Adoptar un chico discapacitado, tres historias platenses que conmueven

Mujeres de nuestra ciudad cuentan cómo cambió su vida y la de los chicos su decisión

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Irene Lugo (32) se desempeñaba como voluntaria del Pami formando parte de un grupo que proyectaba películas en distintas instituciones cuando un día llegó al hospital San Lucas, de la localidad de Olmos, y su vida cambió para siempre. Ese día conoció a Keila, una nena con discapacidades intelectuales y motoras que, apenas la vio, le extendió los brazos y selló así un vínculo destinado a hacerse cada vez más fuerte y profundo.

“Ahí nos enamoramos. No me quise alejar más de ella”, dice Irene tres años después de aquel encuentro. Hoy Keila ya tiene 7 años y todo el amor que recibe de Irene se traduce en mejoras en su estado de salud. Cada vez se comunica mejor, dicen los profesionales que la atienden, y pese a que antes tenía serias dificultades para caminar, hoy asiste a la escuela de Gimnasia, nada en lo más hondo de la pileta y hasta baila en la murga del “Lobo”.

Irene no está sola. Como ella, otras mujeres y familias también decidieron adoptar chicos con discapacidades motoras e intelectuales. Tres de ellas se reunieron recientemente en el Hospital San Lucas con la ministra de Salud, Zulma Ortiz, quien las felicitó: “ojalá difundir sus historias sirva para motivar a otras personas”.

Entre esas historias está la de Gabriela, una empleada de limpieza del hospital Sbarra, la ex Casa Cuna platense, que conoció en su trabajo a la pequeña Lucila, que tiene discapacidad motora y mental.

Gabriela cuenta que ni bien vio a la nena sintió la necesidad irrefrenable de cuidarla. Primero empezó a llevarla de visita a su casa del barrio platense de Villa Elvira, los fines de semana. Sus dos hijos mayores, que hoy tienen 17 y 23 años y su marido, Javier Luchessi, la incorproaron en seguida a la dinámica familiar. Hace un año y cuatro meses, la familia obtuvo primero la guarda de Lucila y después la adopción efectiva.

Vanessa Lanata es enfermera del Hospital de Romero y era soltera cuando logró adoptar a Maitena, una nena con discapacidad que vivió hasta los cuatro años en el Hospital San Lucas y hoy tiene 7. Ahora Vanessa está embarazada y a punto de tener un bebé con su pareja. Cuando Vanessa se lo recuerda, Maitena se pone seria. “Me quiere solo para ella”, dice la mamá adoptiva con una sonrisa.

Las mamás reconocen que en algún momento tropezaron con algún tipo de incomprensión. Recuerda Irene que “cuando empecé los trámites de adopción más de uno me dijo, ´sos soltera, tenés que buscarte un novio y tener un hijo propio¨. Nadie me entendía, cuando se quiere se quiere y yo quería ser la mamá de Keila.

En el Hospital San Lucas hoy residen 29 niños, niñas y adolescentes con discapacidades motoras e intelectuales. De ellos, nueve se encuentran en condiciones de ser adoptados. Muchos pueden imitarlas.

 

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