El país se llena de interrogantes sobre el futuro
| 18 de Julio de 2016 | 03:03

Los cruciales papeles de Turquía como aliada en la guerra liderada por EE UU contra el grupo Estado Islámico (ISIS) y garante de acuerdos sobre refugiados probablemente permanecerán intactos por ahora después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan saliera airoso tras un fallido intento de golpe de Estado. Pero las tensiones que se avecinan en torno a Fetulá Gülen, un clérigo islámico radicado en EE UU al que Erdogan culpa de la rebelión, podrían afectar los vínculos entre Ankara y Washington, que evaluará cualquier solicitud turca para extraditarlo. Gulen niega estar involucrado en la agitación. Y la esperada purga de facciones militares responsables de la intentona golpista podría dejar a las Fuerzas Armadas sumidas en una crisis interna y diezmadas. Mientras buscan reconstruirse en base a elementos leales, los militares deben controlar su turbulenta frontera con Siria, desgarrada por la guerra, y enfrentar a los rebeldes kurdos que buscan su autonomía.
Turquía es un aliado estratégico de EE UU en el cruce de caminos entre el continente europeo y el asiático y limita con zonas conflictivas en Medio Oriente. Es un país de mayoría musulmana miembro de la OTAN y un socio crucial en los esfuerzos por resolver desafíos internacionales, incluido el terrorismo y la inmigración masiva, así como un importante interlocutor con potencias regionales como Irán y Rusia.
Líderes estadounidenses, europeos y de otros países condenaron la agresión al gobierno de Erdogan, elegido democráticamente, y están atentos a cualquier consecuencia por el alzamiento en Turquía, que es visto como un socio estable en una región convulsionada. EE UU monitorea la situación de cerca, en parte porque realiza ataques aéreos desde la base Incirlik de Turquía contra el ISIS en Siria e Irak. Además, Turquía podría estar lista para un nuevo brote de polarización bajo Erdogan, que prometió que los conspiradores lo pagarán caro. A su vez, la tensión y las sospechas internas podrían socavar el cumplimiento o la efectividad de los compromisos internacionales del país, en especial cuando las fuerzas armadas están involucradas.
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