Coldplay, con un 10 en música, pero un cero en geografía

"Buenas noches, porteños", dijo desde el escenario Chris Martin al arrancar el recital de anoche. El error (llamativo ya que era la segunda vez que llegaban al Estadio Unico de La Plata) fue el corolario de uno anterior. En un video le habían dado las gracias a la ciudad de Buenos Aires por recibirlos

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La música es color. El cerebro, de manera automática, adjudica un color a una melodía, según han revelado diversos estudios, e incluso parece haber cierto consenso en el color adjudicado por diversas personas: la música es color, y casi el único consenso, aunque más no sea parcial, que parece quedarnos en el fragmentado siglo XXI.

De forma menos académica y más emotiva, Coldplay siempre intuyó esta especie de premisa del pop, que música y color iban de la mano, incluso en sus primeros trabajos, más afectados y melancólicos, donde ya estaba latente cierto optimismo pop: de aquel primer y glorioso “Parachutes” emergió “Yellow”, canción de amor amarillo y primer himno de la banda.

Quince años después, Coldplay lanzaría “A head full of Dreams”: la música, el arte de tapa y los clips fueron compuestos como un estallido de color. Y también, claro, la gira mundial de dos años que comenzó en La Plata en marzo de 2016, y termina en el mismo lugar: el tour de “A head full of Dreams” volvió a vestir anoche al Estadio Ciudad de La Plata de caleidoscopio emocional gracias a la magia lo-fi de unas pulseritas LED que iluminaron la velada como un arcoiris nocturno, mientras sobre escena, Chris Martin ponía música a los colores confirmándose como uno de los últimos grandes frontmen de la música actual y creando verdadera comunión a través de la hermandad de colores y sonidos.

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La fiesta multicolor

Conectado y energético, Martín emergió a escena con sus tres habituales laderos para presentar un show estructuralmente similar al de 2016: tras un video hecho por los fans donde, al igual que en 2016, confundió La Plata con Buenos Aires, abrió (tra volver a equivocarse y saludar “buenas noches porteños”) con “A head full of dreams” convirtiendo a la marea de gente en un mar rojo gracias a la magia de las pulseritas de plástico, para seguir con “Yellow” (pulseritas amarillas, lógico), y suspirar cuando el público coreó “The Scientist”.

El cuarteto eligió como fin de fiesta Argentina y se nota que no es casualidad: hay un idilio de la banda con el público, y es recíproco. Por eso no hizo falta más que un poco de cotillón de cumpleaños (papel picado, globos de colores, algunos fuegos artificiales y la potencia emocional de himnos generacionales) para desatar una verdadera fiesta multicolor en el Estadio Ciudad de La Plata.

Coldplay alternó repasando su caleidoscópica discografía momentos dignos de discoteca (la euforia púrpura de “Paradise”, el estallido de cancha multicolor de “Adventure of a Lifetime”) con porciones íntimas a oscuras, coqueteando con el acústico (“Fix you”, “always in my head”), mientras intentaba dirigirse a los “porteños” en castellano.

“Lo siento por mi español, it’s fucking terrible. Sin embargo, tengo que tratar”, dijo Martin en la noche platense, maldiciendo mientras intentaba enarbolar frases, y agradeciendo al público haber llegado al Único “con este tráfico y el calor”.

“Sentimos que somos una gran familia”, remarcó una y otra vez, demostrando que la elección de La Plata para el cierre no fue casual, y entre hits (“Clocks”, “In my place”, “Hymn for the Weekend”), confeti y lucecitas de colores, sellaron el amor eterno con dos tributos: el primero, durante los bises, una canción compuesta para nosotros con ritmos tangueros (“Amor argentino”); el segundo marcó el cierre de la primera parte del show, antes del regreso. Y fue el punto más alto de la noche: Chris Martin entonó “De música ligera” junto a sus compañeros. Y el Estadio, agradecido con el combo británico, explotó en un aullido.

Luego de ese pico emocional vendría el cierre: “Life is beautiful”, el nuevo “Something just like this” y “Up & up” cerraron los bises en el escenario principal, tras lo cual, por supuesto, Coldplay cerró su noche de música, color y comunión con una lluvia de fuegos artificiales que iluminaron la Ciudad del color del arcoiris.

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