Raúl Antonio Ferreiroa

Distintas expresiones de pesar causóel fallecimiento de Raúl Ferreiroa. Empleado municipal y caracterizado vecino de nuestra ciudad, murió a los 81 años.

Raúl Antonio Ferreiroa había nacido el 15 de septiembre de 1934 en La Plata. Fue el único hijo del matrimonio integrado por María Nélida Flaqué e Ibrahim Ferreiroa, uno de los fundadores del Club Estudiantes.

Comenzó a trabajar muy joven, apenas terminó con los estudios secundarios en el Colegio San José. Ingresó en la Municipalidad de La Plata en el sector de Protocolo y Ceremonial, donde inició su carrera. Fue secretario privado del intendente Franco Icazatti (1966 -1973), y luego, una vez finalizada esa gestión, retomó su antiguo cargo. Se jubiló como jefe de Personal de la Comuna platense.

Se casó con Sara Díaz. Formó con ella un hogar que se consolidó con la llegada del hijo: Guillermo, hoy un reconocido abogado. Su descendencia se proyectó, asimismo, en dos nietos, Florencia y Guillermo, con quienes estableció una relación de amorosa complicidad. Tuvo, además, un bisnieto: Martino.

De gestos ceremoniosos; recto de principios; galante; y vestido de impecables saco y corbata sin importar la ocasión, por su carácter cordial y trato afable Ferreiroa cosechó una gran cantidad de amigos. Con algunos de ellos, ya como una cita ineludible, se reunía todos los días, café mediante, en el tradicional Costa. Protagonista de una actividad social intensa, su presencia junto a la de su mujer eran infaltables en los encuentros de los sábados a la noche con otros matrimonios.

Siempre estaba dispuesto a la charla. Ávido lector, fundamentalmente de textos vinculados a la Historia, le dedicaba una particular atención a las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial y sobre esa contienda cuyas consecuencias cambiaron los ejes de la política internacional había volcado gran parte de su interés. Ese era uno de sus temas preferidos a la hora de conversar.

Hombre de profunda fe cristiana, practicaba el catolicismo de manera ferviente, sin fallar ni una semana a misa. Asistía a la basílica San Ponciano y nada le otorgaba mayor placer que hacerse cargo de las lecturas de la ceremonia dominical.

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