Del entusiasmo a una decisión llena de interrogantes

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Todo suicidio abre interrogantes, cuanto mas si se trata de una adolescente a la que se puede ver feliz en un video de YouTube de un tiempo atrás bailando con una niña de unos 5 o 6 años a la que define como “la princesa”.

Allí Lara juega y anima a su compañera a ser parte de una coreografía casi torpe que la divierte hasta hacerla reír a carcajadas. Un momento después pierde el equilibrio hasta caer contra su pequeña compañera de baile. “¿Estás bien?”, le pregunta preocupada.

Esa también era Lara, la de la voz dulce y risa suave; la que le gustaba la música y el videojuego “Metal Gear Solid 5 Ground Zeroes” que dejó en herencia a cualquier compañero de curso que se aventurara a buscar en el pequeño universo de su mochila.

Para los docentes de la Escuela Italiana a la que Lara concurrió hasta hace dos años, fue una alumna “alegre y buena”. Para los profesores del Colegio Nacional, una alumna “buena y dócil”.

Y es imposible dejar de preguntarse por qué esa estudiante aplicada cambió la alegría por la docilidad.

Para muchos, Lara era en el aula ésa que acepta, la alumna tímida, aniñada, mansa, la que no está a gusto, pero tampoco da pelea.

Quizás se reservó la libertad de “ser” a través de las redes, como una “anona”, como llaman en la red Voxed a los anónimos que intercambian sus pensamientos y ocurrencias sin filtro.

En ese espacio habría contado con decisión cuáles eran sus planes de suicidio, lo hizo de manera detallada, como si hablara de un personaje de ficción.

Pero le importó “rescatar” a un par de amigas para que ese jueves no fueran parte de ese horror en la clase de Geografía. Para que no escucharan la alarma del teléfono ni la vieran sacar el revolver con el que dio su último mensaje, ese que todavía resulta imcomprensible.

Los de afuera solo pueden ver una y otra vez el video de Lara, ése en el que baila, ríe, gira, trastabilla y vuelve a bailar.

 

 

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