La Guerra de los Seis Días, un conflicto con secuelas vigentes
Edición Impresa | 5 de Junio de 2017 | 02:23

JERUSALEN.- Hoy se cumple medio siglo desde que Israel lanzó una serie de concisos ataques contra Egipto, Jordania y Siria, que desencadenaron la Guerra de los Seis Días y la ocupación de Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y el Sinaí egipcio, un escenario que ha marcado la región hasta la actualidad.
El Estado de Israel se originó con el plan de partición de la ONU de 1947 que le concedía el 55% de la Palestina histórica, una propuesta que rechazaron sus vecinos árabes, que le declararon la guerra tras su nacimiento en 1948.
Dos décadas más tarde, la animadversión se mantenía y en mayo de 1967 el presidente egipcio, Gamal Abdel Naser, solicitó a la ONU que se retirase de la península del Sinaí, fronteriza con Israel y donde tropas internacionales estaban desplegadas desde la Guerra de Suez de 1956, y cerró el paso por el estrecho de Tirán.
En una creciente tensión, Naser apostó a miles de sus soldados en la zona limítrofe, lo que despertó la alarma de Israel, que el 5 de junio lanzó un rápido ataque que tomó por sorpresa al Ejército egipcio, incapaz de reaccionar y que perdió en cuestión de horas parte del Sinaí y Gaza, bajo su control.
Tras el revés militar, Naser involucró a Siria y Jordania asegurando que vencerían al Estado judío, algo que no ocurrió y dio lugar a una derrota a la que siguió la ocupación de territorio sirio, palestino -entonces controlado por Egipto y Jordania- y parte del Sinaí, devuelto con un acuerdo de 1979 que convirtió a Egipto en el primer país árabe en firmar la paz con Israel.
“Dos semanas después de la guerra me enviaron a los territorios. Allí empezaba a germinar todo un nuevo movimiento de la derecha israelí, creando una identidad judía nueva, centrada en la Biblia, en los mandamientos, en establecerse en la tierra”, cuenta Itzhak Schnell, profesor de geografía política en la Universidad de Tel Aviv y joven soldado en la contienda. Esta nueva identidad, señala, “era antagonista no sólo a los árabes sino al resto del mundo, porque cuando Occidente hablaba sobre los derechos humanos, no podías formar parte de eso siendo un ocupante”.
Desde entonces, Israel ha mantenido esta política de expansión sobre los territorios ocupados, en los que desplegó sus fuerzas militares e incentivó la construcción de asentamientos para desplazar a sus civiles a estas nuevas colonias, contrarias al derecho internacional.
En el Golán sirio residen 23.000 israelíes, a los que se suman otros 385.000 en 228 colonias en Cisjordania y los 200.000 colonos de Jerusalén Este, territorio que los palestinos reclaman como la capital de su Estado, según datos de la ONG israelí Shalom Ajshav (Paz Ahora).
La percepción de la guerra y sus efectos sigue estando hoy bajo debate en la sociedad israelí, explica Elie Podeh, profesor de Estudios Islámicos y Medio Oriente de la Universidad Hebrea de Jerusalén. La controversia sobre cómo uno interpreta el conflicto, si como una liberación o una ocupación, divide a la sociedad israelí en dos “escuelas” de pensamiento.
Están, de un lado, “los que defienden la presencia israelí sobre los territorios ocupados por su pertenencia al pueblo judío y están ideológicamente comprometidos con el Gran Israel” y, del otro, “quienes se ven como una potencia colonial que ocupa la tierra de otra gente y se debería retirar”, expone Podeh, y agrega que uno de los mayores logros de Israel en esa guerra fue lograr el reconocimiento árabe y un lugar dentro de la región, donde no era bienvenido, porque “se dieron cuenta de que no podían vencerlo”. “Pasó en 1979 para Egipto, en 1993 con los palestinos con los Acuerdos de Oslo, en 1994 con la firma de la paz con Jordania y con las relaciones ocultas que hay con los países del Golfo”, analiza.
Mujaimer abu Saada, palestino y profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Al Azhar (Cairo) considera que la guerra del 67 “para los palestinos no fue tan mala como la del 1948, la Nakba (catástrofe, en árabe), pero fue un duro golpe al que llamamos Naksa (revés). Fue duro ver a tres ejércitos árabes derrotados por Israel”.
Medio siglo después, tanto Saada como Schnell coinciden en que el conflicto continúa y seguirá hasta que se firme la paz. (EFE)
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