En un clásico discreto, lo ganó el que buscó con convicción
Edición Impresa | 14 de Mayo de 2017 | 06:01

Por NICOLAS NARDINI
ANALISIS
El fútbol premió al que más quiso y castigó al que especuló. Le dio la victoria 1-0 al que fue por ella desde el comienzo y dejó sin nada al que saltó al campo de juego a buscar el cero en su arco sin ninguna ambición ofensiva más que la apuesta por algún arresto individual esporádico. Estudiantes, aún lejos de su juego más brillante, tuvo como principal virtud la decisión manifiesta de ir por todo, de no conformarse con ver qué pasaba en el trámite, sino, por el contrario, de imponer las condiciones de juego, de marcarle la cancha a su adversario de toda la vida.
Enfrente, un timorato Gimnasia se mostró inexpresivo, incapaz de dar el paso al frente con decisión, cedió el protagonismo, el terreno, la pelota y la iniciativa. El equipo hasta ayer de Alfaro tuvo el sello que le imprimió su saliente DT, fue especulador e inocuo, sin valentía para tomar la delantera con convicción desde el comienzo, sin apego por el manejo de la pelota, sin ninguna idea clara para generar volumen de juego. Todo el argumento estratégico de los mens sana pareció quedar circunscripto a mantener su valla en cero y ver qué pasaba arriba. Entonces, cuando Damonte rompió el trámite, el Lobo se quedó prácticamente sin libreto. Lo supo cambiar, más por corajeadas individuales que por una cuestión conceptual colectiva, recién entrado el complemento.
Estudiantes fue todo lo contrario. Posicionalmente mostró una postura dominante desde el amanecer del partido. Con las fichas dispuestas en el terreno de juego, a los pocos segundos del pitazo inicial se vislumbraba en qué sector del campo se jugaría con más asiduidad. Aún con una congestión grande en la zona media, donde para Estudiantes abundaron los hombres nacidos naturalmente para la marca, la colocación de dos punteros bien abiertos, casi como extremos, le posibilitó a los albirrojos romper la estructura defensiva tripera.
¿Fue el partido más lucido de Estudiantes? Con seguridad que no. Sin embargo, aún así, tuvo una actitud general de protagonismo, se observó, en lo postural, un mensaje irrefutable de búsqueda ofensiva. Sin abandonar el equilibrio, el León nunca se apartó de su rol de equipo con más ambición.
Esas fueron las posturas iniciales. Uno esperando y saliendo con timidez. Y otro intentando manejar la pelota para hacerle el mayor daño posible a su rival. Eso sí, en el desarrollo, a Estudiantes también le costó triangular, el equipo no se vio sobrado de creatividad. Y cuando el partido había caído en una meseta, con acciones sucias y la fricción, esa habitual invitada a todo clásico, parecía ganarle la pulseada a la claridad, el Pincha logró hacer daño por afuera, generó una pelota parada a raíz de una falta sobre Sánchez y, en la posterior ejecución del tiro libre, desnudó una inesperada falencia mens sana: la pérdida de marcas en la pelota parada.
Israel Damonte tuvo la inteligencia para buscar el espacio peor defendido y allí definió a placer para desatar el único grito de la tarde quilmeña. Vaya paradoja del destino, Alfaro había colocado a tres hombres de gran porte en defensa, más la ayuda de Mazzola para los balones detenidos, y fue por esa vía que le terminaron ganando el partido. El volante pincharrata, con la carga extra de que regresaba luego del parate por lesión, se desahogó en ese grito de gol y hasta creció en su juego tras la conquista. Era el espaldarazo que le faltaba para tomar con más decisión las riendas de la franja central.
DE LA TIMIDEZ A LA OBLIGACION
El alarido de Damonte produjo un cimbronazo en el partido. Ya sin chances de sostener su idea inicial de buscar el cero en su arco como principal meta, la visita se vio obligada a salir unos veinte metros más adelante. No le quedó otra que abandonar la postura primigenia teñida por la timidez y la especulación.
El último tramo del primer tiempo fue más equilibrado. Alemán generó lo suyo, empezó a crecer el chico Ramírez, al tiempo que en el Pincha quedaron algunos huecos a espaldas de Solari.
Complemento equilibrado
En la parte final Gimnasia salió con otra decisión. Se plantó más adelante en el campo y soltó a sus hombres en aventuras ofensivas. La contraparte de ello, generó que el Pincha aprovechara algunos espacios en la zona ofensiva, que propiciaron llegadas claras debajo del arco de Martín Arias. El Lobo pudo haberlo empatado. El León pudo haber ampliado. Las chances fueron equivalentes en la parte final.
El rato de Juani Cavallaro en campo le dio lucidez y frescura al ataque albirrojo. El ex Tatengue dejó claro que, cuando esté al cien por ciento en lo físico, será una pieza vital para el equipo. En Gimnasia creció el chico Ramírez, que mostró desparpajo, atrevimiento y personalidad para pedirla siempre en un contexto adverso. A Gimnasia le faltó peso ofensivo y mostró su ínfima batería de variantes creativas al atacar. Además, en las que tuvo, se encontró con Andújar en gran nivel.
Estudiantes intentó liquidar el trámite, buscó ampliar la ventaja para evitar los nervios. Cuando vio que no podía, clausuró su arco y defendió con uñas y dientes en el tramo final para que la victoria no se le escapara.
El clásico fue bastante equilibrado. El fútbol, premió al que más quiso, al que salió con una firme decisión y lo supo llevar adelante. Estudiantes se quedó con el premio mayor. Y lo hizo con absoluta justicia.
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