Sin corbata y rodeado de fotos de familia

Cuatro y media de la tarde en la mitad de la semana. Una agenda cargada en la Casa de Gobierno. Alrededor del Presidente no se observan corridas, apuros ni tensiones. El sol entra vigoroso desde Plaza de Mayo a un despacho en el que Mauricio Macri recibe sin corbata. Acaba de sacársela después de un acto protocolar; la dobla y la deja sobre una mesa ratona.

En la antesala no hay un “ejército” de secretarios ni asesores. En un amplio despacho, sólo la figura menuda, discreta y amable de “Anita”, una mujer ya mayor, que está al lado del Presidente desde que tenía 5 años y que se ha convertido en algo más que una secretaria privada.

Macri recibe con una media sonrisa. Mientras invita a sentarse, cuenta que desde hace una semana “de a ratos se me va la voz”. “Bueno, pregunten lo que quieran…”, dice. Después se tomará unos segundos antes de empezar cada respuesta. Muchas serán contestaciones breves, concisas, sin rodeos. Todas serán en tono amable, sin mayores inflexiones. Pondrá más énfasis cuando hable de lo que él define como “el cambio cultural”.

Al final, el Presidente acompaña hasta la puerta. Le pide al fotógrafo de EL DIA, del que ya se enteró que es hincha de Gimnasia, que hoy le ganen a River… “Si no me voy a acordar de vos”, lo carga.

Cierra la puerta y, al menos por unos minutos, se queda solo en su despacho. Sobre el pesado escritorio de madera labrada tiene pocos papeles ordenados. Hay una pelotita de golf con el escudo de Boca, un libro de Alejandro Rozitchner (“La evolución de la Argentina”) y portarretratos familiares. Al lado, una enorme foto besando a su esposa, Juliana, desde el balcón de la Rosada el 10 de diciembre pasado. Pasó un año. Está convencido de que ha sido duro pero que el próximo será mejor.

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