En casa, dos realidades antagónicas

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Luciano (4) tendría que ir a la segunda sala del Jardín de Infantes 901 de La Plata. Desde el 6 de marzo, fue dos días. Ignacio (8) empezó 3º grado en la Primaria 1 de 8 y 57. “Salvo el 6 y 7 (huelga nacional docente) tuvo clases con normalidad. Ya le agarró la mano. Tiene ritmo de estudio, cumple con la tarea, le exigen y va muy bien”, contó su mamá, Rocío Lucero, quien trabaja en Seguridad. Ella y su esposo Ignacio Lobato, taxista, encabezan una familia tipo donde se presentan en toda su dimensión los dos panoramas que en marzo vivió la escuela pública: paro total y actividad normal.

Eso, a su vez, los lleva a “partirse en 30 millones -graficó Rocío-. Entro a trabajar a la una, a la misma hora que ingresan a la escuela Ignacio y Luciano, pero como el chiquito no tiene clases, debemos ir programando la actividad familiar día por día”, subrayó. “Como mi marido es taxista, a veces está libre en ese momento, pero a veces no. Y tenemos que ver si Luciano puede quedarse con los abuelos maternos o con los abuelos paternos”, enfatizó.

La joven madre aseguró que entiende “perfectamente el reclamo de los maestros. Es justo. Yo trabajo y sé muy bien lo difícil que está todo. Está bien que protesten. El problema de las huelgas es que los chicos no tienen la culpa. Luciano en el jardín no aprendió nada, y a este paso va a llegar a la primaria con mucha desventaja”, remató.

 

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