Inaceptable tibieza argentina frente a los derechos atropellados en Venezuela

La posición planteada por el gobierno argentino frente a la extrema crisis política, social e institucional que ha puesto a Venezuela al borde de su disolución, ha sido calificada por muchos analistas y actores internacionales como “tibia”. Y en verdad lo es.

Argentina se apartó de la postura que planteaba la aplicación de la llamada Carta Democrática -un mecanismo que hubiera derivado en la expulsión de Venezuela de la OEA- y propuso, en cambio, un llamado al diálogo entre el régimen venezolano y los sectores de oposición en la búsqueda de una salida a la crisis. La moción planteada por nuestro país -que finalmente fue avalada por la OEA- plantea un giro en relación a la primera postura que había planteado el Presidente de la Nación frente a Venezuela.

Podrán discutirse los adjetivos. Pero es indudable que la postura que finalmente ha adoptado la Argentina beneficia y le da margen de maniobra al régimen de Nicolás Maduro, cada vez más acorralado por una crisis que ha escalado hasta niveles agobiantes.

Venezuela es hoy un país en situación de precariedad extrema. La escasez de alimentos, la falta de energía, la impotencia del sistema de salud, el cierre de fábricas, escuelas y la parálisis del transporte son apenas algunas de las situaciones que caracterizan a la actualidad venezolana. Hace pocos días, el mundo entero se conmovió con la muerte de un niño que no pudo acceder a las drogas que necesitaba para continuar un tratamiento médico. Dramático y doloroso, no es -sin embargo- un caso aislado. Las crónicas sobre al realidad que se sufre en Caracas muestran que todos los días mueren ciudadanos por falta de acceso a condiciones mínimas de salud.

El régimen chavista ha respondido con reacciones cada vez más autoritarias; ha quebrantado normas democráticas básicas y ha sofocado los derechos humanos. Frente a esa situación, los Estados americanos deben reaccionar sin tibiezas ni oportunismos. Podrá debatirse cuál es el mejor camino y cuáles las herramientas más conducentes. Pero no se puede, a esta altura de los acontecimientos, proponer una alternativa que no esté a la altura de la crisis.

Apenas asumió, el Gobierno argentino planteó -a través del Presidente de la Nación- una firme postura frente a los desvíos del régimen venezolano. Y sugirió, inclusive, la activación de la carta democrática frente a la situación de los presos políticos.

Desde aquella posición inaugural hasta la postura actual de la Argentina, se ha registrado una extraña asimetría: la situación en Venezuela se ha agravado aún más; la postura argentina, sin embargo, se ha suavizado notoriamente.

No se trata de asumir posiciones dogmáticas ni de guiarse por ideologismos. Se trata, simplemente, de defender con energía los valores de la libertad, el pluralismo y los derechos humanos. Son valores que han sido pisoteados por un régimen que, además, ha conducido al pueblo venezolano a una situación de asfixia intolerable. Los gobiernos democráticos no pueden mirar con indiferencia ni con tibieza.

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