Es trascendente defender la inmensa riqueza natural de las playas bonaerenses

Edición Impresa

Hace ya mucho tiempo que la costa atlántica bonaerense viene sufriendo en forma acelerada la pérdida de su riqueza natural, sumándose en los últimos años los estudios y las voces de los especialistas destinados a promover políticas de conservación y diversas sugerencias para detener un proceso de deterioro que podría convertirse en irreversible.

En ese contexto es que corresponde valorar como positivas las obras que se realizan en numerosos localidades ribereñas, consistentes en desmontar las instalaciones de hormigón sobre el frente marítimo, en especial las administraciones y no pocos restaurantes de los balnearios. Tal como se sabe, las edificaciones originales están siendo reemplazadas por estructuras de madera sobre pilotes, para permitir el desplazamiento natural de la arena por efecto del viento.

Un conocido geólogo platense advirtió hace tres años en este diario que el océano Atlántico avanza un metro por año en algunos sectores de costa bonaerense, en un fenómeno que resulta ostensible en varios balnearios. En términos sencillos, dijo que el mar se está devorando a varias playas, indefensas frente a ese avance.

Si bien el clima influye para ese fenómeno, es la mano del hombre -en este último caso por realización de obras rígidas, actividades extractivas, tendido impropio de espigones y urbanizaciones paralelas a la franja costera, entre otras intervenciones- la que generó condiciones que afectaron gravemente a la ribera atlántica. Las playas, dijo, pierden arena, el mar empuja hacia la costa y gana espacio, tal como lo reveló un informe encargado en 2007 por el gobierno provincial.

Tal como detallaron los especialistas, de los 1.200 kilómetros de dunas costeras que existían hace apenas unas décadas, hoy sólo se conserva la mitad. El resto ha sufrido, por acción del hombre, un proceso de transformación tan drástico y acelerado que, según advierten algunos investigadores, el litoral atlántico de la Provincia va camino a perder su enorme riqueza original.

Sostuvieron que las imágenes satelitales muestran con claridad que, en la barrera de dunas entre Punta Rasa y Mar Chiquita, casi la mitad del frente costero de la Provincia sufrió ya una alteración que no sólo implica la reducción de hábitats naturales, sino desequilibrios en la dinámica costera y una notable pérdida de biodiversidad.

Añadieron que la urbanización desmedida, la fijación de las dunas, las construcciones rígidas, la extracción de arena, la forestación con especies exóticas y el uso de vehículos 4x4, entre otras acciones que se han venido incrementando en los últimos años no sólo comprometen la conservación de sus plantas y animales nativos, sino que modifican toda una dinámica natural que brinda importantes recursos y beneficios también para la actividad turística.

Está claro que los distintos organismos con responsabilidad en el tema debieran actuar con firmeza, a partir de tantas negativas consecuencias que se vinieron sumando al desconocerse -de manera tan incomprensible como reiterada- las pautas que deben ser respetadas para preservar la riqueza natural de nuestras costas.

Es de esperar que, frente a la elocuencia de las pérdidas y teniendo a la vista el asesoramiento de los especialistas -así como el modelo seguido en muchos países para evitar esta gravosa erosión- las autoridades extremen todas aquellas políticas de preservación de recursos que resultan tan valiosos como difíciles de recuperar, si se permite su degradación.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE