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Orgasmos fingidos y aliados impostores
Por | ALEJANDRO CASTAÑEDA
Mail: afcastab@gmail.com
Periodista y crítico de cine
Fingir el orgasmo ya no es sólo cuestión de mujeres. Una encuesta telefónica aleatoria demostró que de 1.501 estadounidenses, el 48% de las mujeres y el 11% de los hombres, lo hacen. Otra investigación realizada en la Universidad de Kansas, entre 101 mujeres y 180 varones (todos estudiantes), mostró que el 30% de los varones y el 67% de las mujeres admitieron simular sus orgasmos. En casi todos los casos, la sobreactuación se ve como un ejercicio bienaventurado para proteger el vínculo. Su propósito no es otro que echarle mano al teatro casero para salir del apuro sin dejar caras largas. Lo hacen los dos. Aunque convengamos que a ellas la maniobra se les hace más fácil. El hombre debe acudir a los preservativos para ocultar pruebas. En las mujeres las evidencias son tan subjetivas que ahora nos venimos a enterar que muchas veces lo que celebrábamos como un logro propio era una gran actuación ajena. A puro suspiro, más de una vez, de pura piadosa, ella nos impuso el falso medallero de los premios imaginarios.
No sólo se finge en la cama. Los fines de semana largos son un truco de los gobernantes para regalar un poco de tiempo gratuito entre tantos atracos. Hubo largas filas de turistas que con tal de dejar atrás lo de todos los días se atoraban en la carretera para imaginar un más adelante con buenas noticias. El Presi y su comitiva habían marcado la ruta hace una semana, cuando el retiro (¿espiritual?) le sirvió de precalentamiento antes de la pelea por Ganancias. Una semana después, los viajeros anónimos salieron a la ruta. Con su escapada han querido darse un poco de esperanza. Y buscaron una carretera que con sus baches y sus emboscadas los puedan ir preparando para los barquinazos del 2017.
Y fue allí, tras la cumbre de Chapadmalal y el derrape en el Congreso, que Macri acusó a Massa de “impostor”. De fingir ser un aliado. La calificación sonó a telenovela de la tarde. ¿Despecho o decepción? Fue como el final de un noviazgo que nunca se había consumado pero que rondaba los cuarteles de dos capitanes electorales que se necesitan y se desconfían. Lo de impostor mal o bien les cabe a casi todos. El día a día es cambiante y corregido. Y los debates en el Congreso mostraron una clase dirigente que finge olvidos. El juego de la política demanda realineamientos constantes para estar a tono con una actualidad que trata de ordenar como certezas lo que sólo son pálpitos y deseos. Hay mucha marcha atrás en esas caravanas de promesas donde sobra recorrido y falta destino. Los políticos tejen y destejen sus principios con una velocidad que más quisiera Penélope. El nuevo Ulises se demora en llegar a tierra prometida. Heredó un naufragio. Y su travesía viene enfrentando con poca brújula las tempestades de un conurbano tormentoso y el canto de una sirena patagónica que no quieren escuchar pero que siempre se hace oír.
En medio de esta realidad tan fallida, el estudio sobre los falsos orgasmos pareció una alegoría. Fueron ellas las que empezaron a usarlos. Antes no necesitaban fingir, porque asumían la frigidez como una ofrenda al pudor y las buenas costumbres. Pero aprendieron a mentir y el hombre tomó nota. De tanto andar entre fingidoras, el esposo se volvió un buen actor a la hora de administrar ganas. Y adoptó, como los delanteros, el arte de la simulación para poder transformar a la monotonía en éxtasis. Mediante argucias, el dueño de casa aprendió que una velada bien guionada puede dar disfrute. ¿Y si esa noche los dos fingieran? Entonces el juego de las apariencias le podrá agregar nuevos brillos a una pareja que agotó sus sinceridades y que prefiere asumir el desafío de lo falso para que la cosa parezca más cierta. Porque a veces en el amor se necesita mucha imaginación para asumir lo real. Y en ese trueque, se puede empezar a vivir como genuino todo lo que hasta entonces se había vivido como farsa.
Pero la anatomía minuciosa del sexo, tarde o temprano pedirá explicaciones. La pasión a veces está indefensa ante la súper oferta de estímulos. La idea de poder darles cierta dignidad a esos polvos mentirosos demuestra la buena fe de esas parejas que necesitan algún engaño para afianzarse. Con esto del orgasmo con analogías, el hombre ha hecho virtual lo que antes era indudable. Los ciudadanos lo aprendieron de los gobernantes, que fingen, como este asunto de los semestres, que llegará el acabose glorioso de lo que ni siquiera es comienzo. ¿Daña o hace bien la simulación? Lo de saber aparentar es una pequeña farsa a la buena fe que le otorga un adicional de tarea cumplida a esas noches con más deberes que recreos. El plan es engañar hoy para no desentusiarmarse mañana.
Los pronósticos de Prat Gay ¿no serán orgasmos fingidos?
En casi todos los casos, la sobreactuación se ve como un ejercicio bienaventurado para proteger al vínculo. Su propósito no es otro que echarle mano al teatro casero para salir del apuro sin dejar caras largas. Lo hacen los dos. Aunque convengamos que a ellas la maniobra se les hace más fácil.
Con esto del orgasmo con analogías, el hombre ha hecho virtual lo que antes era indudable. Los ciudadanos lo aprendieron de los gobernantes, que fingen, como este asunto de los semestres, que llegará el acabose glorioso de lo que ni siquiera es comienzo.
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