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Séptimo Día |UMBERTO ECO

Una obra perdurable que pone en escena los núcleos de la cultura contemporánea

Una obra perdurable que pone en escena los núcleos de la cultura contemporánea

Una obra perdurable que pone en escena los núcleos de la cultura contemporánea

JULIETA GROSSO

6 de Marzo de 2016 | 00:05

Difícil encapsular en un campo de acción monolítico al recién fallecido escritor y semiólogo italiano Umberto Eco, que a lo largo de su vida logró articular sus indagaciones académicas sobre el arte y la cultura de masas con una exitosa faceta como novelista -que lo convirtió en best seller con “El nombre de la rosa”- y una incansable intervención en los medios, a los que fascinó con sus formulaciones piroténicas sobre el periodismo, la política y la corrupción.

Entre su primera obra “El problema estético en Tomás de Aquino” (1956) y la última “Número Cero”, Eco desplegó una trama reflexiva en la que tuvieron lugar la manipulación informativa, la teología, la filosofía, la épica de los templarios, los cómics, la estética, las conspiraciones y la producción de signos en la cultura contemporánea y en los últimos tiempos los efectos colaterales de la democratización de contenidos facilitada por internet y las redes sociales.

Cruciales en sus primeros años de intervención en el espacio académico resultan obras como “Arte y estética medieval” y en especial “Obra abierta”, que visibilizó como nunca antes la cuestión de la indeterminación y el rol del azar en el arte, casi como un vaticinio de los planteos actuales en torno a la ausencia de identidad de la producción contemporánea.

Su hito mayor de esos años es “Apocalípticos e integrados” (1964), una obra de lectura urgente para todo estudiante de Letras o Comunicación de la época y hoy tal vez algo desactualizada: Eco capta el por entonces incipiente cambio de paradigma que se avecina con la irrupción de los medios masivos de comunicación y plantea dos posturas antagónicas como reacción a este nuevo signo de los tiempos.

Casi dos décadas más tarde, como si la estructura académica no le bastara, Eco empezó a bosquejar su condición diletante con su debut en la ficción de la mano de “El nombre de la rosa”, una historia de crímenes medievales ambientados en una abadía benedictina que vendió más de 50 millones de ejemplares en todo el mundo y logró capturar por igual al avezado lector de policiales como al erudito hambriento de signos y citas ocultas.

A partir de ese hito, la novela se convirtió para Eco en un recurso novedoso para transitar sus intereses centrales como investigador: la construcción de la memoria, la dinámica del tiempo, los viajes, la incertidumbre, la irracionalidad y el esoterismos, cuestiones que exploró en obras como “El péndulo de Foucault”, “La isla del día de antes”, “Baudolino”, “La misteriosa llama de la reina Loana” y “El cementerio de Praga”.

“Los libros no están hechos para que uno crea en ellos, sino para ser sometidos a investigación. Cuando consideramos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué significa”, desliza el semiólogo en uno de los tramos de “El nombre de la rosa”, toda una carta de identidad que fija la manera en que percibía los alcances de su oficio: escribir para lectores inquisidores que gusten de interpelarse sobre el propósito real de los discursos y las historias.

Tan movilizado por el rol de los medios como cuando escribió “Apocalípticos e integrados”, Eco regresó a la novela el año pasado con “Año cero”, una obra que en clave irónica analiza el funcionamiento de los conglomerados informativos, el impacto del rumor como componente desestabilizador y la manera en que la mentira aparece legitimada en internet.

En esa última obra de ficción -la séptima novela dentro de su recorrido literario- el escritor arremete contra los rumores inclasificables que echan a correr los medios bajo el pretendido status de noticia pero además construye una antología de los peores déficits del periodismo -”no son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia”, dice un personaje-, y dispara la sospecha sobre la circulación de contenidos en internet.

No será esta novela el último eslabón de su testamento literario ya que a partir del próximo sábado estará disponible en las librerías su último libro, “Crónica de una sociedad líquida”, que Eco ya había entregado a la editorial italiana La nave di Teseos y cuyo lanzamiento estaba previsto para más adelante, aunque su imprevista muerte alteró los planes y permitirá conocerla en estos días.

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