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Información General |el drama de los chicos sin proteccion estatal

Un hogar para niñas-madres, bajo la lupa por graves acusaciones

Es el materno infantil de 8 y 66. Denuncian falta de tratamientos, fuga de menores y hechos de violencia

Por FACUNDO BAÑEZ

5 de Noviembre de 2016 | 00:50

A la vuelta de la ex Casa Cuna, sobre la rambla de 8 y 66, el Arrullos es un hogar para madres menores con problemas sociales de todo tipo: adicciones, violencia de género, abandono de hogar, trata de personas. Chicas con historias brutales. Madres de nenitos que aprenden a decir sus primeras palabras en un mundo de pasillos y soledades feroces. En los últimos días, una serie de acusaciones internas sobre la falta de controles y el estado del hogar dejó al descubierto dos escenarios bien sombríos: por un lado la situación del centro, con menores que deberían dormir en él pero que, según se denuncia, pasan varios días sin que se sepa nada de ellas. Chicas sin nadie. Y por otro, una vez más y ya es insufrible lugar común, un Estado que no está donde más debería estar.

Hace tiempo, mucho tiempo, que en el Arrullos varios de sus trabajadores alertan sobre el descontrol. Todas acusaciones que ya llegaron a oídos del Organismo Provincial de Niñez y Adolescencia -el ente que en teoría debería hacer algo- y que generaron la intervención en el tema del ministerio de Desarrollo Social bonaerense, cuyas autoridades reconocieron haber iniciado en las últimas horas una investigación sobre los hechos denunciados.

Las acusaciones

En concreto, las acusaciones que hacen los asistentes de minoridad que trabajan en el Arrullos van desde nenas con ataques feroces que no son atendidas por nadie y que se agreden y agreden a los empleados del lugar, pasando por la presencia de varones en el interior del centro fuera del horario de visitas, hasta la repetida fuga de chicas y el llamativo abandono de una repartición con capacidad para recibir a 17 menores con sus hijos pero cuya población actual oscila entre las tres y cinco nenas. Un refugio que parece no querer refugiar a nadie.

Puertas adentro, los testimonios de los propios trabajadores son dramáticos y pintan el horror de un lugar que, no habría ni que aclararlo, está pensado como residencia de contención para aquellas menores en situación de vulnerabilidad. “Yo he visto llegar chicas pasadas de merca después de varios días sin que nadie supiera nada de ellas -cuenta L.S., una asistente de minoridad que trabaja en el Arrullos-. La vez pasada una nena de 15 años estuvo afuera tres días y nadie supo dónde. Ya no hablamos de que estén en tratamiento. Al menos que dejen de tomar. Que las ayudemos a que dejen de tomar cocaína cuando deberían estar protegidas por el Estado”.

R.F, otra empleada del Arrullos, no sólo confirma lo que cuenta su colega sino que amplía: “Actualmente hay una asistente que está con carpeta médica por recibir varios puntazos de un tramontina que se los dio una chica. ¿Qué pasó? No quería dejarla ir y la piba se fue igual. Y te digo que las pibas no se van solas: se van con otros chicos en situación de calle que las vienen a buscar, que a veces entran al hogar fuera del horario de visita y que incluso les pasan cosas a través de las ventanas que dan a 66 para que nadie controle qué es lo que las nenas reciben. Esos pibes suelen estar en los alrededores del hogar jalando pegamento y totalmente dados vuelta”.

Lo que dice la asistente lo corrobora la gente del barrio y lo confirman fuentes de la seccional 9ª, quienes precisan que “es frecuente recibir la queja de los vecinos por episodios en el Arrullos”.

Al tanto de todas estas acusaciones, desde la dirección del hogar -supervisado momentáneamente por una empleada, dado que la directora Gladys Castro se encuentra de vacaciones-, se admitió que “hubo incidentes” pero se los atribuyó a “un trabajo donde se convive con chicas que cargan con historias muy conflictivas. Y es cierto que algunas se van, pero esto es un régimen abierto y vuelven enseguida”.

Sobre la presencia de varones en el interior del centro, las autoridades suplentes se limitaron a decir que “esos encuentros ocurrieron en horario de visitas pero en ningún caso hubo chicos que se quedaran más de lo debido o que se tiraran a dormir adentro del hogar, como denuncian algunos. Tampoco es verdad que acá a las chicas se las expulsa: si ahora hay cada vez menos es porque venimos hace tiempo con problemas de gas y por eso preferimos solucionar el tema antes de recibir a más pequeños”.

El Arrullos no es un caso aislado sino ejemplo de una realidad que hace años es oscura y parece no querer cambiar. Cada vez son más las voces de jueces, defensores, especialistas en niñez y adolescencia que alertan sobre una situación que empeora a medida que pasa el tiempo y que, lo más terrible, tiene a nenes en edad de jugar como sus principales víctimas. Entrar al sistema de menores y querer comprender su universo es, muchas veces, toparse con un sistema kafkiano donde sobran los pibes en situación de abandono y faltan, hay que decirlo, las autoridades que den la cara y puedan dar una respuesta concreta (el ente de Niñez es todo un ejemplo).

A fines del año pasado, sin ir más lejos, el Foro por los Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud relevó varios hogares de la región -entre ellos el Arrullos- y sus responsables concluyeron que en casi todos los casos se trata de instituciones que se caen a pedazos, con trabajadores mal pagos, sin capacitación, insuficientes, con guardias interminables. Con falta de equipos técnicos y con edificios donde sobran las carencias y faltan las soluciones.

“Se está trabajando en la recuperación del edificio, luego de años de abandono”, informaron ayer fuentes del ministerio de Desarrollo Social a través de un escueto comunicado donde se precisó, además, que actualmente “se trabaja en la obra de reparación y con la empresa prestadora del servicio de gas para reestablecer el servicio lo antes posible”.

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