Abriendo el juego…

Por Rocío Biroli - Ludmila Muñoz

Creo que a esta altura ya todos escuchamos la palabra coaching alguna vez.

Hace algunos años, cuando en alguna conversación alguien me preguntaba “¿a qué te dedicas?” Y yo respondía “soy coach”, la pregunta obligada que seguía era:  -“¿de baile?”, “¿así como los de Tinelli”?... al principio, confieso,  me molestaba un poco…. me esmeraba en responder y dar mucha explicación acerca de las (grandes) diferencias…pero  con el tiempo me relajé al respecto y hasta empecé a encontrarle similitudes.

Porque en definitiva el trabajo de un coach (ontológico) es acompañar a una persona y colaborar a que desarrolle sus habilidades, a que logre objetivos que no estaba alcanzando, a que se desafíe a sacar lo mejor de sí mismo.

Los coachs de baile de Tinelli, entiendo que hacen algo parecido… para seguir con las similitudes….ellos practican trucos, pasos, y repiten la coreo hasta que el cuerpo la aprende.

 

Desde la interpretación del coaching las personas somos una relación entre cuerpo-emoción y lenguaje. No viene por separado, está todo junto y en conexión. A eso le llamamos el observador.

Pero…¿para qué nos sirve saber esto? Son los diferentes accesos que tenemos, accesos a nosotros mismos.

Si me siento enojado (emoción)  es difícil que pueda cambiar ese estado simplemente pensado que otra emoción puedo elegir. Lo que si podemos hacer es buscar de que otra manera acceder.

Yo siempre me lo imagino como cuando en algún programa de diseño quería lograr algún color en particular. El arte está en combinar los diferentes colores que intervienen  para así lograr el que buscamos. Y ahí empezamos a jugar, cuánto de Cyan, más de magenta, yellow y key?

Con nosotros pasa algo parecido. Por ejemplo, si estoy estresada, puedo poner música y a través del cuerpo, del movimiento o simplemente de las vibraciones de esa canción influir en mi emoción.

También puedo dejar de pensar “en automático” y escuchar que me estoy diciendo realmente (lenguaje). Escuchar si aquello que me estoy diciendo es un juicio (una interpretación), si es una afirmación  (un hecho), y si me abre o me cierra posibilidades.

Pero siempre, antes de hacer cualquiera de estas cosas lo primero que tenemos que hacer, es poder distinguir, para poder elegir.

Distinguir que nos está pasando, en que emoción estamos, en que conversación, (que nos estamos diciendo), como sentimos nuestro cuerpo…

Puede sonar obvio, pero lo cierto es que en lo cotidiano no lo hacemos. Estamos de mal humor porque alguien hizo algo que no nos gustó y echamos la culpa afuera. Nos enojamos porque las cosas no son como esperábamos, nos resignamos porque creemos que “no podemos hacer nada”.

¿Y si pensáramos diferente?

Tal vez valga la pena intentarlo.

Tantas veces cambiábamos las formas de hacer las cosas, pero los resultados seguían sin ser como lo esperábamos.

¿Y si probamos cambiar la forma en que observamos?

Y si esta vez…¿el cambio empieza por nosotros?

Pasar de ser víctimas a responsables puede ser la clave para cambiar aquello que nos molesta y hasta hoy creemos que está fuera de nuestro  poder de intervención.

La palabra responsabilidad viene del anglosajón, respon= responder, ability= habilidad. Entonces responsabilidad es la capacidad de responder. Y cuánto poder nos da esta capacidad!, no lo creen?

 

Muchas veces nos relatamos, respecto a una situación, cuentos e historias que nos dejan en un lugar de víctimas donde no podemos hacer mucho más que quejarnos. Somos víctimas de cómo vivimos esa situación, víctimas de nuestros propios cuentos. Al no distinguir que somos nosotros quienes relatamos estas historias tenemos la percepción de que nada puede cambiar. Y por supuesto nada cambia…

El trabajo del coach consiste en generar un espacio de intimidad donde acompaña al cliente a navegar estas historias juntos, para poder así desarmarlas, reconstruirlas y crear nuevas conversaciones y permitir que  emergan nuevos mundos.

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