Los desafíos que plantea el sostenido crecimiento de la Tercera Edad

El sostenido crecimiento de la expectativa de vida en nuestro país no sólo confirma la dirección de una tendencia que es universal -favorecida en primer término por los notables avances de la medicina, entre ellos las campañas de vacunación- sino que también presenta para la sociedad una serie de desafíos, a partir de la falta de previsiones existentes para resolver los problemas propios de la tercera edad.

Tal cuestión se encuentra contemplada en una serie de informes reflejados en este diario. De ellos surge que en los últimos años se multiplicaron los informes médicos destinados a detectar los factores que pueden favorecer un mayor bienestar en la edad madura, muchos de los cuales, sin embargo, permanecen incumplidos.

Entre esos factores que benefician la calidad de vida de los mayores se mencionan las flexiones de brazos realizadas al menos dos veces por semana; la reducción del consumo de carnes rojas y la supresión de los fiambres y embutidos; un mayor consumo de cereales integrales; la gimnasia en general, con regularidad y sin interrupciones; por último, hacer cosas que acrecienten la sensación subjetiva de estar sanos y juntarse más con amigos.

El primero de estos consejos surge de una investigación hecha en Estados Unidos con mayores de 65 años de edad durante 15 años. El grupo que hacía flexiones de brazos dos veces por semana vio reducida en un 46 por ciento la posibilidad de morir durante los años que duró el estudio, comparado con el grupo control, que no hacía flexiones. Los resultados de este estudio vinieron a abonar una idea que había sido publicada en una investigación difundida a través de la revista especializada American Journal of Medicine, que indicaba que, para predecir la longevidad, la masa muscular es un indicador más acertado que el índice de masa corporal (IMC). Similares conclusiones –ventajosas para mejorar las condiciones de vida propias de la longevidad- fueron corroboradas para los otros factores arriba mencionados.

Entre los desafíos pendientes, que exceden desde luego a los propios que pueda enfrentar la ciencia médica, deben computarse aquellos que derivan de los múltiples requerimientos que presenta lo que ha dado en llamarse la transición demográfica, es decir la inversión de la pirámide poblacional. Resulta innegable que el problema de la tercera edad adquiere muy serios perfiles y que muchas de sus demandas siguen sin ser atendidas.

Está cada vez más claro ahora que la denominada “globalización de la vejez” reclama un cambio de conceptos y estrategias y hasta de una nueva cultura social que incluya, por caso, el ámbito del lenguaje- en el que sigue imperando una idea casi despectiva de la gente mayor, utilizando términos como “anciano” o “sexagenario” como se la hacía un siglo atrás, cuando la expectativa de vida era mucho menor- hasta modificaciones profundas en aspectos sociales y económicos relacionados a esta materia.

Lo que se requiere, entonces, es que con criterio realista el Estado atienda a las circunstancias actuales, en busca de estructurar con racionalidad e imaginación una política integral, otorgándole mayor dignidad e inclusión a millones de personas que sólo por razones de edad están hoy injustamente devaluadas, a las que es preciso darles, además de retribuciones acordes a su condición, las prestaciones que correspondan y, fundamentalmente, un rol activo y no pasivo en la sociedad.

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