El caso del “lienzo humano”
Edición Impresa | 6 de Marzo de 2017 | 03:07

Si el suizo Tim Steiner no es considerado un individuo más que luce un tatuaje, es porque alguien ha pagado por ello.
Y quien pagó fue Wim Delvoye, un excéntrico artista que concibió este lienzo humano para cuestionar hasta qué punto el dinero define qué es arte.
Delvoye opina que la inmensa mayoría de los visitantes del Museo del Louvre de París acuden al lugar para ver La Mona Lisa y comprar macarons. “La gente que va a ver una obra de Matisse o Picasso no lo hace por admirar su talento, sino por el hecho de estar expuesta”.
La provocación del belga encontró en Tim Steiner al soporte perfecto: “Lo elegí a él porque ya tenía tatuajes; no era virgen en eso de tomar una decisión para toda la vida. Tenía que decorar con tinta toda la espalda y convertirse en un lienzo hasta la muerte. Además, tiene un cuerpo bonito y le entusiasma el proyecto”.
EXPOSICIONES POR CONTRATO
De hecho, es el modelo suizo quien lleva ahora el peso de esta curiosa propuesta. Tim Steiner tiene que participar por contrato en al menos tres exposiciones al año en cualquier parte del mundo.
“Yo ya pasé la página para dedicarme a otras cosas. El ha dejado su trabajo y su única ocupación es este proyecto. Cuando le surgen más exposiciones de las que tiene firmadas, las galerías contactan con él directamente sin contar conmigo”, cuenta el belga.
Este artista probó antes la idea con animales. Durante años tatuó motivos banales, como tribales o dibujos animados, en el lomo de cerdos. Cuidaba de ellos en granjas artísticas situadas en China hasta que morían de forma natural. Luego se creaba un lienzo con esa parte de su cuerpo y los vendía como parte de una colección.
Delvoye habla con asombrosa naturalidad de esta obra: “Elegí a un hombre porque cada vez se me hacía más complicado llevarlo a cabo con cerdos. Cada país tiene sus normativas. A Tim no tengo que vacunarlo y se puede subir a un avión él solo”.
Todo suena muy práctico para ser arte. “Es que una de las reflexiones que han surgido de todo este lío es el modo tan curioso en que el arte se funde con lo pragmático”, comenta.
“La sociedad tiene un enorme tabú con las cosas que considera entretenimiento. Puedes enviar a un cerdo al matadero para comer, pero no puedes recurrir a él para algo que no se considere necesario, aunque su destino sea mucho más apacible”, dice este artista belga que, además, se declara vegetariano.
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