Un peligroso cóctel de picadas en moto, alcohol y boliche a cielo abierto
Edición Impresa | 1 de Marzo de 2017 | 03:54

Indicador de actividad diurna casi infalible, en plaza Moreno y sus alrededores el ruido incesante es parte del paisaje también durante las noches. Y lo profundo de las madrugadas. Corazón geográfico del casco urbano, el paseo es epicentro de un descontrol que alarma a los vecinos, una de cuyas manifestaciones -las picadas y acrobacias en moto- acaba de costar una vida.
Desde hace al menos un lustro, en las narices del Palacio Municipal y sin que nadie atine a desactivar el fenómeno, bandas de adolescentes y jóvenes adultos montados en sus motos copan el espacio público, compiten en velocidad, atemorizan a los transeúntes, ponen los pelos de punta a los automovilistas irrumpiendo contramano en las calles perimetrales, e improvisan una suerte de boliche.
Tal como lo consignó este diario en reiteradas oportunidades, la más reciente el domigo pasado, el alcohol -que corre generosamente y en todas sus versiones, desde la lata o botella de cerveza a los tragos en envases no retornables recortados- es uno de los combustibles de esta movida; la música, propalada desde sistemas instalados en los autos, otro. Y el tercero es la adrenalina que genera entre los protagonistas la demostración de destrezas al volante, el desafío a las normas de convivencia urbana y la exposición al riesgo.
“Las quejas vecinales por los desmanes son entendibles y las aceptamos, pero hay que entender que revertir este tipo de situaciones llevar tiempo” aclaró ayer el intendente municipal Julio Garro: “vamos a cercar la Plaza, en operativo conjunto con la Policía, y vamos a intensificar los controles hasta que esto deje de pasar”.
El jefe comunal destacó que “todos los fines de semana secuestramos un promedio de cien motos, estamos trabajando intensamente en la prevención, pero Control Ciudadano no se puede involucrar en persecuciones”.
“Tuneadas” para exacerbar los sonidos de la combustión de los motores y los “cortes” de aceleración, con los caños de escape convertidos en cajas de resonancia, las motos tipo “scooter” y los ciclomotores ganan espacio entre los motoqueros. Y los vecinos se resignan al insomnio. “Si pudiéramos dormir a la noche, el barullo infernal de la mañana y la tarde sería secundario” subrayó días atrás María Esther Gómez, de 50 entre 13 y 14. La vecina precisó que “los parlantes de los autos retumban en los vidrios de las ventanas de los departamentos como un terremoto; las vibraciones son terribles. Algunos de los muchachos se juntan en los puestos verdes y otros van directamente al medio de la plaza y arman carreras a cualquier hora, sobre todo los jueves y domingos”.
El propio arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, quien reside en el palacio D’Amico de 53 entre 14 y 15, describió el espacio verde aledaño como “La Plaza del Ruido”. Y se refirió al “atentado nocturno, y hasta entrada la madrugada, de coches que circulan o se detienen con las ventanillas bajas y la música al máximo” ademas de hacer hincapié en “motos que parecen tirar bombas con sus escapes acondicionados”.
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