, directora del centro científico, “no se está teniendo en cuenta la importante carga de contaminantes que se vuelca diariamente sobre la costa, algo que limita esa capacidad, al menos entre la línea ribereña y los 2.500 metros aguas adentro”.

A pesar de todo, los especialistas aclaran que “ir saneando las cuencas media y baja de los arroyos de nuestra zona, con el tiempo, no es una utopía -en Europa se han dado casos de rehabilitación de cuencas prácticamente muertas-” pero advierten que “pasaría a serlo si no se protegen pronto, en un cien por ciento, los bañados situados en áreas rurales”.

El ejemplo es, una vez más, el Gato. En un trabajo reciente que el ILPLA realizó acerca de diferentes tramos de su geografía, se comprobó que en los humedales de su cuenca alta -cerca de Abasto- está “bastante bien”, pero “al límite” por el acecho de tierras de cultivo. Un equipo de investigadores encabezado por Gómez, Rodrigues Capítulo, Darío Colautti e Ignacio García concluyó que ese bañado “cuenta con una gran diversidad de algas, plantas acuáticas, larvas de insectos, peces y aves, en comparación con otros sitios del mismo arroyo expuestos a una mayor urbanización y modificación del cauce”.

UNA RED VASTA Y COMPLEJA

De acuerdo con el “Análisis ambiental del partido de La Plata” hecho público hace una década por la Provincia, la Comuna y la UNLP, de los 893 kilómetros cuadrados del distrito, 567 tienen vertiente hacia el Río de La Plata y 326 hacia el río Samborombón.

Ese trabajo de largo aliento, dirigido por Martín Adolfo Hurtado y Jorge Eloy Giménez (que a la sazón incluye una proyección de riesgo hídrico que calcaría de manera trágica, siete años después, la inundación de abril de 2013), precisa y cuantifica el área de influencia de cada cuenca.

En este marco, dentro de la vertiente del Plata, la mayor es la del Pescado/ Del Sauce/ Difuntos/ Cajaravilla, con 211 kilómetros cuadrados. Luego se encolumnan las de El Gato/ Pérez/ Regimiento, con 106 km2; Carnaval/ Martín, con 89; Rodríguez, Don Carlos, con 54; Maldonado/ Monasterio, con 35; Garibaldi, con 26; Pereyra/ San Juan, con 23; sin nombre -zona Este-, con 12; Zoológico, con 5; y Circunvalación, con 4 km2.

De la vertiente Samborombón, la mayor cuenca es la del Abascay, con 181 km2; siguen Godoy, con 66; San Luis y Cañada Larga, 30 cada una; San Carlos, 16; e Invernada, con apenas 2 kilómetros cuadrados.

106
kilómetros cuadrados atraviesa la cuenca del Gato, una de las más amplias y, a la vez, contaminadas. Surca gran parte del casco histórico e inmediaciones
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