El Teatro Argentino sigue sometido a una penosa e inexplicable desatención
| 23 de Julio de 2016 | 02:47

Hace varios años que las columnas de este diario reflejan la preocupación existente en la Ciudad por las inexplicables muestras de vandalismo y abandono que pueden observarse en el edificio del Teatro Argentino que, por cuya sola historia y rica tradición, merecería una continua preservación por parte de las sucesivas administraciones.
Esa inquietud que los vecinos y habitués del complejo reiteraron en enero de 2015 se tradujo, pocos meses después, en la decisión de las autoridades de instalar rejas en torno al coliseo, con el propósito de frenar el vandalismo. Esa medida, que originó controversias, concluyó con el tendido completo del vallado.
Sin embargo, tal como lo reflejó un reciente informe publicado también en este diario, el cerco no alcanzó para impedir la entrada de jóvenes que ingresan en cualquier hora del día con sus tablas de skaters o simplemente a pasar el rato. Ahora, las paredes del Teatro se observan deterioradas por todo tipo de pinturas y grafitis, así como cada rincón colonizado por residuos.
El progresivo deterioro de los bordes de las escaleras y las abolladuras de los pasamanos dan cuenta del impacto que sufren esos espacios por la actividad de los vándalos y de los distintos grupos que usan ese espacio para reunirse. El enrejado, impulsado por la Fundación Teatro Argentino, se fundamentó en el objetivo de preservar ese patrimonio; sin embargo, el edificio continúa pintarrajeado, con una importante cantidad de basura acumulada en los distintos recovecos del subsuelo y de las plazas secas.
Debe hablarse, asimismo, de la virtual desaparición de la llamada plaza seca, cerrada por un blindex. Allí funcionan -por una inexplicable decisión de la administración provincial anterior- las oficinas de la Junta Electoral, en base a una medida que alteró por completo el proyecto original de la obra, que era el de contar con una gran plaza bajo el edificio, que se destinaría a actividades culturales abiertas.
Cabe señalar que las nuevas rejas están empotradas en el suelo y en un basamento blanco de hormigón que se levanta unos pocos centímetros. El conjunto cuenta con un portón en cada una de sus cuatro ochavas, y un par de puertas auxiliares próximas a la escalinata principal de acceso de 51 entre 9 y 10. Los portones permanecen abiertos durante el día y se cierran al filo de la medianoche hasta la mañana del día siguiente.
Lo que queda completamente claro es que la custodia del Teatro Argentino, desde hace tiempo, padece de serios problemas de gestión. Que no se pueda identificar y disuadir a los vándalos que lo rompen y ensucian y, por consiguiente, que nadie impida estos destrozos, sólo puede atribuirse a una endémica inoperancia de sus autoridades y, asimismo, al desinterés sobre este tema de quienes conducen el Instituto Cultural del cual depende.
Se supone que el gigantesco esfuerzo presupuestario realizado por la Provincia en las últimas décadas para construir este complejo cultural de magnitud debiera verse correspondido por un perfecto y sostenido mantenimiento.
Es demasiado valioso y trascendente el Teatro Argentino, como para que las autoridades se den el lujo de permanecer indiferente s y ajenas. Las deficiencias aquí señaladas –y otras que pueden vislumbrarse en el interior del edificio- parecen responder, la mayoría de ellas, no sólo a un accionar vandálico, sino, también, a negligencias funcionales tan inexplicables como fáciles de resolver.
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