Los fantasmas que más asustan son los que están dentro nuestro

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Por ALEJANDRO cASTAÑEDA

PERSONAL SHOPPER, de Olivier Assayas.- Maureen (Kristen Stewart) es una norteamericana que se muda a París porque espera que Lewis, su recién fallecido hermano gemelo, un médium, como ella, le dé alguna señal de que sigue estando cerca, tal como se lo habían prometido. Por eso, mientras va a la cerrada casona familiar a esperar la dichosa señal, trabaja como compradora personal de una celebridad que colecciona ropa, zapatos y accesorios de las mejores marcas bajo la estricta orden de que no se pruebe nada.

El film, pretencioso y desconcertante, quiere indagar sobre la alienación de esta muchacha que vive de lo que no está

Desde allí, desde ese otro al que espera y viste (y desviste), Assayas construye un film pesado y antojadizo que pretende ser una triste crónica sobre la búsqueda de identidad de una muchacha sola y fracturada que vive entre fantasmas. No solo por andar tras el rastro de su hermano, sino también porque toda su vida cabe en su celular, esa gran vidriera: de allí llegan las órdenes y la esperanza, la imagen de ese novio nunca presente, y hasta las amenazas, todo circula allí, en ese gran fantasma que es la tecnología de estos días, tan llenas de apariciones y rarezas, tan omnipresente y perturbadora.

El film, pretencioso y desconcertante, quiere indagar sobre la alienación de esta muchacha que vive de lo que no está y que se dará cuenta que el celular puede ser una compañía que nos ensimisma y nos llena de fantasmas. Estas interesantes ideas merecían un abordaje menos caprichoso. Assayas no se decide entre el policial y el más allá, le faltan personajes sustanciosos y apela a subtramas desconcertantes (lo del crimen se olvida enseguida). Por eso, poco a poco, el tema central se va desvaneciendo. (***BUENA)

FAMILIA QUE PADECE

LOS PADECIENTES, de Nicolás Tuozzo.- Perversiones hogareñas al por mayor en un film noir enredado, que apuesta al impacto y la sorpresa. El relato es de Gabriel Rolón: Pablo (Benjamín Vicuña ), exitoso psicoanalista y escritor, recibe a Paula Vanussi (Eugenia Suárez ). Ella le pide que sea el perito que declare a su hermano menor Javier (Nicolás Francella) “inimputable”. ¿De qué? De haber asesinado al padre de ellos, Roberto (Luis Machín), un empresario, tan poderoso como deleznable. Pero el terapeuta, buen hombre, se lanzará en busca la verdad y se acabará convirtiendo a pura deducción en el abanderado de una investigación que deja al descubierto un mundo familiar poblado de secretos y abusos. Todo es muy flojo. Hay tanta retórica libresca en esos diálogos imposibles que los actores, pobres, no saben cómo hacer creíbles esos parlamentos sentenciosos y declamatorios. El film atrasa treinta años. Le sobra énfasis, lugares comunes y explicaciones. La trama avanza con muchos tropezones hacia un final anunciado. Sólo Pablo Rago parece natural entre un Luis Machín muy remarcado (el gran perverso del cine nacional) y una pareja -Vicuña y la China Suárez- que a la hora de repasar estos retóricos y acartonados diálogos, habrá extrañado los dulces susurros del motorhome. (**REGULAR).

 

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