Secuestros y violaciones: un patrón que se repite en la violencia de género
| 20 de Noviembre de 2016 | 02:02

Para quienes tuvieron acceso al PH de barrio Norte donde ocurrió el horror, el allanamiento a la casa de Néstor Monzón -el fisicoculturista acusado de secuestrar y violar a una mujer durante seis días- fue como ingresar a una parte de su alma y su tortuosa personalidad. Carteles escritos donde él se ubica como si fuese una deidad, fotos suyas por todas partes, recortes de diarios que aluden a su carrera y más frases que dejan al descubierto rasgos narcisistas pero también un tanto infantiles y perturbados. Para quienes estuvieron en su casa pero también para los que sólo supieron del horror por los medios y se estremecieron de sólo escucharlo, el caso de la mujer secuestrada, violada y torturada presuntamente por Monzón plantea una pregunta inevitable pero de compleja respuesta: ¿qué pasa por la cabeza de alguien que es capaz de semejante atrocidad sin sentir culpa ni remordimiento?
En nuestro país hay 50 ataques sexuales por día. Durante 2015 se observaron 3746 violaciones, lo que representa una tasa de violaciones de 8,7 cada 100 mil habitantes. En 2015, además, hubo 13.520 víctimas de delitos sexuales
Si bien los expertos coinciden en que no existe un perfil único del violador o femicida, también señalan que suele haber patrones de conducta que se repiten: “te mato porque sos mujer”, “porque sos mía” o “porque sos una cosa” son figuras comunes dentro del machismo extremo. Aunque claro: también se apunta que una cosa es el hombre violento -ya sea que lo exprese de modo verbal o físico- y otra, distinta, el psicópata. Un caso como el de Monzón, al igual que ocurrió en su momento con Jorge Martínez Poch -el disc jockey condenado a 37 años de prisión por abusar de sus hijas y secuestrar y violar a su novia-, nos pone frente a personalidades oscuras y complejas cuya maldad, muchas veces, resulta poco menos que increíble.
“No sienten culpa y ven a la mujer como una cosa de su propiedad”, resume Pedro Gargoloff, miembro de la Red Educacional de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Y agrega: “al analizar estas personalidades, uno observa que muchas veces aparece una infancia traumática con abandono, maltratos físicos y psicológicos, el abuso sexual a temprana edad, o incluso el consumo abusivo tanto de alcohol como de drogas”.
Lo que explica Gargoloff cobra una dimensión especial cuando se analiza el contexto. Según el Observatorio de Femicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano, dirigido por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, en nuestro país hay 50 ataques sexuales por día. Durante 2015 se observaron 3746 violaciones, lo que representa una tasa de violaciones de 8,7 cada 100 mil habitantes. En 2015, además, hubo 13.520 víctimas de delitos sexuales, sin contarse las violaciones consumadas. Y todos coinciden que agredir sexualmente es un patrón cada vez más repetido en el escalofriante mapa de la violencia de género.
MENTES PELIGROSAS
Si bien la realidad suele ser mucho más espeluznante que cualquier ficción, el cine nos ha dado ejemplos de célebres psicópatas. Uno de los más recordados es Hannibal Lecter, interpretado por Anthony Hopkins y cuyo aspecto más escalofriante era precisamente su tranquilidad para proceder aun en circunstancias extremas. Su calma era una señal de una respuesta emocional superficial, así como la ausencia de culpa y empatía.
Un psicópata puede ser cualquier persona. Según datos psiquiátricos y criminales, el 3% de la población mundial es psicópata o tiene alteraciones similares
El cine construye un espectáculo con grandes casos, pero, al decir de los especialistas, un psicópata puede ser cualquier persona -un vecino, un compañero de trabajo, un médico, un maestro, un amigo-.Según datos psiquiátricos y criminales, el 3% de la población mundial es psicópata o tiene alteraciones similares. Por lo general, estas personas tienden a “cosificar” a las personas de manera que ya no son personas sino cosas que pueden transformarse en una amenaza (ver aparte).
Haciendo foco en el caso del fisicoculturista y buscando trazar algunos rasgos de su personalidad, las primeras características que trazan los profesionales parecen calcadas con las que alguna vez se dijeron de Martínez Poch, quien fue condenado este año por corromper y abusar de sus dos hijas cuando eran niñas y golpear, drogar y violar a su novia en septiembre de 2013, en un fallo en el que se aplicó la ley de violencia de género y fue calificado de “ejemplar” por las víctimas.
Desde las distintas entidades que trabajan con la problemática, además, se apunta que los secuestros y las violaciones son modalidades cada vez más repetidos en el infierno de la violencia de género y los femicidios.
Para el psicólogo Iñaki Piñuel, las personalidades como la de Monzón o Martínez Poch poseen “una sofisticadísima capacidad para el mal y son incapaces de ponerse en el lugar de sus parejas, sentir pena, lástima o compasión por ellas”.
De todos modos, según el experto, “a pesar de estas características resulta muy difícil identificarlos, dado que se ocultan bajo una máscara de encanto y bondad y suelen ser individuos intelectualmente preparados y muy seductores”.
“Como todos los trastornos de personalidad -define Gargoloff-, tienen un inicio precoz y un patrón permanente, inflexible y extendido de pensamientos, emociones y comportamientos que se apartan de las expectativas del contexto cultural. Los rasgos característicos son la indiferencia, la falta de sentimientos de culpa o de vergüenza frente al sufrimiento del otro y, en ocasiones, hasta el sentir placer en el dolor ajeno. Muchas veces se muestran encantadores, seductores e inspiradores de confianza, con clara habilidades para detectar las necesidades del otro y ahí intervenir. Otra particularidad es la falta de empatía, es decir no pueden colocarse en el lugar del otro para obrar y sentir cosas semejantes”. Es lo que se vio en personalidades como la de Martínez Poch. Es, coinciden los expertos, lo que parece vislumbrarse en la mente de Néstor Monzón.
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