Una entrañable y cuestionada amistad con García Márquez

La amistad entre el novelista colombiano Gabriel García Márquez y el líder cubano Fidel Castro quedó documentada en decenas de fotos y anécdotas, siempre bajo el velo de los supuestos intereses que unían a dos de las figuras más emblemáticas de Latinoamérica. Nadie mejor que los biógrafos del Nobel de Literatura para dar cuenta de cuál era el grado de afinidad entre Gabo y Fidel, qué los motivaba, los unía y los distanciaba.

Para el periodista y escritor colombiano Dasso Saldívar, autor de “El viaje a la semilla”, el libro que relata cómo fue que García Márquez escribió “Cien años de soledad”, se trató de la amistad de dos latinoamericanos de origen gallego que se querían entrañablemente. Saldívar relató que durante los años en que realizó la investigación para su libro sobre Gabo, uno de los grandes amigos del escritor, el también novelista colombiano Alvaro Mutis, le advirtió que pusiera énfasis en el nivel de amistad que lo unía con el líder de la revolución cubana. “Recuerdo un consejo que me dio Alvaro Mutis, que estaba en las antípodas de Fidel, él me dijo: ponle cuidado a esa amistad, que independientemente de la cuestión ideológica, ellos de verdad se quieren, son dos amigos que se quieren ante todo”, afirmó Saldívar.

García Márquez vio a Fidel por primera vez en el aeropuerto de La Habana, cuando ya era comandante, y años después se hicieron amigos, una cercanía que siempre le fue reprochada al novelista por amigos, académicos y políticos. García Márquez hizo parte de la agencia de noticias cubana Prensa Latina, en los inicios del régimen castrista, lo que despertó sospechas en Washington al punto que EE UU le negó por décadas el ingreso a su territorio.

Gabo siempre sostuvo en público que su cercanía con Fidel estaba mediada por la literatura, pero también los unía el haber nacido a orillas del Caribe, ser conversadores de embrujo y el gusto mutuo por la buena mesa. “Decía Gabo que la amistad de ellos no era política ni ideológica; que ellos no se reunían para hacer confabulaciones; eran dos amigos que se querían, que hablaban de literatura, que se preparaban sus buenas comidas porque amaban la cocina, que perdían el sueño por América Latina, por su historia, su cultura y su destino”, recordó Saldívar.

Añadió que pese a la mediación de García Márquez para obtener el perdón de Castro a intelectuales cubanos de oposición, el narrador se revelaba como alguien sin influencia sobre el líder cubano.

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