La opción de vivir sin WiFi
Edición Impresa | 26 de Marzo de 2017 | 07:22

Las redes sociales despiertan todo tipo de sensaciones. Los hay que deciden abandonarlas abrumados ante tantas desigualdades sociales o afligidos al descubrir cuánta violencia hacia los más débiles se difunde de manera impune.
Se censuran fotografías en las que una madre da el pecho a su hijo pero se permite que un indeseable torture públicamente hasta la muerte a un animal, o unos adolescentes agredan entre risas a un indigente.
También despierta envidias, las de aquellos incapaces de soportar que otros sean felices. Los que se agobian si no conocen lo que ocurre en la comunidad cibernética pero se incomodan al informarse; un fenómeno conocido como FOMO (Fear of Mising Out) que no es otra cosa que el miedo social a la exclusión. La no conexión o la falta de Whatssap les supone todo un drama.
En contraposición surge en movimiento JOMO que se inspira en el libro “The Joy of Missing Out” de la canadiense Christina Crook, que habla justamente de lo contrario, de la felicidad de no pertenecer a ese mundo.
Perderse algo entonces resulta todo un placer que permite disfrutar de lo que se está haciendo, ésa es la sensación de la que disfrutan los “desconectados”.
Pese a los avances informáticos cada vez se impone más la idea de que unas vacaciones no son tal si se vive pegado al móvil; por eso muchas agencias ofrecen planes de verdadero relax. Se suman a esta iniciativa alojamientos sin Wifi donde disfrutar mejor del entorno.
A su vez, frente a la escuela pública, cada vez más tecnológica, también existe en Europa y Estados Unidos un número creciente de colegios donde estudiar sin computadoras. EWse es el caso del centro californiano Waldorf, donde curiosamente estudian muchos hijos de los empleados de las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley; una educación a la antigua usanza que trata de demostrar que eso es la modernidad.
Aquellos que verdaderamente necesitan desengancharse de la tecnología son ya considerados como ciberadictos. La primera clínica especializada en este campo se encuentra en Seattle (EE.UU) y no resulta precisamente barata.
En Japón saben bien de esto y por eso realizan campamentos rurales para combatir el problema, son los denominados programas “Ayuno de Internet”. Los casos más extremos diagnostican cuadros de fobia social, como los “hikikomori”, término nipón para definir a los jóvenes que deciden aislarse del exterior encerrados en su habitación, conectados únicamente al ordenador, la televisión o los videojuegos.
Apunta Puig Punyet que “no es casualidad que quién creó la red social más exitosa, Mark Zuckerberg fuera una persona que rayara el autismo. Si utilizamos las redes sociales como sustituto de las relaciones sociales, corremos el riesgo de que se nos atrofie tal capacidad”.
A los “desconectados” esto no les ocurre, a ellos les gusta la gente y, por eso, quieren tenerla cerca y no en la pantalla, apartando a un lado todo aquello que obstaculiza la convivencia, y eso implica lo virtual. Sueñan con un futuro en que desaparezca el discurso de que Internet es la solución a todos los problemas, y alternativas como la suya puedan emerger; de momento, cada vez cuentan con más adeptos.
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