Sobre un incidente en el colegio Virgen del Pilar

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Por Hector Aguer (*)

El viernes 14, EL DIA registró en la página 14 un incidente ocurrido en el Colegio Parroquial Nuestra Señora del Pilar, por la protesta de una alumna, a quien al parecer se plegaron algunos compañeros, contra la enseñanza y actitud de un profesor. Sin perjuicio de la investigación que corresponda, quiero manifestar que los colegios católicos deben procurar iluminar el juicio de los alumnos y formar sus sentimientos según la doctrina de la Iglesia y la gracia de la vida cristiana. Me permito entonces recordar nuestra enseñanza acerca de los temas cuestionados.

Sobre la homosexualidad leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica: 2357.- “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.

2358.- “Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación objetivamente desordenada constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.

2359.- “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana”.

En cuanto al otro tema que, al parecer, también estaba en cuestión, a saber, la condición de la mujer, me basta remitir a la Encíclica de San Juan Pablo II “Mulieris dignitatem”.

Los alumnos que eventualmente no deseen recibir estas enseñanzas (ellos o sus familiares) cuentan con la facilidad de elegir algún colegio de gestión estatal.

 

(*) Arzobispo de La Plata

 

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