Un regalo único para los amantes de la música académica

Antes del Argentino, el maestro indio fue ovacionado en el Teatro Colón

Por

Nicolás Isasi

Luego de su paso por la ciudad de Córdoba, y en el marco de los conciertos que lo traen al país una vez más, Zubin Mehta brindó el domingo la primera función de esta semana en el Teatro Colón. Hoy debutará en el Teatro Argentino de La Plata con el mismo programa. Su llegada al país es otro regalo único para los amantes de la música académica, que ya se deleitaron con figuras como Daniel Barenboim, Martha Argerich o Maxim Vengerov hasta la semana pasada.

Nacido en India en 1935, Mehta comenzó su relación con la música desde pequeño gracias a su padre Mehli, violinista y fundador de la Orquesta Sinfónica de Bombay. Durante la adolescencia continuó sus estudios con maestros particulares y viajó a Inglaterra, Alemania y Austria. A los 25 años ya había dirigido a las Filarmónicas de Viena, Berlín e Israel, con las que lleva 50 años de colaboración. También dirigió las orquestas de Montreal, Munich, Los Ángeles y Nueva York, algunas de las cuales lo nombraron Director Honorario. Comenzó como asesor musical de la Orquesta Filarmónica de Israel en 1969, y pasó a ser Director de la misma en 1977.

Hoy en día, y desde hace 30 años, ostenta el título de Director Musical vitalicio otorgado por dicha institución con la cual lleva más de 3000 conciertos realizados a lo largo y a lo ancho del planeta.

Es ciudadano ilustre de Florencia y Tel Aviv, fue honrado por la Familia Imperial Japonesa en 2008 con el “Praemium Imperiale”, en 2011 le otorgaron una estrella en el Boulevard de Hollywood, en 2012 recibió la “Commander’s Cross of the Order of Merit de Alemania y en 2013 el Gobierno Indio lo premió con el “Tagore Award for Cultural Harmony”. La fundación musical que dirige junto a su hermano, y lleva el nombre de su padre, apoya a 200 chicos por año para que estudien música académica occidental en la ciudad de Bombay.

No hay un solo rastro de vejez en esa figura erguida sobre el escenario que mueve las manos de forma suave pero concisa, pese a sus 80 años

Su presencia es imponente. No hay un solo rastro de vejez en esa figura erguida sobre el escenario que mueve las manos de forma suave pero concisa, pese a sus 80 años. Concluida la ovación del público, sin preámbulos ni palabras, comienza cada obra de forma instantánea una vez arriba del podio. La primera parte del programa ofrece “La Obertura Carnaval” op. 92 de Antonin Dvořák (1841-1904), compositor estrella de Chequia. La obra, concebida como un tríptico junto a “Otelo” y “En el reino de la naturaleza” funcionó durante un tiempo como parte de un ciclo titulado “La naturaleza, la vida y el amor”, pero luego el compositor las separó y se presentaron de forma independiente. La música comienza con fuerza y esplendor en la presentación del tema principal, casi como si llegara un circo a la ciudad, con pandereta incluida de inicio a fin.

La segunda obra, “Daphnis y Chloé” suite N°2 es una pieza a pedido que escribió Maurice Ravel (1875-1937) en 1911. La obra original y completa se estrenó un año después, pero ante la insistencia del interesado fue que Ravel utilizó fragmentos de diversas partes para escribir la “Suite sinfónica”. El inicio es repentino, con flautas y clarinetes que realizan arpegios y motivos enlazados cual oleaje marítimo. Aparecen las cuerdas en todo su esplendor y continúa una idea bellísima desarrollada con el solo de flauta. Un momento sutil y mágico lleno de pasajes difíciles.

Para finalizar, la segunda parte del programa presenta una obra emblemática llamada “La vida del héroe” op. 40 que compuso Richard Strauss (1864-1949) con una clara referencia autobiográfica en 1898. Este poema sinfónico recorre el camino del héroe a través de diversas etapas, como la presentación del tema principal sobre el héroe donde la figura del joven concertino, Ilya Konovalov, dejó atónito al público por su nivel de interpretación. Luego siguen las secciones denominadas: los enemigos del héroe (según Strauss, los críticos musicales), la compañera, el campo de batalla y la renuncia del héroe al mundo y su plenitud. El final tiene la grandilocuencia de los famosos valses vieneses, contundente y brillante.

Como bis realizó una danza corta pero muy enérgica y una delicada interpretación de la obertura de “Las Bodas de Figaro” de W.A. Mozart que concluyó con la ovación de pie de toda la platea.

Hoy será la primera vez que el maestro indio se presente en La Plata y mañana regresará al Colón con la Sinfonía N° 3 en Re menor de Gustav Mahler.

Daniel Barenboim
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